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Bancos territoriales y responsabilidad empresarial entre el medio ambiente y la emergencia social

La reputación medioambiental también da sus frutos en los mercados financieros: el caso de Montreal Carbon Pledge nos hace pensar - La responsabilidad social no es opcional - El papel de los bancos cooperativos en el ámbito local

Bancos territoriales y responsabilidad empresarial entre el medio ambiente y la emergencia social

El futuro de la humanidad vuelve a ser tema de discusión, aunque todavía no en los modos y formas que requeriría el evidente estado de excepción. La política, ante todo, debe cuestionar seriamente los mayores peligros de nuestro tiempo: por un lado el riesgo climático y por otro el social. Sin embargo, como sucede cada vez con más frecuencia, también en este caso, la economía, para bien o para mal, prescinde de la política y avanza autónomamente descubriendo nuevas fronteras.

El riesgo más evidente es sin duda el ambiental que se manifiesta principalmente en la cuestión de la emergencia climática y es precisamente en este terreno donde se encuentran las mayores innovaciones en el ámbito financiero. Un estudio reciente realizado sobre 28 observaciones mensuales muestra que en empresas con alta reputación ambiental, la relación entre precio y beneficio es mayor que en empresas con baja reputación. Los mercados financieros empiezan a ser sensibles a los problemas medioambientales, viendo mayores riesgos y, por tanto, menores beneficios para las empresas que operan con un impacto medioambiental más fuerte y negativo, empezando por las que invierten o utilizan energía producida con combustibles fósiles. El ejemplo más importante en el mundo de esta "sensibilidad" demostrada por la economía es el Compromiso de Carbono de Montreal.

La iniciativa, lanzada en 2014 y dirigida a inversores institucionales de todo el mundo, requiere que los miembros se comprometan a medir, reducir y reportar la huella de carbono de sus inversiones de capital. Al medir la huella de carbono, los inversores pueden compararla con la de los puntos de referencia internacionales para identificar áreas y acciones prioritarias para reducir sus emisiones indirectas. Hoy, más de 120 inversores de todo el mundo (Europa, Estados Unidos, Canadá, Australia, Japón, Singapur y Sudáfrica), con más de 10.000 billones de dólares en activos bajo gestión, firmaron el Montréal Carbon Pledge y más de 100 XNUMX millones de dólares se han comprometido en este proyecto. Otro ejemplo es el nacimiento de los bonos verdes, emisiones de bonos para financiar inversiones de alto impacto ambiental, que representan nuevas herramientas capaces de contribuir a la creación de valor económico sostenible.

A diferencia de lo que sucede en el tema ambiental, es difícil tomar en debida consideración el otro gran riesgo de nuestra época. La combinación de revolución tecnológica, deslocalización de la producción, reducción de salarios referentes al trabajo menos calificado, desigualdad y consecuentes flujos migratorios masivos, produce un riesgo social de primera magnitud para la existencia de toda la humanidad. Un riesgo que tiene como primer efecto el torpe intento de dar respuestas a través de prácticas populistas que prometen recurrir a un endeudamiento destinado a aumentar el consumo. Es evidente lo grande que es el problema y lo difícil que es solucionarlo y que los intentos de financiación, por ejemplo mediante el establecimiento de emisiones para financiar mejores proyectos con impacto social (bono de impacto social), aunque sea una excelente intuición, siguen siendo demasiado poco.

El desafío que tenemos por delante es inmenso. El Pontífice, a través de Laudato Si', con una lectura "integral" de nuestro mundo que mantiene estrechamente vinculados el riesgo ambiental y el social, ha hecho sonar la alarma con fuerza. A la espera de que la política, superada el siglo de los conflictos ideológicos, haga su parte, las empresas pueden y deben revisar con fuerza sus modelos y su idea de desarrollo con una clara apuesta por la responsabilidad ambiental y social. Afortunadamente, no estamos en el año cero. Al menos en el sistema crediticio -que es el que conocemos más directamente- las Banche del Territorio representan un ejemplo de cómo esos peligros pueden convertirse en un compromiso y una oportunidad para la creación de valor sostenible en la economía real.

Todo esto es posible gracias a la capacidad consolidada y reconocida de estos bancos para invertir en los territorios individuales tanto como recaudan allí. Es una relación basada en la conciencia del interés mutuo que une a los bancos con sus territorios, es decir, desde la convicción de que el bienestar ambiental y social de un territorio sólo puede repercutir positivamente también en los resultados económicos de los propios bancos. en un proceso virtuoso recíproco y los datos presupuestarios que están siendo aprobados por las asambleas estos días así lo atestiguan. En nuestro tiempo y, más aún, en el futuro, no puede haber economía viable sin un sistema crediticio que, adoptando el tema de la sustentabilidad, sea capaz de acompañarlo y sustentarlo, de eso estamos seguros.

°°° El autor es Secretario General de la Asociación Nacional de Bancos Populares (Assopopolari)

 

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