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Brexit es malo para todos

Si en el referéndum del 23 de junio los británicos deciden abandonar la Unión Europea, los costes para Londres serían muy altos porque el Reino Unido quedaría excluido de todos los acuerdos comerciales y quizás del mercado interior y los efectos en la City y en el unidad del país en sí serían muy fuertes, con Escocia lista para intentar escapar de nuevo - Pero el referéndum corre el riesgo de causar un efecto dominó también en otros países europeos, poniendo en duda la supervivencia de la Unión Europea

Brexit es malo para todos

En el centro del referéndum británico sobre si permanecer en la Unión Europea o irse (Brexit) está la cuestión de la soberanía. Muchos en el Reino Unido piensan que la toma de decisiones de la UE ha debilitado la democracia parlamentaria británica y que abandonar la UE es la forma de restaurarla por completo. En realidad, el principal detonador son las crecientes angustias de la opinión pública frente al fenómeno migratorio, que en la percepción común amenaza el empleo, el acceso al bienestar y también las identidades culturales y sociales a nivel local. Esta posición parece ignorar que las transferencias de soberanía han sido decididas libremente por el Reino Unido a la luz de sus propios intereses. No es casualidad que se excluya la moneda única, el sistema Schengen de libre circulación y muchas normas específicas del mercado interior -por ejemplo en materia laboral- en las que Reino Unido ha mantenido el sistema nacional. Los sistemas de salud, educación, pensiones y bienestar y defensa permanecen bajo un estricto control nacional, dadas las limitadas competencias de la Unión en esta materia. El presupuesto público y la política económica quedan en manos del gobierno británico.

Las recientes negociaciones entre el gobierno británico y la Unión Europea han concedido al Reino Unido nuevas exenciones, entre las que las de mayor trascendencia política son la exclusión del compromiso de avanzar hacia una Unión "cada vez más estrecha" y la posibilidad de suspender temporalmente la prórroga de beneficios de bienestar "en el trabajo" para los inmigrantes, incluidos los del resto de la Unión. Tampoco cabe duda de que el Reino Unido ha disfrutado de considerables ventajas para la participación en el mercado interior, habiéndose perfilado como una de las economías más dinámicas de la Unión en las últimas décadas. Esta es precisamente la razón por la cual la inversión extranjera directa en la Unión Europea ha elegido el Reino Unido como su mercado de elección, ya que es capaz de ofrecer un sistema flexible, excelentes instituciones de mercado y pleno acceso a los mercados continentales. La participación en el mercado interior es probablemente una cuestión crucial a la hora de determinar el coste de la salida. Entre otras cosas, en caso de salida, el Reino Unido quedaría excluido de todos los acuerdos comerciales firmados como miembro de la Unión, y por tanto también de los firmados con Estados Unidos.

En realidad, nadie puede decir cómo podría producirse la salida: al respecto, se aplica el artículo 50 del TUE, que se limita a señalar los procedimientos de negociación y un plazo de dos años (prorrogables además con el acuerdo de la Unión y el país miembro saliente) para la exclusión total del país solicitante de todos los mecanismos de la Unión. Sin embargo, no cabe duda de que al Reino Unido le gustaría conservar el acceso al mercado interior. Probablemente, la única fórmula viable sería la de los acuerdos de asociación vigentes hoy con Suiza y algunos países nórdicos: lo que implica no solo el pleno cumplimiento de las normas comunes, sin poder, no obstante, contribuir a su redacción, sino también la participación en la comunidad presupuestaria. (al menos para ciertos gastos).

Otra cuestión crucial es la de las consecuencias de la salida sobre el centro financiero londinense -la City- que a todos los efectos funciona como el mercado de elección de una parte muy significativa de las transacciones financieras de los países de la Europa continental. Por ejemplo, no se puede descartar que la salida del Reino Unido pueda ser aprovechada por las organizaciones del mercado continental para solicitar la exclusión de las instituciones británicas de ciertos componentes del proceso de intermediación, por ejemplo, la compensación de transacciones en euros.   

Hay otra consecuencia, esta políticamente significativa, que podría resultar de la salida del Reino Unido de la Unión, es decir, el impulso renovado para que Escocia busque abandonar el Reino Unido para permanecer en la Unión o regresar a ella. En general, muchas previsiones pueden sobreestimar las consecuencias económicas de la salida, para las que probablemente no sería imposible un nuevo acuerdo. Pero ciertamente se abriría para el Reino Unido un largo período de gran incertidumbre, probablemente perjudicial para la inversión y el crecimiento; así como podría seguir una larga fase de aislamiento político, no precisamente un presagio de una mejor protección de los intereses británicos en el mundo.

Un tema aparte se refiere a los efectos de la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Estos pueden referirse sobre todo a los efectos del contagio político, en una fase de gran impopularidad de la Unión en la opinión pública. Un referéndum exitoso podría convertirse en el detonador de otros referéndums, especialmente en países donde los movimientos xenófobos y antieuropeos son más fuertes. En el escenario, la salida del Reino Unido de la Unión podría convertirse en el inicio de una avalancha capaz de poner en peligro la propia supervivencia de la Unión.

Probablemente reaccionarían los demás países miembros, especialmente aquellos con mayor capital político invertido, como Alemania, Francia, Italia, quizás con un salto en la integración a nivel político e institucional. Además, este desarrollo ya se hace cada vez más necesario también por la negativa de los países que se incorporaron a la Unión en la última década a colaborar dentro del marco institucional de la Unión para abordar adecuadamente la crisis migratoria. Lo cual ya está produciendo, por necesidad, un fortalecimiento de las instituciones y políticas comunes -para el control de fronteras, los procedimientos de asilo, la lucha contra el terrorismo, el desarrollo de las zonas de donde provienen los migrantes.

Los efectos económicos adversos para la Unión también pueden resultar del fortalecimiento de las tendencias dirigistas y proteccionistas entre los países restantes, tendencias contra las cuales el Reino Unido ha sido un antídoto importante. El daño también vendría de la pérdida, dentro de las instituciones europeas y la toma de decisiones, de la formidable cultura administrativa británica, una fuente continua en los últimos años de estímulos útiles para las políticas de simplificación y mejora de la gestión en los sectores públicos.

En definitiva, me parece que la salida del Reino Unido sería mala para todos. No puedo entender a los que se regocijan pensando que ahora será más fácil hacer lo que no hemos hecho antes para fortalecer las instituciones comunes. El Tratado de Lisboa nos permite avanzar sin el Reino Unido en el frente de la unidad política, si no lo hemos hecho, la culpa es nuestra.

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