comparte

Cuba, 60 años de comunismo: así cambia el régimen

2019 marca el sexagésimo aniversario de la revolución castrista y también el 500 aniversario de la fundación de La Habana, la capital de la isla caribeña - Tras años de tensión, Raúl Castro y Obama iniciaron un deshielo que, sin embargo, fue interrumpido por Trump - En febrero, la nueva Constitución , que se abre a la iniciativa privada, se votará en referéndum popular.

Cuba, 60 años de comunismo: así cambia el régimen

Quinientos años de historia, sesenta años de comunismo. 2019 no será un año cualquiera para Cuba: fue noviembre de 1519 cuando Diego Velázquez de Cuellar fundó la ciudad de La Habana, que luego se convirtió en la capital de la isla caribeña y principal puerto de todas las colonias españolas de ese Nuevo Mundo descubiertas unas décadas. Antes. Muchos siglos después, El 1 de enero de 1959 se inició oficialmente el régimen de Fidel Castro.: ese día hace sesenta años el dictador Fulgencio Batista, amigo de los narcos y de Estados Unidos, huyó de La Habana y triunfó en la isla la revolución apoyada también por el guerrillero argentino Ernesto Che Guevara (y otros, como Camilo Cienfuegos). luego asesinado en 1967, pero se convirtió, especialmente para las generaciones posteriores, en un ícono de esa experiencia.

Más de medio siglo después, fallecieron también Fidel y su hermano y sucesor Raúl, quien reinició el diálogo con Estados Unidos tras años de tensiones, la guerra fría y el embargo. dejó la presidencia a Miguel Díaz-Canel, un ingeniero de origen humilde nacido exactamente un año después de la revolución, en 1960. El régimen, que durante décadas hizo de Cuba única en América Latina en alfabetización y salud, siente ahora el peso de los años y se enfrenta a la desafío de actualizar su comunismo, intransigente en la era de Fidel y más moderado en los últimos años, bajo la presidencia de Raúl. La situación económica en la isla caribeña no es alentadora: según algunos expertos, el nivel de vida está estancado o ha vuelto al del "período especial" de la década de 90, cuando terminó la ayuda de la Unión Soviética pero no el embargo decretado por los Estados Unidos, que todavía está en fuerza.

La proximidad hostil de la superpotencia norteamericana siempre ha influido en la historia de Cuba, arrebatada por Gran Bretaña a España en el siglo XVIII, a principios del siglo XX pasó a ser un protectorado estadounidense, lugar de vacaciones ideal durante los años de la Ley Seca y sobre todo una tierra de enormes intereses económicos gracias a sus recursos naturales, en particular la caña de azúcar, como relata visceralmente Edoardo Galeano en "Las venas abiertas de América Latina". Cuba ha sido el principal productor mundial de azúcar a lo largo de los siglos, desde los días en que se importaban esclavos de África para trabajar en las plantaciones. Hasta la revolución de Castro, todo el negocio estaba en manos de multinacionales con barras y estrellas. Entonces las cosas cambiaron, Cuba recuperó la posesión de su territorio, diversificó los cultivos para intentar ser autónoma, construyó infraestructuras, llevó la educación hasta los lugares más recónditos y pobres de la isla. Sin embargo, ha permanecido sometido a pruebas muy duras, que también han estimulado el orgullo cubano, muchas veces al borde de la provocación.

E influyeron, si no dictaron, las opciones políticas e ideológicas y las consiguientes alianzas, que caracterizan la versión caribeña del comunismo. Barack Obama había restablecido lazos diplomáticos con el encuentro y apretón de manos histórico con Raúl Castro en La Habana en 2016, interrumpiendo una guerra fría que duró más de medio siglo (sin contar que fue el primer presidente estadounidense en pisar Cuba en 88 años). Donald Trump interrumpió entonces el proceso de distensión iniciado por su antecesor al confirmar lo que Vicki Huddleston, exdiplomática estadounidense en La Habana, y muchos otros expertos sostienen, a saber, que décadas de sanciones no han convencido a los líderes cubanos de renunciar a su comunismo ni aplicar -según el punto de vista de Washington- las libertades democráticas. Trump ha vuelto a los viejos métodos, casi de la Guerra Fría, y el régimen de La Habana ha frenado las reformas. Prueba de ello es el texto de la nueva Constitución, que se abre a una nueva etapa, pero con cautela.

Ha ampliado el espacio reservado a la iniciativa privada, pero el régimen sigue siendo tacaño en la concesión de algunas libertades individuales esenciales. Por ejemplo, en el frente de la persecución a los homosexuales, sin duda una de las manchas del castrismo junto con la de los intelectuales disidentes, habrá un paso adelante en el sentido de que la nueva Constitución ya no habla de matrimonio "entre un hombre y una mujer", tal como está escrito en la actual Constitución de 1976; pero también ha desaparecido la fórmula propuesta inicialmente por Mariela Castro, hija de Raúl, quien hablaba aún más abiertamente del “matrimonio igualitario”, es decir entre personas del mismo género. Ahora hablamos genéricamente de matrimonio libre entre cónyuges, pero la legislación específica se definirá luego en el nuevo Código de Familia. Luego está la confirmación del partido comunista como partido único y del control estatal de todos los medios de comunicación, y no se ha aceptado la elección directa del presidente de la república ni de otros órganos regionales y provinciales.

En el texto de la nueva Constitución, discutida en decenas de miles de asambleas, en la que según las fuentes participaron ocho millones de cubanos (de once millones), y aprobada en días pasados ​​por la Asamblea Nacional (será sometida a referéndum popular en finales de febrero), también se retomó la referencia al comunismo que con el socialismo proporciona "la única garantía" para que los seres humanos alcancen la plena dignidad. El Estado socialista se confirma como el regulador del mercado y de la planificación económica, coexistiendo con la propiedad privada. Así que trate de resistir al comunismo cubano, que sobrevivió al soviético que lo inspiró y apoyó, antes de abandonarlo prematuramente hace 30 años: 2019 es también el trigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín.

Revisión