De cara al referéndum sobre la reforma constitucional del 4 de diciembre, es probable que los votantes de Forza Italia deban tomarse un cachet contra el dolor de cabeza. Silvio Berlusconi, que notoriamente es un gran aficionado al fútbol y por unas semanas más presidente del Milan, se lo está haciendo hacer, pero que a fuerza de regates acabó descartándose hasta a sí mismo y anotando el gol en propia más sensacional al confundir a su electorado como no podía ser más.
Sorprendentemente y con envidia mal disimulada, Berlusconi reconoció que Matteo Renzi es hoy el único líder político en Italia, a pesar de sus Parisi, Toti, Salvini y Meloni. Pero luego, en lugar de sacar las consecuencias lógicas de esta apertura imprevista de crédito para el primer ministro, pidió un voto NO en el referéndum. El líder de Forza Italia, como sabemos, ama los golpes de teatro y nunca ha hecho de la coherencia una virtud. Hace unos meses, luego de que se aprobara en el Parlamento su reforma constitucional, revirtió sus posiciones alineándose con el NO en el referéndum por puro despecho contra la decisión de Renzi de elegir a Sergio Mattarella como nuevo presidente de la República.
La reacción de Renzi fue irónica y divertida a la vez: "Un día Berlusconi me considera un dictador y al otro un líder".
Hoy, aplastado por sus propias contradicciones, Berlusconi no puede permitirse otro salto político más y trata de salirse con la suya con un tiro al aro y otro al barril. En su corazón y pensando en el post-referéndum, probablemente ya se arrepintió de haber llamado a su pueblo al NO contra una reforma una vez apreciada, pero ya es demasiado tarde para volver atrás.
Grande es la confusión bajo el cielo de Berlusconi.