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El caso del vale: son útiles pero deben ser rastreables

La verdadera demanda de trabajo discontinuo en Italia se puede estimar en al menos 10 millones de horas al mes. Así lo afirmaba el más reciente estudio de INAPP que ha desmentido muchos clichés y condenado ciertas teorías "abolicionistas". Pero es fundamental que sea trazable para equilibrar las necesidades de la empresa con las de una cuota de protección para el empleado.

El caso del vale: son útiles pero deben ser rastreables

En las últimas semanas, en las que está en marcha el "prise du pouvoir" de la coalición amarillo-verde, he leído -lo hago a cada plazo, pero esta vez he prestado más atención y he ampliado el horizonte- los informes institucionales sobre la situación en el país. Recuerdo los principales (que se suman a la consulta de seguimiento periódico sobre el desempeño del mercado laboral y del sistema de pensiones): el XVII Informe Anual del INPS, el Informe del Tribunal de Cuentas de 2018 sobre la coordinación del gasto; el octavo informe anual sobre los extranjeros en el mercado laboral en Italia. Por último, encontré interesante un Inapppolicybrief muy reciente (n.9 de 2018) sobre el uso del trabajo auxiliar y la demanda de trabajo discontinuo.

Al leer estos documentos, tuve una impresión que creo que sería útil compartir: fue como si las instituciones, los centros de estudio y los investigadores que redactaron estos informes lo hicieran para referencia futura. En definitiva, dejar escrito para la posteridad cómo eran realmente las cosas en Italia antes de que el Gran Hermano verdeamarillento fuera capaz de pasar sólo las mentiras del régimen. Básicamente, como si los últimos "justos" salieran a ocupar sus puestos, ante la guillotina del sistema de despojos de noantri, han aprovechado los meses de transición para insertar, en botellas confiadas a las olas del mar, los mapas de los lugares secretos -que escaparon a la devastación- en los que las futuras generaciones podrán encontrar preciosos documentos que contienen la verdadera historia de su país, ante las invasiones y dominaciones bárbaras.

La publicación del Inapp (antes Isfol) se mide frente a uno de los temas -el de la llamada precariedad- que más ha contribuido a la afirmación de las nuevas teorías dominantes según las cuales no son los hechos, sucesos y procesos los que cuentan, sino la percepción “democrática” que el pueblo tiene de ellos. El estudio examina la consistencia de las relaciones laborales accesorias y discontinuas en la estructura general del empleo como consecuencia de los efectos de los recurrentes cambios legislativos de los últimos años, inspirados ahora por políticas permisivas y ahora por persecuciones reales de carácter ideológico.

Según la distinta inspiración de las normas, las tipologías de trabajo discontinuo y accesorio amplían o restringen su ámbito de intervención, se suceden, se reemplazan. Es una especie de juego de las cuatro esquinas donde le toca a una forma apuntada de vez en cuando para quedarse en el medio, antes de volver (ver el caso de los vales) en boga. Pero en balance, el informe llega a conclusiones que invitan a la reflexión. La evolución del uso de formas discontinuas de trabajo -afirma el documento- pone de manifiesto una reacción casi inmediata de los empresarios a las medidas de limitación por un lado y de liberalización por otro, reduciendo su uso en el primer caso y ampliándolo en el segundo.

Sobre todo, se produce un traslado de la demanda de trabajo discontinuo hacia las formas relativamente menos reguladas, lo que ciertamente encubre en parte el uso de estas formas como cobertura legal del trabajo irregular o no declarado. Sin embargo, lo ocurrido tras la introducción de la trazabilidad de los vales en octubre de 2016, cuando se incrementó el uso del trabajo de guardia, que además prevé estrictos criterios de uso y trazabilidad desde 2012, nos lleva a pensar que existe una demanda de servicios discontinuos por así decirlo. genuino, que está motivado por necesidades de carácter organizacional-productivo más que por el deseo de utilizar instrumentos legales para ocultar el trabajo no declarado.

De hecho, es sintomático -el punto es importante- que tanto antes de la reforma de 2012, que limita el uso de las guardias y al mismo tiempo liberaliza el uso del bono, como tras la supresión de este último, hay una base de demanda de trabajo discontinuo estimada en al menos 10 millones de horas mensuales. Esta demanda tiene necesidades distintas de las que legitiman el uso de contratos de trabajo a plazo fijo o temporal, para los cuales se establece previamente la cantidad de horas de trabajo. El decisor puede considerar inaceptables las consecuencias de la discontinuidad del trabajo para el trabajador, relacionadas con la potestad unilateral del empleador de establecer si se llevará a cabo la ejecución y cuándo.

El riesgo de esta posición es que el efecto de transferencia, que ha destacado el documento de política del Inapp, se dé hacia formas "pobres" de trabajo por cuenta propia, o hacia el trabajo no declarado, privando así al trabajador de derecho laboral, social y de seguridad social (que son también previsto en todos los casos regulados). Un enfoque alternativo –aquí está la ardua sentencia que condena ciertas teorías abolicionistas cuestionables– consiste en reconocer la existencia de la demanda de trabajo discontinuo, y considerarla aceptable (sólo) en la medida en que las necesidades organizativas y productivas del empleador puedan ser satisfechas. conciliadas con las del trabajador para obtener la certeza de un quantum de protección. Esta posición nos lleva a considerar fundamental e ineludible la adopción de una trazabilidad rigurosa de cualquier forma de trabajo discontinuo.

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