Ni siquiera en el Alto de la Cubilla, meta de una de las etapas clave de esta edición, la Vuelta se ha dado un sobresalto para romper con la monotonía que domina la carrera desde que Primoz Roglic se alzó con el maillot rojo a finales de una contrarreloj fantástica, la de Pau, en la que el esloveno infligió huecos muy pesados a todos sus adversarios tanto como para esterilizar sus ganas de atacarle. Incluso en las muchas etapas de montaña, donde el maillot rojo pudo haber tenido dificultades, fueron los escaladores colombianos los que cedieron, sin que Miguel Ángel López pudiera concretar una ofensiva hasta perder las ruedas de Roglic en el final de las subidas como en la etapa de un domingo que terminó en lo alto del Puerto de Acebo.
Peor aún lo tiene Nairo Quintana, que había conquistado el maillot rojo al final de la novena etapa en Cortals d'Encamp y que en la víspera del segundo descanso de hoy se deslizaba hasta la sexta plaza, superado también por Rafa Majka, a 7'43" de Roglic tras otra decepcionante actuación ayer en las curvas no demasiado duras del Alto de la Cubilla, pronto se desligó de la escuadra de Roglic, Valverde, López, Pogacar y Majka hasta perder más de 2 minutos y medio.
El dominio de Roglic, a cinco tramos del final, es absoluto e intocable. En el ciclismo todo es posible, nada se da por hecho, pero lo que se vio hasta en las etapas que debieron ser más indigestas para el maillot rojo es una suerte de cloroformización de todos resignados al statu quo impuesto por Roglic desde el día de la contrarreloj: incluso Valverde, segundo a 2'48”, a sus 39 años y en la magia del mundial parece satisfecho de sumar un puesto de honor más a los muchos podios de su luminosa e interminable carrera.
Más que socavar la primacía de Roglic, don Alejandro cuida defenderse de Tadej Pogacar, el maillot blanco del líder juvenil, un predestinado para grandes cosas, que le sigue tercero a menos de un minuto y que ya ha ganado dos etapas en esta Vuelta con un punto rojo en Cortals d'Encamp y en el Alto de los Machucos el día del retiro de Fabio Aru. La Vuelta en particular se ha visto penalizada por la evidente rendición de los adversarios del maillot rojo, que durante años nos había acostumbrado a duelos chispeantes y emocionantes con un desenlace incierto hasta el último minuto.
Así lo demuestran los pedidos de llegada de las dos últimas etapas de montaña en la "alta" Asturias, que ven el éxito de los corredores, fuera de la clasificación, participando en las escapadas del día, con el grupo de los mejores de la historia al frente de la carrera a la espera del último kilómetro para revolucionar un poco las cosas: ayer en la Cubilla, donde Quintana sufrió, fue Jacob Fuglsang quien consiguió el primer éxito en una gran etapa por hueco, una laguna que estaba fuera de lugar en una carrera enriquecida por muchas victorias, entre ellas una Vuelta al Dauphiné de 2017 y la Lieja-Bastoña-Lieja de este año.
El día anterior en el Puerto de Acebo, el estadounidense de veinticinco años de Durango, Sepp Kuss, compañero de Roglic en el Visma-Jumbo, fue el primero en cruzar la línea de meta, completamente solo, que a la vista de la meta line, ya seguro de la victoria, empezó a saludar con la mano al público que en las barreras celebraba su primera victoria importante tras el Tour de Utah 2018. Un saludo habitual para aquel que empezó a practicar deporte como jugador de hockey antes de pasarse al ciclismo. En una Vuelta dominada por un ex saltador de esquí como Roglic, la agudeza de un ex jugador de hocke encaja a la perfección.