Será impopular, y actualmente no está en la agenda europea bajo el Plan de Recuperación, pero se debe considerar la idea de aumentar el impuesto sobre sucesiones y donaciones. Así lo avala un informe de la OCDE que aporta unos datos en cierto modo despiadados, y que sobre todo lo convierte en un cuestión ética y política además de financiera: mayores ingresos ayudarían a las finanzas públicas y contribuirían a reducir la desigualdad y la concentración del latifundio. En cuanto a la contribución que hoy hace el impuesto de sucesiones a los presupuestos de los países de la OCDE, la cifra de 2019 habla por sí sola: 0,5% de media, con Francia y Bélgica acercándose al 1,5% y solo Corea del Sur que lo supera. Italia es el sexto país "peor", con una contribución casi irrelevante, inferior al 0,2%. Sólo Portugal (donde el impuesto ni siquiera existe), Lituania, Polonia, Hungría y Eslovenia hacen menos. En total, la cifra es inferior al 0,25 % en 9 países de los 36 miembros de la OCDE.
Mientras tanto, según la organización, esta situación está siendo creada por las ventajas fiscales cada vez más frecuentes, pero también por algunas fórmulas cada vez más sofisticadas de "optimización" fiscal, por así decirlo, por ejemplo a través de fideicomisos. Por no hablar del verdadero fraude fiscal, notoriamente factible a través de paraísos fiscales, al transferir la cuenta a países donde todavía existe el secreto bancario o al encontrar alguna de las muchas formas de evadir el impuesto. “Los impuestos sobre sucesiones y donaciones deberían tener un mayor peso en los países miembros”, argumenta la OCDE que alerta sobre todo sobre la concentración de la riqueza, que tiende a acentuarse cada vez más. Sobre todo después de 2020, que estuvo marcado por la pandemia y la crisis económica, pero que fue un año para recordar para los multimillonarios de todo el mundo. Dejando de lado los casos extremos de Jeff Bezos y Elon Musk, las fortunas de los multimillonarios han crecido un 14% en Europa, un 25% en Norteamérica y un 50% en Asia.
Desde el comienzo de la pandemia, los activos de los 10 principales multimillonarios del mundo se han incrementado en un total de 540 mil millones de dólares. En el mundo de hoy, el 10% más rico posee más de la mitad de la riqueza mundial, en promedio. Unos pocos cientos de superricos poseen tanto como 4,6 millones de otras personas. Mientras el 50% inferior tiene menos del 1%. Es también por eso que la OCDE pide un cambio de ritmo: la cuestión en este caso no es golpear el patrimonio de personas individuales, sino que la riqueza no se perpetúe para siempre en manos de unas pocas decenas de familias, para en perjuicio de los demás y de las arcas públicas.
