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Landini y Camusso, del hipersindicalismo a la desindicalización

Los dos ircocervi de la CGIL serán recordados por la obra maestra al revés creada al centrarse en el hipersindicalismo y allanar el camino para la desindicalización y el naufragio de la unidad sindical - La crisis hizo estallar las herramientas tradicionales del sindicato y habría requirió el coraje de la cogestión pero no lo es para Landini y Camusso

Landini y Camusso, del hipersindicalismo a la desindicalización

La paradoja de la política sindical de la CGIL es que, marchando bajo la bandera del hipersindicalismo, se ha deslizado cada vez más hacia la desindicalización. Después de todo, el concepto confuso de Landini de una coalición social, una entidad política apartidista que incorpora al sindicato sacándolo de sus fronteras históricas, no hace más que sacar las conclusiones de su experiencia comprobada de que la concepción y los instrumentos tradicionales de la lucha de clases son no más capaz de afrontar las profundas transformaciones del sistema capitalista y por tanto de la estructura de las empresas y del mundo del trabajo.

De ser así, el sentido común y la inteligencia política deberían sugerir reconsiderar los roles, las estrategias y los modelos de negociación del sindicato y no engañarse pensando que pueden sortear el obstáculo llevándolo a un terreno político-institucional heterogéneo y contradictorio, abandonando efectivamente lo que es su campo natural de acción: el sistema empresarial. Por otro lado, es difícil que esto suceda cuando en la cultura de la CGIL y de gran parte de la izquierda se identifica a la empresa con el capital, el enemigo a vencer, lamentablemente apoyado también en esto por la persistente tendencia en el mundo empresarial a considerar a los trabajadores y sus representantes como ajenos a la dirección de la empresa.

No es casualidad que tanto los sindicatos (a excepción de la CISL) como las asociaciones empresariales, en especial Confindustria, sigan obstinadamente oponiéndose a cualquier forma de cogestión, privándose de la posibilidad de enmarcar políticas contractuales en una dimensión estratégica. Mientras las empresas ponen en marcha procesos de internacionalización y reorganización productiva encaminados a buscar la máxima flexibilidad y capacidad de adaptación a la demanda y parcelando el mercado de trabajo en figuras en la frontera entre el trabajo dependiente y el autónomo, los sindicatos se desgastan en negociaciones prolongadas e inconclusas. por convenios colectivos nacionales que afecten realmente a pequeños círculos de trabajadores protegidos, eso sí, por derechos sobreprotectores, pero no por la quiebra de empresas y por el paro creciente.

La crisis económica ha puesto de manifiesto la impotencia de las políticas sindicales para conciliar unos derechos insostenibles en el nuevo contexto económico y social con la necesidad de reordenar la economía redefiniendo la estructura del mercado de trabajo y del estado del bienestar: de ahí la necesidad de volver a centrar las políticas sindicales en la empresa entendida como principal sujeto contractual, pero sobre todo como la institución fundamental a través de la cual interactúan el trabajo, la profesionalidad, el espíritu empresarial y el capital para crear riqueza. La cogestión es el requisito previo para orientar el gobierno corporativo hacia objetivos económicos y sociales generales. Sobre esta base, se puede y se debe concebir el papel del Estado como sujeto ordenador y estratégicamente dirigido. La ley de empleo y las consecuentes políticas laborales activas han abierto un camino muy importante para activar el espíritu de cogestión en las empresas y en el sistema económico y social. Sin la colaboración de las organizaciones sindicales y empresariales será difícil alcanzar uno de los principales objetivos de esta reforma: la garantía de la inserción laboral de los desempleados. En tal contexto, se podrían haber evitado o prevenido crisis como la de ILVA o Alitalia y se podrían haber cogestionado operaciones de valor estratégico como la de Pirelli. Marchionne demostró concretamente la validez de este supuesto aunque tuviera que compartir su proyecto industrial con el sindicato americano y no con el italiano (aunque al final la CISL y la UIL siguieron su ejemplo).

Siendo así, ¿qué pasará con el "partido-sin-partido sindicato-sin-sindicato" de Landini y el sindicato anti-Renzi de Camusso? A ambos "ircocervi" les están consiguiendo sus buenos resultados: el empuje hacia la desindicalización de la CGIL y el hundimiento del ya frágil navío de la unidad sindical, por ejemplo. Por el momento podemos estar satisfechos.

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