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El plan Juncker no es suficiente para relanzar Europa pero el problema es enteramente político

Los fondos del plan Juncker son demasiado escasos para realmente relanzar Europa, que en cambio necesitaría una maniobra fiscal que impulse la demanda interna devolviendo a las familias los ahorros robados por las medidas de austeridad - Pero la batalla por un cambio de esta magnitud es política y Europa está no está listo todavía

El plan Juncker no es suficiente para relanzar Europa pero el problema es enteramente político

Al presentar su plan de inversión al Parlamento Europeo, Jean-Claude Juncker lo comparó con el uso de cables eléctricos para arrancar un automóvil con la batería descargada. El "descarga" esperado es de 315 millones de euros. Es una pena que la cantidad, ya en gran medida insuficiente, se desembolse durante mucho tiempo en comparación con la gravedad de la crisis. Pero lo que es más importante es que una vez más el diagnóstico de la crisis implícito en la solución del Plan Juncker no tiene en cuenta que la economía europea no se mueve, no porque la batería esté descargada, sino porque se ha quedado sin combustible. , es decir, sin demanda interna suficiente para aprovechar el shock de Juncker.

En la conferencia "Euro en la encrucijada: ¿Unión de austeridad o crecimiento?”, organizada en Atenas por el Instituto Levy de Nueva York, me encontré en una sesión que incluía a Peter Bofinger, uno de los 5 asesores del gobierno alemán. En su discurso, Bofinger (¡oiga! ¡oiga!) ridiculizó lo que llamó el "mantra" de las reformas estructurales como una panacea para la crisis. Y se preguntaba retóricamente por qué países mucho más flexibles que Europa como Estados Unidos salían de la crisis con una política fiscal expansiva (EEUU hacía un 12,5% de déficit/PIB mientras nosotros destruíamos el ahorro europeo con la austeridad).

Y también coincidió con mi tesis, que a diferencia de la tradicional receta keynesiana que pide una caída del ahorro para crear demanda, propone que los ahorros que les robaron a fuerza de austeridad sean devueltos a las familias europeas. Para obtener este resultado, premisa indispensable para la recuperación de la confianza y el gasto, el mejor camino a seguir es dejar correr el déficit global europeo. El problema, me explicó Bofinger más tarde, es que los otros 4 miembros del comité de expertos "son más conservadores que la primera ministra Merkel".

El amplio consenso entre los ponentes de la conferencia fue que se necesita una inyección fiscal en la eurozona, pero que aún no existe un plan políticamente aceptable para poder implementarla de forma prorrateada, es decir, sin cuestionar cuestiones de unión fiscal y transferencias entre pueblos. La unión política sería la solución de libro de texto, pero 6 años de crisis experimentada peligrosamente han erosionado la confianza mutua, desencadenado fuerzas de desintegración y hecho que esta solución esté aún más lejos de lo que ya estaba al estallar la crisis.

Para entender el clima en Europa, basta saber que dos banqueros centrales, invitados a la misma conferencia, de países de la UE no pertenecientes a la eurozona, tuvieron el descaro de afirmar que su intención es permanecer en Europa pero fuera del EUR. Como diciendo: solo tomamos lo que más nos gusta de Europa (incluidos los fondos estructurales). Es una pena que pasen por alto un pequeño detalle, a saber, que el tratado firmado por sus gobiernos les compromete a converger y unirse al euro. A diferencia del Reino Unido y Dinamarca, que solicitaron y obtuvieron una cláusula formal en el tratado, Polonia y la República Checa no tienen el privilegio de poder decidir "sobre el papel" a qué instituciones europeas optan por adherirse.

En resumen, el clima es difícil. Pero no hay alternativas creíbles a una maniobra fiscal acordada por los 18 (pronto 19) países de la Eurozona. El mercado único europeo, en el que se basó el proceso de integración como motor de crecimiento, necesita urgentemente una política de gestión de la demanda interna.

Por supuesto, el euro podría depreciarse (si realmente lo logra) y así exportar algo de desempleo en aquellos países que tienen deuda pública. Pero los problemas internos quedarían: Alemania ha acumulado créditos hacia los países del sur de Europa, y cuando éstos quiebren definitivamente y salgan, el país acreedor Alemania se quedará con un puñado de moscas. En Atenas, Jan Kregel (que en 2009 fue ponente del presidente de la Comisión de la ONU sobre la reforma del sistema financiero internacional) lo expresó así: con las reglas actuales del euro, los que no exportan no crecerán, pero al que crece exportando tarde o temprano le devuelven las plumas. Una espiral diabólica.

¿Qué impide todavía que Europa dé el paso decisivo? El problema es todo político, requiere previsión y capacidad para encontrar soluciones originales. Mientras tanto, la única discusión es poner algunos parches, como por ejemplo la petición de excepciones al pacto fiscal, que de concederse tendría el magro resultado de dispersar ese "plus" de la demanda en mil riachuelos que acaban en la economía global, con la creación de puestos de trabajo en casa. Padoan y Taddei lo piensan cuando intentan obtener algunos puntos más de déficit.

¿Es posible que la perspectiva de las elecciones presidenciales francesas en 2017 no sea suficiente para tranquilizar a los líderes europeos? Y cuando Syriza haya ganado las elecciones en Grecia y quiera renegociar la carta de intenciones con la Troika, ¿qué harán España, Portugal e Italia? ¿Serán espectadores o entrarán en juego para renegociar las reglas generales del euro y dar un giro positivo a la historia de nuestro continente? Mientras tanto, Rusia respalda a los partidos anti-euro en las noticias. ¿Lo hace porque está abrigando la idea de una Europa más fuerte y unida o la de una Europa más débil y dividida? Dejo la respuesta al lector.


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