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Bancos y sindicatos, es el momento de la cogestión

Ante la crisis de los bancos populares venecianos, Monte dei Paschi, Banca dell'Etruria y otras realidades del sistema bancario, es hora de que el sindicato reúna el coraje para imponer un giro para salvar y restaurar los bancos con un cambio fuerte. entre trabajadores y empresas a raíz de lo ocurrido en los años 80 en Estados Unidos.

Bancos y sindicatos, es el momento de la cogestión

Las decisiones tomadas por el Gobierno con el fondo Atlante para la rehabilitación del sistema bancario ponen de relieve la gravedad de la situación, sacando a la luz, por si acaso, una de las causas del bajo crecimiento del país. En la vida de nuestras entidades bancarias se han producido episodios que hace poco tiempo hubieran sido impensables. El 2 de abril, la junta de accionistas de UBI entregó el banco a los fondos de inversión que obtuvieron el 51% de los votos. La noticia, que recibió menos protagonismo del que merecía, marca una clamorosa derrota de ese particular “capitalismo de relaciones” muchas veces en versión familiar.

Tras los sucesos de Monte dei Paschi y el sistema Etruria, llegan a un punto crítico las graves anomalías de algunos grandes bancos, populares y no, en todo el norte industrializado y "europeo", donde grupos de accionistas, minoritarios pero bien organizados, han monopolizaba de facto la gestión del crédito con demasiada frecuencia en términos de clientelismo y pleno conflicto de intereses. Baste recordar el desembolso de préstamos destinados a la compra de acciones oa la suscripción de ampliaciones de capital para cubrir pérdidas. No hace falta decir que el valor de los valores se ha derrumbado y los créditos de las instituciones terminarán en "préstamos morosos".

Muchos de los hijos y nietos de esos capitanes de industria que contribuyeron al renacimiento del país después de la guerra y que construyeron su poder sobre una sólida red de relaciones políticas bipartidistas se han ido con los huesos rotos. La prensa, más comprensiblemente la local, no ha mostrado una capacidad y voluntad de investigar e informar igual a la de las grandes campañas de investigación nacionales o internacionales. El cambio puede tener lugar apoyándose en fuerzas externas, como hicieron los príncipes y duques de los antiguos estados italianos, aceptando el papel hegemónico de los estados nacionales de la época.

O puede aprovechar las herramientas creadas de acuerdo con las instituciones de la UE, como lo está haciendo el gobierno italiano. La moraleja, sin embargo, es simple, los que no gobiernan dejan inexorablemente la tarea de hacerlo a otros. Pero, ¿qué pueden hacer las partes interesadas, principalmente los empleados, que corren el riesgo de pagar un precio muy alto? Es necesaria una acción incisiva de las organizaciones sindicales, que deben imponer una cogestión transparente de la recuperación del sector. Es necesario ser conscientes de que la plena asunción de las propias responsabilidades por parte de cada uno de los sujetos en el campo es condición necesaria para reducir los daños más graves.

Pero como nadie tiene un anillo en la nariz, se necesitan garantías serias. En la década de XNUMX, las importaciones de acero y automóviles pusieron de rodillas a los fabricantes nacionales en Estados Unidos. Al mismo tiempo, el transporte aéreo, entonces simbolizado por Twa y Pan Am, se vio sumido en una profunda crisis. Un aporte importante provino de la asignación de parte de los salarios (presentes y futuros) al aumento de capital de las empresas, dando lugar a participaciones sustanciales de los trabajadores, representados en los directorios.

Una parte minoritaria del sindicato estadounidense definió polémicamente estos acuerdos, aceptados además con el voto de todas las partes interesadas, como "recompras". Por supuesto, no todo lo que reluce es oro. No todas las realidades involucradas sobrevivieron a la crisis, pero la cura funcionó en su conjunto. Incluso hoy en día, ese modelo sigue vigente para millones de trabajadores, con un estimado de un millón de empleados que controlan la mayoría absoluta de su empresa. Razones económicas, sociales, culturales y políticas nos llevan a no trasladar mecánicamente las experiencias de una realidad como la americana a un país europeo como Italia.

Pero la necesidad de un fuerte intercambio entre empresas y trabajadores, basado en amplios intereses comunes, es la condición para crear una relación verdaderamente igualitaria sobre opciones estratégicas que garantice una defensa eficaz de los puestos de trabajo. En el caso de los bancos, pero no solo, sin una propuesta contundente, el gremio se quedaría con una posición de defensa, totalmente comprensible pero muy débil, que correría el riesgo de verse desbordada por reestructuraciones unidireccionales sin garantías.

En estos días debería materializarse un decreto para incentivar la distribución de acciones a los empleados pero parece que los recursos disponibles son escasos. Tal vez sea hora de convertirlo en una herramienta de "economía compartida" verdaderamente efectiva. Así como todo ciudadano, para bien o para mal, es de hecho accionista y socio de los bienes comunes, así a nivel de las empresas individuales, los trabajadores deben convertirse en socios de la actividad económica en una lógica participativa que elimine la inevitable (y necesaria) unión conflicto de cualquier carácter antagónico.

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