¿Cuántas veces hablamos de comida con amigos y conocidos? Los que la quieren cocida, los que la quieren cruda, los veganos que odian a los carnívoros, los que comen carne odian a los que están "obsesionados" con la dieta vegetal, por no hablar todos los caprichos mas o menos justificados, desde las intolerancias alimentarias hasta la gran (y muy sobrevalorada) tendencia sin gluten. Aquí, detrás de todas estas elecciones y las discusiones relacionadas, hay una psicología precisa, que fue estudiada por Nicoletta Cavazza y Margherita Guidetti, dos profesoras de psicología social en la Universidad de Módena y Reggio Emilia que intentaron llegar al fondo de la diatriba por publicando el ensayo Food Choices (Il Mulino).
El trabajo de los dos expertos demuestra sobre todo que en la sociedad contemporánea es más difícil que nunca identificar un modelo alimentario compartido, y que el gusto es ahora solo uno (quizás ni siquiera el primero) de los factores que determinan nuestras elecciones en la mesa. , que a menudo se convierten en creencias religiosas reales. En efecto, por un lado hay una creciente atención a la comida, quizás desproporcionado y alentado por la sobredosis de programas de cocina y tendencias de alimentación saludable (o pseudo-saludable), por otro lado, sin embargo, el tiempo diario dedicado a preparar las comidas está disminuyendo (excluyendo esta fase excepcional de cuarentena): de 4 horas en la década de 50 a 37 minutos hoy (pre-coronavirus, por supuesto).
De ahí que la intersección de estos dos factores (mucha, demasiada información y poco tiempo) determine lo que los dos médicos denominan "atajos cognitivos". El primer ejemplo es el de los productos "sin", que no se sabe por qué siempre deben ser preferibles: sin grasa, sin gluten, sin azúcar. Por lo tanto, el primer objetivo es evitar dañosen lugar de obtener un beneficio. Luego está la "politización" de las elecciones y el consiguiente debate sobre la alimentación. Las personas conservadoras (generalizando podríamos decir "de derecha") muestran cada vez más actitudes "neofóbicas", es decir, aversión a los nuevos alimentos.
Por el contrario, quien es o se define como progresista no desprecia la apertura de miras y la experimentación incluso en la mesa. “Básicamente, hemos aprendido a asociar las innovaciones alimentarias con las minorías”, explican los dos docentes de Emilia. Otro fenómeno conectado, y objetivamente cada vez más desenfrenado, es el de la vegefobia, es decir odio hacia los que no comen carne: los veganos, en muchas partes del mundo y sobre todo en USA, son vistos incluso peor (suponiendo que la misma vara no esté justificada) que los homosexuales y los inmigrantes. En definitiva, la comida cada vez une menos y cada vez divide más, con las diferentes facciones de ultras al igual que cuando se trata de fútbol, política,…. Todo.