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Chalecos amarillos, Macron abre pero insiste en el impuesto al carbono

En Francia la súbita y violenta protesta de los automovilistas, contraria al aumento del gasóleo, pone en aprietos al gobierno – Una primera reunión con los rebeldes no fue suficiente y existe el riesgo de una nueva protesta en la plaza el sábado 1 de diciembre – Aplazado hasta 2035 cierre de 14 centrales nucleares – VIDEO.

Chalecos amarillos, Macron abre pero insiste en el impuesto al carbono

“Cada 10 minutos, un francés muere prematuramente debido a la contaminación, en particular debido al polvo derivado de la combustión de energías fósiles. Es una masacre de 48.000 muertos al año, más que los de accidentes de tránsito, suicidios, homicidios, ahogamientos y accidentes domésticos combinados”. Con estas palabras, publicadas en su perfil de Instagram, el presidente francés, Emmanuel Macron, reitera la necesidad de no dar un paso atrás en el impuesto al carbono, al tiempo que se acerca a los chalecos amarillos, el movimiento de protesta que en las últimas semanas ha despertado la ira de cientos de miles de personas. ciudadanos (especialmente automovilistas) en toda Francia, desencadenando manifestaciones e incidentes que resultó en decenas de heridos e incluso muertos.

La gota que colmó el vaso, que visto desde Italia parece trivial ya que los precios del combustible son actualmente más altos en Italia, fue el aumento de los impuestos especiales sobre la gasolina y el gasóleo que París pretende activar a partir del 1 de enero de 2019: +2,9 céntimos el litro de gasolina y sobre todo +6,5 céntimos el litro de gasóleo, el carburante favorito de la Francia profunda, que viaja en todoterreno, no disfruta de servicios de movilidad alternativos como los de los grandes núcleos urbanos y siente el problema del cambio climático estar muy distante de su vida diaria.

Ya se habían producido subidas a principios de 2018, de 6 y 4 céntimos respectivamente, y según cálculos rápidos al final del quinquenio, así las cosas, el gasóleo costará 30 céntimos más el litro, no precisamente una detalle: será más caro que la gasolina pasando de la media actual de 1,40/1,50 euros el litro a 1,70/1,80. Y el plan de Macron, que en cambio se preocupa mucho por la transacción energética, como lo demuestran los (vanos) intentos de convencer a Trump de que firme los acuerdos climáticos de París, no se queda ahí: la fiscalidad ecológica también afectará a la calefacción, pasando el coste del gas de 6 euros por MWh en 2017 a 16 euros MWh en 2022, con un incremento porcentual del +166%.

Un impacto que según algunos parlamentarios se ha estimado en 313 euros de gastos extra al año para cada ciudadano, en 2022. Pero que para los que, como los chalecos amarillos, usan gasóleo y recorren muchos kilómetros al día, puede llegar a los 538 euros al año a imputar únicamente a políticas fiscales dirigidas al medio ambiente. Precisamente por eso, aunque reconoció la validez de la operación, el presidente francés, cuyo consenso se encuentra en su punto más bajo (e inferior al de su antecesor François Hollande en el mismo punto de su mandato), entendió que ésta no podía seguir. Y abrió la puerta a tres meses de concertación con un movimiento que estalló de forma repentina y espontánea, según algunos destinado a convertirse en una entidad política organizada, un poco al modelo de los 5 Estrellas en Italia.

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Los líderes de los chalecos amarillos, aunque cortejados por Marine Le Pen, quien inmediatamente guiñó un ojo a la protesta y luego se distanció de la violencia, de hecho han reiterado repetidamente que no se reconocen en ninguna alineación política. La mayoría se siente muy distante de la política y votó en blanco en las últimas elecciones. También por ello Macron, a quien se espera dentro de seis meses del complicado reto de los europeos, les ha abierto las puertas del Elíseo diciendo que "entiende el enfado" y prometiendo ajustar los impuestos especiales de acuerdo con las tendencias del precio del petróleo. En las últimas semanas, sin embargo, el precio del crudo ha comenzado a caer nuevamente y, por lo tanto, no es una promesa que corra el riesgo de tener un impacto en el corto plazo. Y mientras tanto también están los ecologistas para no estar descontentos, una franja ciertamente más pequeña y menos ruidosa de la población, pero que asedia a Macron en el frente opuesto.

Sobre la mesa está siempre el cierre de las centrales nucleares, anunciado por el gobierno anterior (en el que Macron era ministro de Economía) con un plan hasta 2025, que sin embargo ahora se ha prolongado hasta 2035, año en el que Se cerrarán 14 centrales nucleares de las 58 actuales, a fin de disminuir la participación del átomo en la producción de energía al 50%. Un aplazamiento que obviamente no gusta a los ecologistas, a los que Macron reafirmó sin embargo su apuesta por los coches eléctricos y la energía eólica, lanzando además el Alto Consejo del Clima, un nuevo organismo de expertos que deberá hacer un seguimiento de la controvertida transición energética. Y para evitar que el joven presidente tropiece con un tema que nunca ha sido tan divisivo.

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