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Cine contra Netflix: el Gobierno sale al campo

El ministro de Patrimonio Cultural, Grillino Bonisoli, anuncia la firma de un decreto que regulará la distribución de películas entre salas de cine y plataformas de streaming, favoreciendo a las primeras y levantando una inevitable ola de polémica - Pero al final será el mercado el que elija el verdadero ganador

Cine contra Netflix: el Gobierno sale al campo

Los ruidos de la guerra se escuchan desde lejos: el choque frontal está a punto de comenzar entre los mundos del cine, la televisión e Internet. Ayer el Ministro de Cultura, Alberto Bonisoli, declaró que "Hoy me dispongo a firmar el decreto que reglamenta las vidrieras en base al cual las películas tendrán que ser estrenadas en cines primero y después de eso en tantas plataformas como quieras. Creo que es importante garantizar que quienes gestionan un cine se sientan cómodos al poder programar películas sin que estén disponibles en otras plataformas al mismo tiempo”. Algunos lo han interpretado como una declaración de beligerancia, en particular contra Netflix y Amazon Prime que también están ganando una aclamación progresiva entre los espectadores de varios tipos en nuestro país.

En realidad, la iniciativa de la ministra se refiere a un decreto de desarrollo de la Ley a favor del Cine dictado en 2016 que definía “La intervención pública en apoyo al cine y al sector audiovisual para garantizar el pluralismo de la oferta cinematográfica y audiovisual y favorecer la consolidación de la oferta nacional industria cinematográfica en sus diversos sectores también a través de instrumentos de apoyo financiero”. El caso es que, también tras las presiones ejercidas en varios lugares por los principales actores del campo, la disposición ha sido leída en clave anti-streaming. En cuanto al fondo, la disposición se dirige únicamente a la producción nacional interesada en utilizar los diversos apoyo financiero y desgravación fiscal, para obtenerlo es necesario pasar primero un determinado número de días en salas (más de 100) o 60 días si la película se distribuye en al menos 80 salas.

Sin embargo, es necesario recordar que hace tiempo que el campo de batalla está preparado para recibir a los contendientes. hubo primero la fuerte polémica en el Festival de Cine de Cannes, cuando las películas de producción de Netflix que aún no se hayan estrenado en los cines no sean admitidas a concurso. Luego, en junio, durante la Junta de Accionistas de Mediaset, tanto el Presidente Felice Confalonieri como el Consejero Delegado, Pier Silvio Berlusconi, anunciaron la idea de dar vida a un proyecto europeo de una plataforma común capaz de hacer frente a el avance agresivo de varios competidores en banda ancha. Luego, en septiembre, se llevó a cabo el Festival de Cine de Venecia, donde el tema de la distribución en salas más que la red de operaciones cinematográficas tomó el centro del escenario: Netflix no solo participó sino que también se llevó a casa importantes premios.

El principio que se ha afirmado es que una película se aprecia o no en relación con su calidad, sus contenidos, y no en relación con las formas en que se distribuye. Tal y como afirma Antonio Morabito, director de Danos nuestras deudas, lanzado primero en línea y luego en los cines, "Puse el hecho de estar distribuida en 190 países en 22 idiomas de un lado de la balanza junto con su entusiasmo por apoyar una película que tiene un fuerte valor político y del otro la no proyección y no tuve dudas”. El tema es exactamente este: ¿cómo se puede afrontar la hemorragia de espectadores de los cines?

Los datos, los números de entradas vendidas en taquilla, en la mayoría de los países "cinematográficamente avanzados" hablan por sí solos: el público está abandonando poco a poco la gran pantalla en favor del visionado en streaming, personal, privado. Esto sucede tanto por los contenidos (ver todas las producciones seriadas de gran éxito mundial) como por los modos de uso. La película se puede ver donde, cuando y cuanto quieras, en cualquier dispositivo portátil o fijo y, añadamos, a un coste mucho menor. De hecho, frente a un coste medio de 6 euros por entrada, la suscripción a una biblioteca muy grande se paga un poco más.

Los fanáticos de la pantalla grande son como aquellos que prefieren un periódico impreso a uno en línea. Los dos mundos pueden coexistir, aún no sabemos por cuánto tiempo, pero el terreno para la tregua y la convivencia pacífica es solo la calidad. El mercado, como siempre, jugará su papel y permitirá decidir de qué lado podemos enterrar el hacha.

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