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Trump, el golf y la costumbre de hacer trampa

Trump, el golf y la costumbre de hacer trampa

“Evitar jugar el campo como está y asentar el balón de la mejor manera. Sea inteligente en cada toma y moleste a los demás. El juego limpio no es necesario, solo cuenta ganar

Este podría ser el incipit del nuevo manual de las Reglas de golf, firmado por Donald Trump. Aparentemente de hecho el presidente de los Estados Unidos tiene la costumbre de hacer trampa en su deporte favorito y, para permanecer fiel a su bajísimo hándicap de juego, a menudo y de buena gana declara un número de golpes inferior al realmente ejecutado, niega las penalizaciones, ignora las bolas en el agua y en los obstáculos y, a falta de otras soluciones , persigue la pelota de los oponentes en la arena. ¡Un auténtico fastidio! Así nos cuenta el libro "Commander in Cheat: How Golf Explains Trump", firmado por Rick Reilly, periodista de Sports Illustrated y ESPN, cuyos contenidos están dando la vuelta al mundo estos días. 

Si no fuera por Donald Trump y la era contemporánea, uno podría no creerlo. Sin embargo, lo triste es que la primicia es creíble, además de documentada. Como, incluso un juego que se basa en la integridad, como el golf, agacha la cabeza ante los embates de la modernidad de la que Trump es una perfecta encarnación.

Se debe recordar a los no iniciados que la honestidad es una parte integral del golf, porque el golfista a menudo está solo frente a la pelota, lejos de miradas indiscretas y, por lo tanto, es árbitro y jugador al mismo tiempo. Trump no se retrae del doble rol, solo que es un árbitro vendido al jugador, que siempre es él. Destruye así la esencia misma del juego, para salvar su ego.

Además, la cadena de corrupción no se detendría en su doble yo, sino que también involucraría a caddies, 007, observadores de todo tipo y tipo, palos de golf compatibles (el presidente posee 17…) y rivales. Incluso Tiger Woods habría aceptado un juego con el presidente estadounidense, en el que Trump, para poder empatar un hoyo, se habría olvidado de un par de pelotas que terminaron en el agua. Me pregunto si alguna vez harán el partido de vuelta. 

Se dice que el golf, al poner a prueba la autodisciplina, revela el verdadero carácter de una persona. Aquí, el de Trump, el hombre más poderoso del mundo, al contrario de lo que parece, sería entonces un personaje pequeño. De hecho, el golfista juega siempre contra el campo, es decir, contra sí mismo. Para eso está el mecanismo de handicap: sube cuando juegas mal (y el campo te permite más golpes para hacer una buena vuelta), decrece cuando juegas bien (y los golpes de hándicap disminuyen). Quien roba en el golf se roba (golpea) ante todo a sí mismo. Quizá baje su hándicap y pueda presumir de su habilidad en la barra, pero luego tiene que lidiar con un recorrido que lo humilla y le recuerda quién es en realidad. Y esto es probablemente lo que Trump simplemente no puede aceptar.

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