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Bundesbank: ¿euros? No gracias, mejor yen. Aquí está el último invento de Weidmann, el halcón Buba

Es el último "hallazgo" de Jens Weidmann, el halcón de Buba: abrir una oficina en Tokio para gestionar parte de sus reservas de divisas directamente desde los mercados financieros asiáticos -Comenzará con valores denominados en yenes y dólares australianos y luego hacia yuan y won – Preferiblemente ahora a las deudas de países como Italia y España.

Bundesbank: ¿euros? No gracias, mejor yen. Aquí está el último invento de Weidmann, el halcón Buba

Los halcones vuelan a Tokio. Después de Nueva York, el Bundesbank decidió abrir una oficina de representación en la capital japonesa para gestionar parte de sus reservas de divisas directamente de los mercados financieros asiáticos (a finales de 2011 eran 29,4 millones de euros, principalmente en dólares, más 132,9 millones en oro y 22,3 mil millones en créditos del FMI para una reserva total de 184,6 mil millones).

"Con sede en la oficina de representación de Tokio -anunció el Bundesbank- abriremos una oficina comercial a partir del próximo septiembre". El objetivo es comprar activos denominados en monedas de Asia-Pacífico, comenzando primero en yenes y valores denominados en dólares australianos con la opción de expandirse luego para incluir el yuan, el won y las monedas del sudeste asiático. En definitiva, cada vez más Asia en la cartera de Buba. En cambio, ha levantado cada vez más las barricadas contra las deudas de los países periféricos de la Eurozona, especialmente Italia y España, oponiéndose a cualquier intervención del BCE de Mario Draghi a favor de los bonos gubernamentales de estos países.

No sin una pizca de hipocresía: en 1975 el Bundesbank compró títulos de deuda alemanes y también títulos vinculados al correo y telecomunicaciones alemanes, por un valor equivalente al 1% del PIB de Alemania Occidental. El episodio fue recordado en los últimos días por los analistas franceses de Bnp Paribas y desencadenó la escueta respuesta de la oficina de investigación del Commerzbank alemán: "Mientras en ese período el Bundesbank quería apoyar la economía (de forma similar a como lo está haciendo hoy la Fed), el BCE está tratando de evitar que algunos países quiebren”, recordando que el BCE en cambio se verá obligado a intervenir si los políticos no intervienen, tal como lo demuestran los planes recientes de Grecia… ¿Estrategia de salida? Ninguno disponible".

Más allá de los tecnicismos, no pasa desapercibido que hoy al frente del Bundesbank, que acaba de celebrar su 55 aniversario, se encuentra el halcón más halcón de todos más allá de todos los pronósticos: Jens Weidmann, economista, asesor de 2006 a 2011 de Canciller. Angela Merkel. Sí, porque cuando lo mencionaron, muchos tuvieron dudas. Y no tanto, como recordaba el Financial Times hace unos días, porque Weidman, a sus 44 años el presidente más joven de la Buba, con una voz tranquila que nunca se enfada, no representó la imagen canosa de sus antecesores. Más bien porque, como uno de los hombres más cercanos a la canciller en los últimos cinco años, el temor era que ella no pudiera mantener un control firme sobre la autonomía de la institución que personifica la disciplina monetaria alemana.

Pero hoy, con su firme oposición a la línea de Draghi, ha hecho cambiar de opinión a muchos. No solo eso, Weidmann se ha convertido en el Thomas Becket de Angela Merkel, para usar otra feliz comparación de Quentin Peel del Financial Times. Ya porque, tras el discurso londinense de Draghi (El BCE está dispuesto a hacer todo por el euro, dentro de su mandato, incluido el objetivo de mantener vigente el canal de transmisión de la política monetaria, apoyó en síntesis), mientras desde Berlín el Gobierno se apresuraba a reafirmar su apoyo a Draghi, desde la Buba de Frankfurt el "niet" y la palabra "mandato" resonaron cada vez con más fuerza y ​​claridad.

“La pregunta – escribe Peel desde Berlín – es si el hombre puesto allí por Angela Merkel de repente se convirtió en su Thomas Becket, quien fue nombrado arzobispo de Canterbury en el siglo XII por el rey Enrique II para frenar el poder de la Iglesia y en su lugar ha convertirse en su mayor defensor, una espina clavada en el costado de la Monarquía”.

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