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Clima, las grandes finanzas adoptan el medio ambiente. Aquí porque

Más allá de los resultados que se alcancen o no en la Cop26 de Glasgow, la sensibilidad de los mercados en temas ESG y la transición energética ha cambiado profundamente. Los grandes nombres en dinero ponen una montaña de miles de millones en el plato: esto es lo que piden a las empresas

Clima, las grandes finanzas adoptan el medio ambiente. Aquí porque

Menos carbón, más árboles. Un freno al metano, más renovables. Es una promesa: no más C02 en el aire. ¿Cuando? Bueno, la fecha está por definir. Quizás 2030, la meta más atrevida. O 2060, sugerido por China. Quizás el 2070, como aventura el indio Modi, consciente de que, como dijo Keynes, a la larga todos estaremos muertos. Los líderes del mundo, tras el evento entre TV, rotondas y selfies con Greta Thunberg, partieron de Glasgow pasando la palabra a los técnicos, los sherpas que tendrán que traducir los acuerdos de principio y las buenas sensaciones en protocolos más precisos y exigentes.

El escenario está vacío, aunque abandonado por protagonistas como Xi Jinping y Putin, y, con un toque de cinismo, surge la sospecha de haber vivido "una velada inútil", para citar a Ornella Vanoni. O la reedición de los solemnes compromisos de París 2015, cuando el entonces presidente francés François Hollande habló de "una revolución para el planeta" chocando con la opinión del premio Nobel Jean Tirole según la cual "los ambiciosos anuncios de abatimiento por parte de gobiernos y organismos supranacionales sirven principalmente para apaciguar a la opinión pública y evitar la presión internacional pero lograr poco en la forma de promover los objetivos establecidos Los intereses nacionales son más indicativos de promesas fáciles. 

Es difícil culpar al economista, visto cómo han ido las cosas en los últimos años, rico sólo en compromisos incumplidos (a partir de los 100 mil millones de dólares prometidos a los países pobres). Y sobre todo, ante los datos de hoy: la carbón, contaminador por excelencia, supera a la nuclear y se sitúa por detrás del petróleo entre las fuentes de energía más utilizadas; El auge del gas natural, sumado a los fracasos de un año dramático para el clima (inundaciones en China, sequía en California, calamidades varias en Europa) han hecho que las buenas intenciones de muchos gobiernos se dejen de lado, empezando por los impuestos a financiar la transición verde.

¿Y la buena voluntad de los líderes? Tienes que creer el Joe Biden ¿Quién planta árboles o quién intenta que los jeques bombeen más petróleo para mantener bajos los precios de la gasolina en casa, sabiendo que ningún presidente ha sido reelegido por precios superiores a $4 el galón? En resumen, las críticas están bien fundadas. Pero el cinismo corre el riesgo de perder de vista las innovaciones que, más allá de los resultados que se producirán en Glasgow, ahora han cambiado profundamente la sensibilidad del mercado. 

En resumen, las buenas intenciones ahora se cruzan con los hechos. Ahora hay más de 600 ETF sostenibles en todo el mundo en comparación con solo 30 hace una década. Pero la imagen deberá actualizarse rápidamente después de que Mark Carney, ex gobernador del Banco de Inglaterra, anunciara la misión de Gfanz, es decir, la Alianza financiera de Glasgow para Net Zero, un pacto entre los grandes nombres de las finanzas, bancos de seguros, fondos de inversión y fondos de pensiones, empresas privadas y otros grandes actores del mercado, con un objetivo: eliminar el CO2 en 2050. 

“Esta vez no tenemos excusas – dijo Carney – porque el dinero está ahí”. Es decir 130 billones de dólares puesto sobre la mesa por 450 grupos basados ​​en 45 países dispuestos a asignar el 40% de los recursos monetarios mundiales a la lucha contra el calentamiento durante las próximas tres décadas. Es como desplegar el equivalente a diez Planes Marshall para una generación. El pilar de la estrategia lo explicó el propio Carney: “Ahora contamos con el equipo necesario para mover el cambio climático de los márgenes a la vanguardia de las finanzas, por lo que cada decisión financiera deberá tenerlo en cuenta”.

En definitiva, ninguno de los protagonistas del mercado podrá prescindir de los negocios del futuro, so pena del riesgo de acabar fuera, golpeados por el ostracismo de grandes y pequeños inversores así como por la élite de el mercado porque junto a Carney, los únicos capaces de sostener una vela al carisma de Mario Draghi, en lo alto de Gfanz están entre otros Michael Bloomberg, e Larry fink, el número uno de Black Rock. ¿Funcionará la fórmula? ¿Será el motor adecuado para empujar a los gobiernos por el camino de la sostenibilidad? No faltan los escépticos, también porque la empresa es titánica. Pero algunos pasos, como la formación delJunta de Normas Internacionales de Sostenibilidad (o ISSB), que tendrá la tarea de desarrollar principios comunes de sostenibilidad dirigidos a los mercados financieros, ya han sido lanzados.

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En resumen, el camino es estrecho e impermeable. El propio Lawrence Fink advirtió ayer contra los procesos demasiado rápidos, quizás en nombre de la moda: eliminar la búsqueda de nuevos yacimientos petrolíferos, como pide la Agencia Internacional de la Energía, corre el riesgo no solo de entregar el monopolio a Arabia Saudí y Rusia sino de favorecer ofertas públicas de adquisición, pintadas en un falso color verde. Pero, dado lo que está en juego, vale la pena intentarlo. 

Hay, como señaló el exministro de Hacienda, Domenico Siniscalco, al menos tres nuevos elementos surgido en el sector privado que arrojó una luz positiva sobre las perspectivas de la crisis climática. El primero es el cambio en las preferencias de los ciudadanos, particularmente de las generaciones más jóvenes. El segundo elemento es la disponibilidad de tecnologías que utilicen menos energía y menos recursos naturales. El tercero es precisamente el crecimiento de las finanzas sostenibles (o ESG): hoy en Europa y Estados Unidos, los bonos que financian proyectos exclusivamente medioambientales, sociales o de gobernanza han crecido más de un 25% y han alcanzado los 500 millones de dólares, mientras que simétricamente los flujos de capital con creciente dificultad a proyectos intensivos en energía que ya ningún inversor institucional parece querer financiar.

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