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Salvini y Diciotti: cuántas hipocresías

Después de tanto justicialismo violento, ahora el M5S está dando la vuelta. Y Salvini haría bien en reflexionar sobre sus reacciones arrogantes y su vocación por la arbitrariedad. Habría causado mejor impresión si hubiera usado los mismos argumentos para Diciotti que luego usó en la carta al Corriere para defenderse.

Salvini y Diciotti: cuántas hipocresías

Oute tou adikein oute tou antidikein. No cometáis injusticia y no devolváis injusticia por injusticia. Es una piedra angular de la moralidad socrática expuesta por Platón en el Critón. Pienso en esta máxima que me acompaña desde la escuela secundaria cuando estoy envuelto en un sentimiento de venganza ante los problemas judiciales del Ministro de Policía, Matteo Salvini y la vergüenza de los aliados de Grillini en la línea para ser tomado en la votación en el Senado sobre la autorización para proceder.

Con demasiada frecuencia, estas fuerzas políticas, el M5S en particular, prosperaron bajo la bandera del peor justicialismo, como si la Constitución previera una presunción absoluta de culpabilidad. Esto en un país donde incluso el poder judicial se cuestiona con preocupación -véanse los informes de apertura del año judicial y las estadísticas proporcionadas en esas ocasiones- sobre el número de absoluciones ya a partir de primera instancia. Este el justicialismo violento ha destruido la reputación de las buenas personas y la tranquilidad de sus familias. Y ha ayudado a alimentar el odio, el desprecio por la política y las instituciones democráticas. Ahora que le toca el turno a un opositor político sin escrúpulos como Matteo Salvini, ¿por qué no aprovechar el atajo judicial, como tantas veces han hecho las oposiciones –incluso las pomposas– contra las fuerzas gubernamentales y Silvio Berlusconi en particular?

personalmente, sobre el caso Salvini/Diciotti, expreso un reproche político y moral, pero no tengo competencia para sacar conclusiones de carácter penal que, por cierto, no son míos. ¿Por qué, entonces, me molesté en dedicar algunas consideraciones a ese evento? Solo hay una razón: no puedo entender los juicios y las reacciones expresadas por tantas personas que piensan como yo sobre el gobierno actual y Salvini, pero que, en esta coyuntura, han criticado al poder judicial por dos conjuntos de razones: la autonomía de la política en las decisiones de su competencia; el favor que la solicitud de autorización traerá a la suerte electoral de la Liga y de su líder.

En el primer caso: la iniciativa política está siempre subordinada a la ley. No basta ser elegido por el pueblo para comportarse de manera discrecional, sin plantear el problema de las normas vigentes, incluso respecto del derecho internacional que, como sabemos, se basa en costumbres y tratados. En el segundo caso:  no es correcto salvar a barrabas porque el pueblo lo quiere.

Si vivimos en una fase de la historia del país en la que el electorado está en sintonía con Matteo Salvini, por eso no debemos pedirle a su juez natural que haga la vista gorda para no convertirlo en mártir (asumiendo y no se concede que esté de nuevo tras el conspicuo reverso). ¿No entienden los partidarios de esta teoría que, al final de este camino, se llegaría a aceptarlo todo para no oponerse a quienes ostentan mayor poder de fuego a nivel político y electoral?

Critiqué el llamado de los senadores aquellos a la Consulta por los hechos de la ley de presupuesto, como la 'revuelta', que terminó 'en cola de pez', de los alcaldes y gobernadores contra la ley Salvini de seguridad. Lo hice porque, en mi opinión, no hay ''vía judicial'' que pueda remediar las derrotas políticas. Pero no me parece correcto que un cálculo político acabe anulando la necesidad de esclarecer un posible delito.

Salvini nunca llegará a juicio porque el Senado le negará la autorización para proceder. Y tal vez sea lo mejor. Pero si las cosas fueran de otro modo, si se reconocieran las responsabilidades de Salvini y si, precisamente por eso, fuera premiado en las urnas, los italianos responderían que habían elegido como dueño de Interior no sólo a un matón, sino también a un político que, abusando de su poder, cometió el delito de secuestro. En todo caso, el Capitán, aprovechando esta experiencia,  debería reflexionar sobre sus reacciones arrogantes, sobre los desafíos lanzados por todas partes, sobre la falta de respeto a las instituciones, sobre la vocación a la arbitrariedad. Seguramente hubiera causado mejor impresión si, al comentar la historia del barco Diciotti, ya en agosto pasado, hubiera utilizado los argumentos que, en términos jurídicos, defendía en la carta a Corriere della Sera. Un escritor francés dijo que ''le style c'est l'homme''.

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