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FOCUS BNL – ¿Los economistas de hoy? Son en parte arqueólogos y en parte arquitectos.

FOCUS BNL – Durante la crisis, los economistas italianos han utilizado un enfoque de arqueólogos para medir el terreno perdido por Italia, un país que, más que muchos otros, ha sabido apretarse el cinturón en momentos difíciles, registrando un superávit primario en el público cuentas: ahora, sin embargo, necesitamos una buena arquitectura de crecimiento y un impulso para las reformas

FOCUS BNL – ¿Los economistas de hoy? Son en parte arqueólogos y en parte arquitectos.

Parte arqueólogos y parte arquitectos, juntos. Así es como se pueden sentir los economistas y los "formuladores de políticas". Consciente de historias pasadas, lecciones para recordar. Capaz de construir un futuro consciente, pero no necesariamente una réplica.

En el largo período de crisis que ha aquejado a la economía italiana, el enfoque del arqueólogo ha prevalecido sobre el del arquitecto. La arqueología de la crisis ha servido para medir el terreno perdido. El mercado del automóvil que durante mucho tiempo volvió a las matriculaciones de los años setenta. El poder adquisitivo de los italianos que todavía hoy retrocede a los volúmenes de hace quince años. Las inversiones productivas se redujeron en casi un tercio. El empleo indefinido de jóvenes de hasta 34 años se reduce en más de un tercio. Son muchos los hallazgos que salen a la luz para declinar el profundo hiato que se ha producido entre las dificultades y las esperanzas de una comunidad puesta a prueba.

La profundidad y amplitud de la crisis también han alimentado algunas idealizaciones del pasado que también corresponde al economista-arqueólogo tratar de corregir. Un ejemplo entre muchos. ¿Cuántos recuerdan que, en vísperas de la decisión de convergencia hacia la moneda única, Italia pagaba más de 110 millones de euros al año en intereses de su deuda pública? Corría el año 1996. Hoy, aun teniendo en cuenta que en 1996 hubo una inflación de cuatro puntos porcentuales, el peso de nuestra deuda pública es mucho menos oneroso. No pasa de los setenta mil millones, tal y como indica la proyección contenida en las “Previsiones de invierno” publicadas recientemente por los expertos de la Comisión Europea.

Europa y el euro han servido a Italia al igual que Italia le ha dado mucho a Europa. Sobre todo, a esa Europa de la estabilidad que en los últimos años parece imponerse de algún modo a la Europa del crecimiento. En los largos años de la crisis, Italia es el país que más que ningún otro ha seguido poniendo recursos en el plato de la estabilidad de las finanzas públicas incluso a expensas de una reactivación más inmediata del crecimiento económico. Esto se indica mediante unos pocos números simples que el economista-arqueólogo puede ofrecer a la atención del arquitecto-diseñador de políticas. Basta poner en un mismo gráfico los promedios realizados entre 2008 y 2014 de los saldos primarios de las cuentas públicas -aquellos netos de intereses- y las variaciones de volumen del producto interno bruto.

Entre los grandes países de la Eurozona, Italia es el único que se ubica en el cuadrante que asocia un superávit primario de las cuentas públicas –para nosotros, en promedio superior a un punto del PIB– con una economía en promedio en recesión. El dial de esa dolorosa virtud en la que otros países no han morado, fortalecido por menores ratios iniciales entre deuda pública y PIB. Hablamos de España y Francia, que atravesaron la crisis entre 2008 y 2014, manteniendo siempre un signo menos frente al saldo primario de las cuentas públicas. Distinto es el caso de Alemania, que al igual que Italia ha sido capaz de mantener un superávit fiscal neto de intereses, pero con una economía que ha crecido de media más de medio punto al año.

Italia ha sabido apretarse el cinturón más que otros. Pagó un precio económico y social muy alto por seguir la vía europea de contener los déficits públicos globales mediante la generación sistemática de superávits primarios. De cara al futuro, la larga temporada de tipos de interés bajos abierta por el QE europeo podría permitir que la virtud mostrada en la contención de los flujos de deuda se traduzca también en el inicio de un proceso de contención gradual de la ratio entre deuda pública y PIB. Este es el nuevo desafío que aguarda a los responsables políticos. Un desafío, sin embargo, que en Italia y en otros lugares no se puede superar aumentando excesivamente el tamaño de las sobras primarias. Así lo sugieren los excelentes análisis retrospectivos realizados por Barry Eichengreen y Ugo Panizza sobre una muestra de 54 países en el período comprendido entre 1974 y 20132. No solo los buenos arqueólogos lo recomiendan. Para consolidar una arquitectura entre la estabilidad y el crecimiento, no necesitamos superávits de las cuentas públicas. Se necesita la práctica de la cordura y la realización de reformas para generar confianza junto con la demanda y plantar las semillas de una recuperación largamente esperada.

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