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El No al referéndum es el último error de la CGIL della Camusso

El farisaico pronunciamiento de la CGIL contra la reforma no tiene base sindical: los derechos de los trabajadores no se dañan con la nueva normativa, no hay riesgo autoritario y a todos les interesa una democracia deliberativa - La verdadera apuesta es la gobernabilidad pero el No aísla a los CGIL aún más

El No al referéndum es el último error de la CGIL della Camusso

Hay una ley constitucional aprobada por el Parlamento en abril de 2015, tras un debate muy extenso y un filibusterismo agotador, a la que se han presentado más de 15.000 enmiendas que han tocado todos los aspectos, incluso la forma gramatical y sintáctica. Esta ley debe someterse a un referéndum confirmatorio: por lo tanto, se le pide al ciudadano que declare si tiene la intención de ratificar la resolución de sus representantes o no.

En este último caso, se mantendrá el ordenamiento constitucional vigente. No se trata, pues, de expresar una apreciación de sus méritos y menos de un método, que ya tuvo lugar en la fase de prueba, sino de decidir si queremos confirmarlo o cambiarlo adoptando las nuevas reglas aprobadas por el ley de reforma.

Es por tanto preocupante y desconcertante que la CGIL haya emitido formalmente un juicio radicalmente negativo sobre esta ley de reforma constitucional que, vale recordar, fue aprobada por la amplia mayoría de las dos Cámaras en triple lectura; aunque farisaicamente se abstuvo de llamar a sus suscriptores a no votar por su aprobación. Leyendo el farragoso texto del documento aprobado por el Comité Ejecutivo de la Confederación, que además recomienda el uso de una jerga entre politiquería y profesoral (que dice mucho de sus ocultos inspiradores), uno se pregunta cómo estas reformas constitucionales contienen disposiciones que pueda lesionar, directa o indirectamente, los derechos individuales y colectivos de los trabajadores y de sus organizaciones representativas. 

Por el contrario, si se puede hacer una nota al respecto, sería lamentable que no se aprovechara la oportunidad para favorecer la implementación de los artículos 39, 40 y 46 de la Constitución. Si esto no ha ocurrido, es sólo por sensibilidad y respeto a la autonomía colectiva. Por supuesto, a nadie se le puede negar el derecho a expresar su opinión sobre asuntos de interés general, pero es necesario saber evitar la confusión de roles institucionales y asumir la responsabilidad de las consecuencias políticas de sus actos.

Un sindicato que declara su aversión a una ley constitucional e invita a sus afiliados a votar no, no puede dejar de ser consciente de que está realizando un acto político del que conoce las consecuencias en términos de inestabilidad política, económica y financiera con las consiguientes consecuencias sociales. efectos, ambos más que sabe perfectamente que la masa de fuerzas que apoya el no está unida sólo en el objetivo de derrocar al gobierno de Renzi y es incapaz de expresar un proyecto diferente o una coalición alternativa, mientras sea en interés del sindicato tener un interlocutor político con quien dialogar y, cuando tenga titularidad, negociar.

Faltan los supuestos y condiciones que justifiquen un acto que sólo conducirá a un mayor aislamiento político de la CGIL ya una profundización de la división sindical. Entonces, ¿por qué involucrarse en un conflicto del que saldrá derrotada de todos modos? Lo cierto es que el verdadero tema es la gobernabilidad y son las condiciones institucionales que garantizan el poder de gobernar al partido que obtenga la mayoría electoral; lo que significa que las decisiones políticas de la mayoría no deben estar condicionadas por la búsqueda previa de un consenso bajo la forma de participación en la gestión del poder a través de intercambios o compensaciones. 

En cambio, esta fue la lógica perversa de los gobiernos de coalición tanto en la forma proporcional como en la de los polos alternativos, pero también fue la filosofía y la práctica de la concertación lo que llevó a la práctica del derecho de veto de los sindicatos sobre la actividad legislativa y el gobierno. que ha sido pagado por los trabajadores a través de la esclerosis contractual, el corporativismo, la caída de la productividad y la disminución del empleo y por los ciudadanos con el aumento de la deuda pública, la presión fiscal y el bajo nivel de crecimiento.

La reforma constitucional pone al gobierno en condiciones de asumir sus responsabilidades involucrando a los sujetos y organismos sociales y económicos mediante su participación en la fase de formación y elaboración y en la de control, pero manteniendo las funciones consultivas claramente diferenciadas de las de gobierno. La clave de la gobernabilidad es la posibilidad de asumir plenamente las responsabilidades que los partidos que conforman la mayoría electoral han asumido ante la ciudadanía.

El reparto oculto del poder entre la mayoría y la oposición y entre el gobierno y los órganos intermedios se elimina y se reemplaza por formas libres de participación. Esta es una medicina amarga de beber, pero crea las condiciones para desarraigar los sistemas informales de poder que impiden la buena gobernabilidad y alimentan la corrupción. La regla según la cual es necesario garantizar a la mayoría el poder de gobernar es en Italia una de las condiciones fundamentales para que la democracia funcione.

Y que la democracia funcione es un interés vital de los sindicatos si quieren comprender e interpretar los intereses de los trabajadores. Quien habla del riesgo de crear un régimen autoritario ignora o pretende ignorar que un poder auténticamente autoritario muchas veces se esconde bajo el manto del asambleísmo o del consociacionalismo; una mala planta que toma formas cambiantes, aparentemente modernas, como el movimiento de 5 estrellas.

Una democracia deliberativa y gobernante es por su propia naturaleza extremadamente transparente porque se basa en la representación directa entre ciudadanos electores y gobernantes sobre la base de un pacto programático cuya elusión implica automáticamente su caducidad.

Los trabajadores creen, empezando por los miembros de la CGIL, que una reforma de la Constitución que agilice el trámite legislativo, aumente el peso de las autonomías locales en el gobierno del estado a través de un Senado de autonomías no electo y no remunerado, reduzca el número de parlamentarios elegidos en la Cámara de Diputados y los consiguientes gastos garantizan la gobernabilidad, la estabilidad y la participación, no es de su interés y que la situación actual debe permanecer invariable.

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