Eran las 5:20 de la mañana de un lunes. Diciembre 28 1908, hace exactamente 111 años, cuando un terremoto de magnitud 7.1 golpeó el área de Messina y Reggio Calabria. Fue uno de los eventos sísmicos más desastrosos de todo el siglo XX y causó la muerte de más de 100 mil personas. Ningún otro desastre natural se ha cobrado más vidas en la historia europea.
El poder destructivo del terremoto se amplificó cuando la tierra comenzó a moverse: cientos de miles de personas fueron atrapado en el sueño, en su casa, en su propia cama, y ni siquiera tuvieron tiempo de reaccionar.
Infraestructuras y vías de comunicación, ya precarias en el sur a principios de siglo, se vieron repentinamente interrumpidas: malos caminos, puentes colapsados, vías férreas inservibles. Adiós también al telégrafo y al teléfono, así como al gas y la electricidad. Naturalmente, todo esto dificultó las operaciones de rescate, que incluso sin estos impedimentos adicionales habrían sido muy insuficientes para hacer frente a una catástrofe tan grande.
El terremoto (o un derrumbe submarino, según reconstrucciones más recientes) también provocó un tsunami y el efecto combinado de los dos eventos fue más devastador Messina, donde casi el 90% de los edificios no aguantaron el impacto y colapsaron.
Pero la situación también era trágica en Reggio Calabria. “Las descripciones de los periódicos están por debajo de la verdad – dijo el político socialista Pietro Mancini – Ninguna palabra, la más exagerada, puede darte una idea. Debes haberlo visto. Imagina todo lo que puede ser más triste, más desolador. Imagina una ciudad completamente derruida, gente atónita en las calles, cadáveres pudriéndose en cada esquina, y tendrás una idea aproximada de lo que es Reggio, la hermosa ciudad que fue”.
La fase de reconstrucción fue objeto de violentas críticas por la lentitud de las obras y porque las nuevas casas se construyeron como las anteriores, sin precauciones antisísmicas. A pesar de ello, en muchos casos los herederos de los supervivientes se vieron obligados a vivir en los cuarteles durante décadas.
