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La verdadera enfermedad de Occidente es la devaluación del trabajo, que también socava la democracia

El desarrollo de las tecnologías y una globalización mal gobernada han llevado a la negación o devaluación del trabajo, lo que socava las instituciones democráticas y representa el verdadero indicador del malestar de todo Occidente, como relata Marco Panara en su último libro “La enfermedad de Occidente”. "

La verdadera enfermedad de Occidente es la devaluación del trabajo, que también socava la democracia

Pero, ¿de dónde viene el malestar que recorre todo Occidente? ¿Cuál es su verdadera enfermedad? Quizás valga la pena reflexionar sobre el destino de la obra. El trabajo ha sido siempre el eje sobre el que se fundaba la organización del mundo occidental. Sin embargo, en los últimos años, gracias a la crisis y el consiguiente aumento del desempleo a escala mundial, el panorama ha cambiado radicalmente. El trabajo va perdiendo progresivamente valor, tanto económico como cultural, hasta el punto de sufrir una auténtica mortificación. Este proceso ha sido efectivamente analizado por Marco Panara, editor de 'Affari e Finanza', en su último libro 'La enfermedad de Occidente', publicado por Laterza. Como atestigua el título del volumen, el autor ha identificado la degradación del trabajo como la razón principal detrás de la dinámica que está poniendo de rodillas a la economía mundial. “Occidente está enfermo. La infección tiene por lo menos veinte años, tal vez veinticinco, y es de las silenciosas, que lenta pero progresivamente va conquistando una parte del cuerpo tras otra sin que ese cuerpo se dé cuenta. Lo que ocurre en Occidente desde hace un cuarto de siglo es que el trabajo disminuye constantemente (…) Las causas son solo en parte políticas y los efectos lo afectan todo, desde la distribución de la riqueza hasta la percepción del futuro, desde la geopolítica hasta el cambio de valores, de las finanzas a la calidad de la democracia a la forma de ser de la sociedad".
Las cifras certifican sin piedad el espectacular crecimiento de este fenómeno. Tal y como muestran los datos de la OCDE, del total de la riqueza producida cada año en los países industrializados, la parte destinada al trabajo en los últimos 25 años ha disminuido de media 5 puntos. Es una dinámica que precede a la gran crisis que estalló en 2007. Baste decir que, como señalaron Luci Ellis y Kathryn Smith en una investigación publicada en 2007 por el Banco de Pagos Internacionales, si en 1983 el producto interno bruto total de en Italia 100 fueron al trabajo y 77 al capital, en 23 la participación del trabajo ya había bajado a 2005 y la del capital había subido a 69. En Francia y Japón la participación del capital había pasado del 31 al 24 por ciento, en el Estados Unidos del 33 al 30, en Canadá del 33 al 32, en España del 38 al 28, en Irlanda del 38 al 24.

Según Panara, los dos factores que más contribuyeron a desencadenar este fenómeno fueron la tecnología y la globalización desgobernada. Se han alimentado y fortalecido mutuamente, teniendo un impacto en todo el mundo industrializado. Un interesante estudio de Frank Levy del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y Richard J. Murnane de Harvard destacó cómo los nuevos mecanismos globales y la informatización han cambiado la demanda de trabajo. Hoy, de hecho, muchas actividades son realizadas en algunos casos por un ordenador o son deslocalizadas y confiadas a sujetos alejados del mundo occidental cuyos costes laborales son bajísimos. “Un trabajo de línea de montaje puede ser reemplazado tanto por una computadora como por un trabajador de línea de montaje en China, al igual que la tarea de preparar una declaración básica de impuestos sobre la renta en los Estados Unidos puede subcontratarse a un contador indio como a una computadora que tiene Turbotax y Tuxcut o software similar instalado”. Todo ello ha tenido graves repercusiones en el mercado laboral, ya que hay numerosos trabajadores de cualificación media compitiendo por un reducido número de plazas. Como resultado, terminan compitiendo en el mercado laboral no calificado y se ven obligados a aceptar un ingreso más bajo con una contracción automática de los salarios en la base de la pirámide social. La degradación del trabajo no se produce exclusivamente desde el punto de vista económico, sino que también se produce desde el punto de vista moral y cultural. “Venimos de una sociedad en la que el trabajo era la clave para cumplir las expectativas que definían el papel de uno en la sociedad. Vivimos en una sociedad en la que el dinero importa mucho más que el trabajo, o la forma de hacerlo (…) El dinero más que el trabajo parece haberse convertido en la forma de proteger el propio estatus, de mantener, al menos individualmente, un alto nivel de vida. , incluso si un alto nivel de vida en una sociedad muy fragmentada no garantiza una calidad de vida igualmente alta”. El trabajo representa la esencia de la democracia y cuando falla su papel histórico es todo el andamiaje social el que se estremece peligrosamente. ¿Cuál es entonces la medicina para curar esta "enfermedad de Occidente"? Panara, al final del volumen, ofrece su receta. ""Volver a reconocer el valor social del trabajo es la primera misión de una clase política que realmente sabe interpretar la novedad del siglo XXI, y reconstruir su valor económico es el proyecto más moderno que puede adoptar". Cada vez que el trabajo ha sido reubicado en el centro, ha seguido siempre una fase de progreso civil y económico y de conquista de la libertad. Ya ha sucedido otras veces en la historia, gracias a san Benito, a Calvino ya las grandes constituciones modernas. Por lo tanto, el trabajo debe constituir un nuevo punto de partida para curar a Occidente.

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