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Mario Monti y la revolución antropológica que sirve al país

El "ascenso al campo" del Profesor no solo se caracteriza por la credibilidad técnica del personaje, sino que trae consigo connotaciones estéticas, comportamentales e incluso "antropológicas", como apunta el editorialista de "La Stampa" Michele Brambilla.

Mario Monti y la revolución antropológica que sirve al país

En 1994 Berlusconi prometió la revolución liberal. Hoy, Mario Monti tiene por delante una misión mucho más compleja: desencadenar la mutación antropológica del país.

Hace poco más de un año, el 16 de noviembre de 2011, los apartamentos presidenciales en el Palacio Chigi fueron "liberados" de las últimas cajas que contenían las pertenencias personales del Caballero. Mientras tanto, el profesor subió al Quirinale para recibir el encargo del presidente Napolitano. En esas horas comenzaba algo más que una mera temporada marcada por reformas y remedios de emergencia.

Como señala Michele Brambilla en un inteligente editorial publicado hoy en La Stampa, el "ascenso en la política" del primer ministro enriquece la cultura política italiana de una figura que, además de encarnar los requisitos de la credibilidad profesional, también interpreta la necesidad de muchos ciudadanos de política más equilibrada en cuanto a tono y palabras, libre de las tendencias personalistas, la vulgaridad, la mistificación de la realidad y la banalización del lenguaje que han caracterizado casi veinte años del eje forzaleghista.

La "revolución liberal", nunca completada pero siempre anunciada, atrajo a muchos italianos. De orígenes humildes pero también personalidades de las finanzas, la burguesía y los "buenos salones", muchos votantes han apostado por el caballo de Arcore al tiempo que accedieron a comprometerse con la imagen pública y la estética política auspiciada por el hombre y su imperio televisivo.

El mismo Monti admitió que cayó en esa trampa. Sin embargo, ha lanzado su desafío al populismo de derecha partiendo precisamente de ese Norte bárbaro que dos décadas de mal gobierno han sumido en la tela de araña. 

La pequeña empresa del valle del Po, el vasto mundo de los autónomos y una parte de esa clase pequeñoburguesa "hipnotizada" por el hechizo de Berlusconi, Monti quiere ahora volver a ponerlos en el centro de la escena para dar al mundo productivo del Norte la oportunidad de liberarse, de convertirse a un patriotismo justo, de sumarse y apoyar el plan reformador del "funcionario" europeo. Al "violarse a sí mismo", Monti hizo "surgir en política" a un grupo de profesionales y exponentes de la sociedad civil que encarnan el alter ego antropológico del tipo ideal de Berlusconi. Lejos de la Bérgamo de los "bárbaros soñadores", cerca de la Europa de la economía social de mercado, las reformas y la seriedad.

No más hombres solos al mando, no explotación de reformas institucionales para subdividir la política y distribuir beneficios. Nada de falso federalismo: "No somos como la Liga, queremos una Italia unida". Nada de falsas promesas, dado que la esperada bajada de la presión fiscal ya está incluida en esos sacrificios de los italianos, lo que podría permitir, ya en 2013, "desprender el dividendo" de la austeridad. Ningún enfrentamiento con Europa, nada en común con quienes "envidian a Alemania" pero luego la acusan de una política económica neocolonialista, basada en el dominio económico, en el poder de negociación garantizado por haber hecho los deberes.

Sin embargo, el profesor molesta, y mucho. A una parte de la izquierda, a una gran parte de la derecha conservadora, autárquica y populista, a la marea creciente de la antipolítica. Ni el Financial Times difiere demasiado: hoy fue Wofgang Munchau, el célebre comentarista londinense, quien escribió feroces palabras contra el hombre que -junto a Mario Draghi- salvó a Europa. Casi estridente, Munchau en un montaje berlusconiano lanzando anatemas contra ese "tecnócrata" que hace poco más de un año sustituyó al Premier más burlado y despreciado del continente. Un Premier al que el mismo diario imploró con palabras despectivas: “por el amor de Dios, vete”. Según el columnista del City, "Monti no es el hombre adecuado para dirigir Italia", ya que lo único que ha podido hacer es "subir los impuestos". 

Es un pecado pensar mal, pero muchas veces es correcto, dijo Andreotti. Pero quizás no sea pecado imaginar que una Italia fuerte y competitiva pueda crear bastantes quebraderos de cabeza a algunos.

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