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Filosofía: el arte y su régimen estético en la Aisthesis de Jacques Rancière (revisión)

El régimen estético del arte en el libro del filósofo francés Rancière

Filosofía: el arte y su régimen estético en la Aisthesis de Jacques Rancière (revisión)

el trabajo Aístesis. Scènes du régime esthétique de l'art del filósofo Jacques Rancière nos permite comprender con mayor sutileza y precisión las articulaciones del pensamiento de este filósofo constructor de la estética. La contribución por tanto a entregar al público parte del fondo de estudios y trabajos particulares en los que se basa cada uno de los trabajos más teóricos del autor. Subtitular Scènes du régime esthétique de l'art, se organiza en torno a catorce escenas de este tipo las cuales cada una hacen referencia a un acontecimiento, fechado y situado en el Espacio y el tiempo, de ahí que se pueda plantear la cuestión del constante cambio de este aquí apela al “Arte” desde el surgimiento de la estética. “Aisthesis”, término acuñado del griego, es en efecto el nombre de la categoría que, desde hace tres siglos (Baumgarten y Kant), designa en Occidente el tejido sensible y la forma de inteligibilidad de lo que llamamos “Arte” también es bueno porque, por un lado, esta noción se fundamenta, según Rancière, en dispositivos, formas de sensibilidad y discursos sobre revoluciones artísticas, y por otra, “Arte” –con mayúscula– es una noción que designa una forma específica de experiencia de lo sensible. Esta última sólo existe en Occidente desde el siglo XVIII, el siglo de la propia estética, aunque vacía el concepto general de belleza tal y como lo heredamos de los griegos.

Esta categoría, "Arte", por lo tanto, se refiere a formas de experiencia sensible, modos de percibir y ser afectado, a una forma de vida "según la cual, durante dos siglos, hemos percibido cosas muy diferentes a través de sus técnicas de producción y sus destinos como pertenecientes en común con el arte . Sin embargo, no debemos creer que Rancière devuelve así un reflejo de la esencia. El régimen de percepción, sensación e interpretación del arte se constituye y transforma constantemente. Sabemos que la reconfiguración del pensamiento estético de Rancière ha producido todo un nuevo conjunto de reflexiones sobre la relación entre estética y política. El autor también ha mostrado que el encuentro entre ambas, estética y política, no era contingente, sino que estaba inscrito en el concepto mismo de política. Es el concepto de "compartir lo sensible" el que le ha dado sus contornos. Sin embargo, restaba dar un estatuto a esta noción de "Arte", extraerla de la base tradicional de la imitación.

"Arte"? ¿Y este concepto? Este uso del término sin complemento sustantivo se ha establecido históricamente. Rancière lo llevó a Winckelmann. No se refiere en modo alguno a una competencia (la de los creadores), sino a la existencia de un "ambiente sensible en el que conviven las obras". Para hacer tal ensamblaje, se tuvieron que realizar muchas operaciones. Una consistía en extraer el concepto de Arte del horizonte de la vida del artista y del de las artes; El arte tenía que convertirse en arte en sí mismo; luego toma la forma de un relato, un esquema temporal y causal, que inscribe la belleza en un proceso de progreso; para terminar ofreciéndose a una mirada desinteresada dentro de los museos. Así el Arte se ha convertido en una realidad autónoma, en relación con un entorno (formas de vida colectiva y posibilidad de invención individual).

El régimen estético del arte se opone al régimen representativo. El primero nos revela que "la voluntad se agota en lo que cree sus fines y que en realidad no son más que la marcha obstinada de una vida que nada quiere". El arte ya no tiene que imitar la naturaleza física o las pasiones humanas. Ahora atribuye al matrimonio la potencia específica de las cosas o de la oración, su "pura potencia de producir o de desaparecer en su producción". Rancière nos lo muestra en cada una de las escenas, por ejemplo, describiendo con detalle la forma en que Emerson, en 1841, en Boston, formula en toda su radicalidad el ideal modernista de un nuevo poema del hombre nuevo, que no se compromete a sí mismo en última instancia en la materialidad vulgar sólo para traerlos de vuelta a la vida del pensamiento y del todo.

Estas escenas de la régimen estético del arte constituyen un mecanismo formidable para incorporar una comprensión de este concepto. Se podría concluir que el estudioso de esta filosofía no debe ceder al esfuerzo incesante de practicar la negación de los juicios heredados sobre la historia de la modernidad. Debe construir paso a paso las brechas que le permitan a la vez crear una nueva historia de esta última, y ​​volverse contemporánea, afirmándose en el choque entre temporalidades heterogéneas y en una brecha radical con lo único.

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