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La crisis en la Europa mediterránea: si Roma y Madrid lloran, ciertamente París no ríe

Solo la solidez del Estado está salvando a Hollande y reduciendo el peso de la crisis sobre Francia, mediante nacionalizaciones progresivas y costosas intervenciones en el empleo y las pensiones - Pero si París no se ríe, Italia y España están peor - Aquí la crisis política parece para nunca acabar pero el Madrid también está en apuros y Rajoy y la monarquía bajo fuego

La crisis en la Europa mediterránea: si Roma y Madrid lloran, ciertamente París no ríe

Si Roma y Madrid lloran, ciertamente París no ríe. De hecho, Francia, como muchos otros países de la UE, se enfrenta a una profunda crisis económica que ha afectado a las empresas, el empleo, la seguridad social y la sanidad. La salvación del presidente François Hollande es que el estado del bienestar transalpino puede permitirse disparar unos cuantos cartuchos más y logra intervenir con eficacia donde el "bubón" está a punto de estallar. Se ven algunas nacionalizaciones progresivas que se están abriendo paso en algunos sectores manufactureros y bancarios. Véase la disposición a favor del empleo de jóvenes, que financia el 75% de la contratación. Véase la reciente (suave) reforma de pensiones. En definitiva, Francia todavía tiene la posibilidad de ganar tiempo y posponer algunas reformas estructurales, a la espera de que aparezca la recuperación. En esto ayudado por el eje consolidado con la locomotora alemana, tanto en el frente económico como en el político. Todo ello, sin embargo, en ausencia de un líder político carismático y de un gobierno que hasta ahora ha hecho poco por relanzar el país. Como diciendo que la izquierda de Francois Hollande no ha estado mejor en este momento que la derecha de Nicolas Sarkozy, expulsado del Elíseo al final de su primer mandato. Pero París sigue importando. Cuenta en Europa, cuenta a nivel mundial, se respeta. Se sienta y tiene poder de decisión en todos los "clubes" que importan: desde el G8 hasta la ONU, desde la UE hasta la OTAN. Levanta la voz lo justo para hacerse oír y, muchas veces, para hacer de contrapeso al eje angloamericano.

Italia y España no. Están en el sur de la UE. Son otra cosa con respecto al círculo de países que hay por encima de los Alpes y los Pirineos. Se les considera poco fiables y sufren un hándicap que es cultural, por no decir ancestral. Por supuesto que es una generalización del problema, una generalización extrema, pero ya está establecido que un buen porcentaje del diferencial que pagan Roma y Madrid sobre el diferencial respecto a Berlín se debe a la desconfianza que tiene la comunidad político-financiera hacia el sur de Europa. Pero también hay otros factores.

Italia lleva años "empalmada" por una crisis política que nunca acaba y que le impide poner en marcha proyectos de reforma a medio-largo plazo para la recuperación y modernización del país. Falta la política económica, así como la sensibilidad al apoyo a las empresas y por tanto al tejido productivo. No es de extrañar, por tanto, que cierren empresas, que se dispare el paro (especialmente entre los jóvenes), que la deuda pública siga creciendo y que el PIB sea negativo. En estas condiciones sería un milagro lo contrario.

Por su parte, España está pagando la política económica sin escrúpulos de Aznar primero y de Zapatero después. Quienes han forzado el desarrollo del país drogando al sector inmobiliario y en consecuencia también al sector bancario-financiero. La ventaja de España sobre Italia es que es un país joven, que todavía puede aspirar al futuro: las infraestructuras están ahí, las grandes multinacionales también. Está escasamente habitada, tiene un gran territorio: no sólo restringida a los confines de la Península, sino extendida a América Latina. Una válvula de salida que es pura salvación para las cuentas de bancos y empresas del país. Mientras España no sufra un declive como el de Italia y los poderes mafiosos no tomen el relevo. En el caso de nacionalismos cacareados como el de Cataluña, en el caso de un federalismo que ha ido demasiado lejos, en el caso de demasiadas vinculaciones entre política, empresa y finanzas. El presidente del Gobierno Rajoy, en el ojo del huracán por financiación ilegal del partido y otras cosas, está avisado. Pero también se advierte a la monarquía, que ha perdido mucho de su pulimento y recientemente se ha ensuciado las manos en algún negocio sucio.

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