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El gobierno de Monti y los populismos enfrentados. Con las "horcas", la nueva ola de protestas en el Sur

Mientras que en el Norte la Liga parece estar en dificultades, en Sicilia con el movimiento de las horquillas se manifiesta la rebelión ante el riesgo de infiltración por parte del inframundo. La protesta de la Liga del Norte y la del Sur tienen en común el ataque frontal a las instituciones centrales, y la absoluta subestimación de la necesidad de relanzar el buen gobierno a nivel local.

El gobierno de Monti y los populismos enfrentados. Con las "horcas", la nueva ola de protestas en el Sur

Existe la posibilidad de que el gobierno de Monti, empeñado en la tremenda misión de relanzar la economía italiana, se encuentre en las próximas semanas frente a dos populismos opuestos: el de la Liga Norte y el de las "horcas" en Sicilia y, más en general, en el Sur Los dos populismos son opuestos desde el punto de vista geográfico, pero convergen desde el punto de vista político. Ambos se nutren de considerar al gobierno central como un "enemigo", sobre todo si pone en el centro de su acción una política de sacrificios por categorías individuales, poniendo en cambio el interés general de los ciudadanos en el centro. Ambos avivan las llamas de las protestas, a veces justificadas, siempre culpando al gobierno central e ignorando las graves carencias de la clase dirigente local.

Ayer en Milán salió a la calle el populismo del Norte, el representado por el Carroccio. Poco o nada nuevo en cuanto a la línea política: insultos al gobierno y en particular al Primer Ministro Mario Monti, directamente amenazado por Umberto Bossi (“Vendrán a llevarte a casa”) y luego la habitual victimización de un Norte que paga por todos. En cambio, hubo algo nuevo con respecto a las relaciones internas y aquellas con la llamada base. La impresión es que el choque interno ha sido más remendado que superado, que de eso está convencida la base, que ayer en la plaza abucheó con fuerza a los exponentes del llamado círculo mágico (desde Rosy Mauro a Reguzzoni), sin escatimar ni siquiera lo que por mucho tiempo fue considerado el líder supremo e indiscutible. En definitiva, la Liga Norte muestra importantes signos de debilitamiento, aunque intentará aprovechar los graves problemas que tiene el PDL en el Norte, de cara en solitario a las próximas elecciones locales.

Y así es del sur, de Sicilia en particular, de donde viene la nueva ola populista. Hablemos del llamado movimiento "horquillas", que con la huelga salvaje en el transporte por carretera y no solo ha puesto a la economía siciliana en una grave crisis. Un movimiento que, tras un brevísimo parón concedido en las últimas horas, se prepara para relanzar su acción rebelde en los próximos días. Seamos claros: en Sicilia y más en general en el Sur, siempre ha habido y aún más ahora, terreno fértil para la degeneración de cualquier protesta en una rebelión de facto rayana en la subversión. Los precedentes no faltan: en Sicilia el separatismo de los Finocchiaro Apriles; en Calabria la revuelta fascista de los Ciccio Francos. En cuanto a Campania, se puede pensar en el laurismo, pero incluso en tiempos más recientes no faltan malos ejemplos. Naturalmente, los primeros en sacar provecho de este terreno son las organizaciones del crimen organizado: la Camorra en el área napolitana, la 'Ndrangheta en Calabria y la Mafia en Sicilia. Y no es casualidad que una persona seria y valiente como Iván Lo Bello no pierda tiempo y denuncie de inmediato la infiltración mafiosa en la revuelta de la horca.

Aldo Cazzullo escribió en el "Corriere della Sera": "En Sicilia asistimos a los dolores de parto que preceden al nacimiento de la Liga o Ligas del Sur" con "un movimiento que se anuncia más populista que clientelista, rebelde y extrapolítico más que que institucional y gubernamental". Difícil no compartir este análisis. Lo que hace aún más preocupante el repunte populista proveniente de las regiones del sur es el bajo nivel de la clase política local. Érase una vez en el Sur, los partidos estaban representados por personal político de calidad. Basta pensar en Macaluso y La Torre en Sicilia, en Amendola y Napolitano, pero también en De Mita y Sullo en Campania o Giacomo Mancini en Calabria. Hoy eso ya no es así. Y no es casualidad que en Sicilia el gobernador Lombardo (que también debería tener alguna responsabilidad en la gestión de sus regiones) aplaudió inmediatamente los motivos de la revuelta comprometiéndose a representarlos en Roma, quizás en la próxima reunión con el primer ministro. Tomar la iniciativa de los movimientos insurgentes es ciertamente más fácil que oponerse a ellos con razones de buen gobierno.

Eso es buen gobierno. Desgraciadamente es una cuestión que sobre todo en el Sur y sobre todo en los últimos años (de Berlusconi, pero también del Bassolinismo) ha faltado en el Sur y no sólo en el Sur. Ese buen gobierno, que Salvemini, no siempre discutiendo acertadamente con Giolitti, colocó en el centro de su cuestión sureña. Tal vez sería hora de prestarle atención. Podría hacerlo él mismo Mario Monti, un hombre que viene del Norte, como vino de esas regiones Pasquale Saraceno, que dedicó una vida a las razones del Sur.

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