La quiebra de Grecia está quizás más cerca que nunca pero asusta menos, mucho menos que hace unos meses. Hoy el peligro de contagio, que alimentó la cuarta fase de la crisis global -la del riesgo soberano y la emergencia de la deuda pública de los países más expuestos- parece un arma contundente. La prueba se está teniendo en estas horas. El aplazamiento del Eurogrupo y la intención de Europa de pedir a Atenas nuevas garantías tras las temerarias declaraciones del líder de Forza Nuova, que promete revocar los acuerdos de ayuda con la troika internacional inmediatamente después de las próximas elecciones generales griegas, no escandalizó en absoluto. El mercado.
No solo eso, sino que Piazza Affari es la mejor bolsa de valores de Europa, los bancos brillan y el diferencial Btp-Bund es estable. Al decir que Grecia, si quiere salvarse, debe hacer como Italia, ciertamente el Ministro de Finanzas alemán, el halcón Wolfang Schaeuble, nos echó una mano. También de cara a la cumbre Monti-Merkel del viernes en Roma. Pero la lluvia de liquidez garantizada sin límites a los bancos europeos por SuperMario Draghi fue decisiva para esterilizar el contagio griego. Si Grecia quiebra, los efectos sobre los bonos del gobierno y sobre los bancos europeos que tienen bonos griegos en sus estómagos serían limitados y el mercado ahora ha tomado nota de esto. Así que gracias al BCE, pero también gracias a Monti que sigue en el camino de la reforma y el fortalecimiento de la imagen de Italia a nivel internacional, a costa de renunciar a aquellos Juegos Olímpicos que fueron fatales para Atenas. Aunque el alcalde de Roma Alemanno no lo sepa.
