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Draghi, última vuelta para un gobierno muy diferente

La segunda ronda de consultas para la formación de un gobierno inevitablemente diferente, pero que, para corresponder al mandato del Jefe de Estado, deberá tener un "perfil alto" y no identificarse con "ninguna fórmula política" - Las declaraciones del primer ministro saliente

Draghi, última vuelta para un gobierno muy diferente

Esta semana comienza la ronda decisiva para el Gobierno de Draghi. Las reacciones inmediatas de los mercados (Bolsa al alza, diferencial a la baja) y la de la opinión pública empujan a una conclusión positiva del enfrentamiento en curso. Pero algunas señales que vienen de las fuerzas políticas nos dejan entrever dificultad para superar en la recta final del complejo proceso que deberá desembocar en el nacimiento del nuevo Ejecutivo.

Y sin embargo, la línea seguida por el Quirinale para resolver la crisis abierta por la dimisión del gobierno de Conte fue muy claro. El Presidente de la República ha encomendado una exploración al Presidente de la Cámara, Roberto Fico, quien desempeñó este mandato de manera -en palabras de Sergio Mattarella- "comprometida, seria e imparcial" y certificó que la re-propuesta de el equipo que acababa de dimitir no era concretamente realizable. Para el Jefe de Estado, por lo tanto, surgió la alternativa entre la disolución anticipada de las Cámaras o promover el nacimiento de un gobierno diferente.

Ma nuevas elecciones, que son ciertamente el ejercicio fundamental de una democracia, han aparecido en la coyuntura actual un camino intransitable. Enviarlos rápido, de hecho, se habría traducido inevitablemente -como señaló Mattarella con extrema precisión el 2 de febrero- en una fuerte reducción de la actividad del Gobierno en un momento crucial y por tanto en graves perjuicios para el país. Italia, durante muchos meses, habría sido más débil en la lucha contra la pandemia y habría hecho peligrar el acceso y uso efectivo de los fondos europeos imprescindibles para ganar esta guerra y reparar el daño social y económico que ha causado el virus.

De ahí el llamado que hizo el Presidente a todas las fuerzas políticas a confiar en un gobierno capaz de hacer frente a la emergencia que nos asedia desde hace un año. Para tal gobierno, Mattarella ha establecido dos características precisas: ser de "perfil alto" y no identificarse "con ninguna fórmula política" y ha identificado en Mario Draghi la personalidad más adecuada para probar suerte en su constitución. Argumentos claros y contundentes, por tanto, que de hecho han contado con un amplio consenso entre los ciudadanos, como demuestran numerosas encuestas.

En el mundo de los partidos, en cambio, no ha faltado el desconcierto y la desconfianza mal disimulada: señal inquietante de que algunos líderes aún no han comprendido del todo cuán dramática es la situación de Italia en la actualidad. Además, se han gastado muchas palabras en ella necesidad de que se cree el ejecutivo para que sea político. Entre los más decididos a hacer avanzar esta afirmación estaba el Primer Ministro saliente. Este es un aspecto bastante singular dado que Giuseppe Conte debutó en la escena pública calificándose a sí mismo como "abogado del pueblo": un enfoque que señalaba la aspiración de marcar su distancia de la política.

En todo caso, un gobierno, cuando nace, es por definición político: no por su composición, sino por las funciones que está llamado a ejercer en la forma prescrita por la Constitución. Por otra parte, si el gobierno de Draghi tiene un despegue rápido, como es de esperar, producirá efectos muy profundos en el sistema político. Por un lado, pondrá de relieve sin piedad la dificultad que aún encuentra este sistema en la búsqueda de un punto de equilibrio fiable, a pesar de muchas modificaciones en sus estructuras; por otra parte, la connotación de carácter extraordinario que inevitablemente marcará al nuevo Ejecutivo podrá contribuir, respaldado por amplias mayorías e investido de la preeminente tarea de afrontar compromisos bien definidos, a crear una sociedad más clima constructivo y útil para el país.

Un clima -queriendo ceder por un momento al optimismo- en el que el Parlamento podría finalmente dedicarse a tareas de su competencia específica: una nueva ley electoral y la definición de esos "contrapesos" que se comprometió a preparar en vista de la reducción del número de senadores y diputados sancionados por una reforma constitucional lanzado sin calcular demasiado los efectos que podría tener sobre el futuro democrático del país.

°°°° El autor fue subdirector de Il Sole 24 Ore y senador de los Demócratas de Izquierda

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