Federer 30 cum laude. La trigésima final disputada en un torneo de Grand Slam, otro de sus impensados e incomparables registros, otorga al tenista suizo su vigésimo triunfo, el sexto en el Abierto de Australia. La cifra redonda, el récord de récords, la segunda estrella, si queremos comparar sus 20 triunfos con hipotéticos campeonatos en el campeonato italiano de fútbol. Veinte Grand Slams a lo largo de una carrera no solo brillante sino también infinita: el primero fue el Wimbledon 2003, ahora hace casi 15 años, cuando los diversos Nadal, Djokovic, Murray, sus mayores oponentes de los últimos años, estallaron tras él pero corren el riesgo serio de no sobrevivirlo.
Igual suerte corrió hoy en Melbourne Marin Cilic, quien ya había sido finalista en el 19° Grand Slam de Federer, el de Wimbledon el año pasado. Esta vez el croata lo jugó mejor, siempre a la caza pero en un momento dado realmente pensó que podía ganarlo: tras ganar el cuarto set, la inercia parecía totalmente de su lado. Pero esto no sucedió: Federer, que cumplirá 37 años en agosto, ha vuelto a resurgir de sus cenizas y se ha llevado a casa la victoria, extendiéndose en el set decisivo con un perentorio 6-1 construido con clase y sufrimiento. Con este triunfo, el Abierto de Australia se convierte oficialmente en el segundo torneo favorito del campeón suizo: el jardín de Wimbledon, con 8 éxitos, sigue intocable, pero ahora Melbourne supera al Abierto de Estados Unidos, ganado por Federer "solo" cinco veces.
"Esta es la conclusión de un cuento de hadas, un sueño hecho realidad”, comentó un Federer particularmente conmovido y desfigurado por las lágrimas como pocas veces se le había visto. “Sigo disfrutando aquí en Australia, es un viaje hermoso. Es gracias a todos ustedes – dijo luego a la audiencia – que sigo entrenando, estoy tenso, sonrío, juego”. Y nosotros, simples mortales, le damos las gracias.
