Lo dicho por Monti en la entrevista de Moscú es en todo caso una importante declaración de principios: el Gobierno y el primer ministro permanecen en sus cargos para cumplir con el mandato que les ha encomendado el jefe de Estado: contrarrestar la crisis financiera y devolver la dignidad a país afrontando los problemas generales del Estado, que atañen primordialmente a las generaciones más jóvenes y que no pueden ser plazos electorales más o menos previsibles o anticipados.
Por lo demás, la posibilidad de elecciones en otoño, si bien no es deseable, dista mucho de ser inusual; es una de las posibilidades que tienen que afrontar la política y las instituciones. Las últimas votaciones parlamentarias, empezando por la del pacto fiscal, han puesto de manifiesto que, especialmente el PDL, tiene enormes dificultades para garantizar una votación compacta en las pruebas a las que está llamado el Gobierno de Monti. Sobre todo pesan las fuertes divisiones dentro del partido, la incertidumbre sobre el futuro de Berlusconi (¿Será candidato? ¿Y sobre todo su candidatura será aceptada por todo el partido?). Pero son los parlamentarios individuales del partido de derecha, que no tienen garantía de una posible reelección, los que lanzan señales negativas todos los días, de las que al final el verdadero objetivo es el gobierno y la mayoría que lo apoya.
Este es el panorama incierto al que se enfrentan el Primer Ministro y el Quirinale. Razón por la que no se pueden descartar elecciones en otoño. La cuestión de la ley electoral también entra en este contexto. El Quirinal exige la superación del Porcellum. Un sistema que, además, perjudicaría ahora especialmente al centroderecha. Las partes dicen que están listas para hacer la nueva ley. Pero la incertidumbre domina los contenidos y a la hora de apretar, cada uno tira la manta de su lado. Y así, a pesar de declaraciones de principios y promesas, aún no se vislumbra un texto compartido.
Ahora la perspectiva de las votaciones en otoño podría dar un empujón a la reforma que reclama el país y que los partidos dicen querer implementar. Pero para que la nueva ley sea votada en otoño, es imprescindible que al menos una de las dos cámaras del Parlamento la apruebe antes de las vacaciones de verano. Todavía es posible, pero las incertidumbres y las maniobras dilatorias de las partes hasta ahora han ralentizado todo. La hipótesis de las próximas elecciones podría y debería hacer fracasar estas maniobras.
Veremos. Por ahora, mientras continúa el ataque del mercado a Italia, la única tranquilidad viene de las declaraciones de Monti en Moscú: el gobierno está cumpliendo con su deber y pensando en los intereses de las nuevas generaciones. El resto, lamentablemente, pertenece a otros.