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Cine: "Feo y malo", Santamaría y el atraco italiano

La historia se trata de un robo por parte de una pandilla que es tan mala como no te puedes imaginar: a veces hilarante, a veces impresionante, a menudo emocionante, la película fluye, lo que es un placer como rara vez ocurre en una producción italiana.

Si aún recuerdas a Nino Manfredi en la famosa película de Ettore Scola, si crees que Quentin Tarantino es un gran director contemporáneo y si disfrutaste de Jeeg Robot, esta es tu película. Hablamos de “Feo y malo”, dirigida por el debutante Cosimo Gómez, que apenas lleva unos días en los cines.

El cine nos ha acostumbrado desde hace tiempo a la lectura, a la mirada, a la representación de la vida social, del ser humano, atrapado en sus manifestaciones más extremas de sentimientos y comportamientos. No es casualidad que uno de los géneros más exitosos sea el bélico, donde cuantas más imágenes sangrientas se ven, mayor popularidad recibe. Todavía no es casualidad que hayamos mencionado a Tarantino y basta recordar los dos volúmenes de Kill Bill para repasar imágenes y situaciones extremas que han hecho de la violencia narrativa la figura de su aprecio entre el gran público. Se ha escrito que el secreto de una historia, ya sea escrita o filmada, radica en la habilidad del autor para mezclar hábilmente las tres grandes S: Sexo, Sangre y Dinero. En esta película los ingredientes están todos ahí y se mezclan de manera excelente. A veces conviene añadir una cuarta S: el Sueño que, en este caso, podría ser el de la redención social, cultural y física.

La historia trata de un robo, feo y vulgar, por parte de una pandilla que no se puede imaginar peor. Estamos en la peor periferia romana, degradada, inacabada (destacan las imágenes de la Vela de Calatrava, monumento al derroche ya la ineficiencia administrativa) donde se vive en los extremos de la sociedad. El sueño es siempre la redención económica y la ocasión es un atraco a un banco donde ha sido depositada una "golondrina" propiedad de una despiadada banda de criminales asiáticos. Los personajes, todos agrupados, no son buenos. Cada uno, de una forma u otra, expone lo peor que puede representar la humanidad. Sin embargo, a su manera, en su diversidad, en su crueldad, no pueden ser más feos que el contexto en el que viven.

"No es difícil ser diferente... es muy difícil ser igual" una de las frases más significativas de la película, dicha además en una de las secuencias más divertidas. Los eventos se entrelazan con giros y vueltas que se desplazan continuamente y es realmente difícil adivinar cómo terminará. A veces emocionante, a veces impresionante, a menudo emotiva, la película fluye como un placer que rara vez ocurre en una producción italiana. Personajes acertados - un gran Claudio Santamaría - diálogos duros, imágenes violentas, ritmos acelerados, excelente montaje, guión impecable hacen de esta película uno de los mejores productos de esta temporada cinematográfica. Desgraciadamente, a diferencia de otras películas italianas de muy distinto calibre y poco valor, no ha tenido una buena promoción y corre el riesgo de ser injustamente penalizada en taquilla.

El título retoma el conocido Feo, sucio y malo del 76 y no parece que hayan pasado solo 40 años. Los suburbios de todas las grandes metrópolis siguen siendo inhabitables e inhumanos. También es justo recordar la película que de alguna manera abrió el camino a este género, todo italiano y quizás muy romano: Jegg Robot, de Gabriele Mainetti, que tanto éxito ha cosechado, con mérito, en un panorama nacional totalmente autorreferencial. escena, un poco triste y seria.

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