La palabra mágica que está sonando en todas las capitales europeas en las últimas semanas es "Minsk". Se refiere a un Acuerdo de 7 años y declinado en 13 puntos. Se ve cada vez más como la clave para detener el Rusia de invadir elUcrania y luego la guerra. Cada vez se habla más alto de ello tras la maratón de Macron entre Moscú, Kiev y Berlín, tras las llamadas telefónicas entre Draghi y Putin y tras el viaje de Scholtz a Washington.
También se le conoce como "Minsk IIporque siguió a una primera versión y fue firmado en una cumbre en la capital de Bielorrusia el 11 de febrero de 2015. Fue firmado por los jefes de Estado de Rusia, Ucrania, Francia y Alemania, bajo los auspicios de la Organización para la Seguridad y la Cooperación. en Europa (OSCE), al final de un complicado proceso de negociación para poner fin a la guerra en Donbass, la región ucraniana en la frontera oriental con Rusia que había liderado los territorios de Lugansk y Donetsk, apoyada, como sabemos, por las armas de Moscú , a la separación del gobierno de Kiev.
A decir verdad, el primero en señalar este camino fue el primer ministro italiano Mario Draghi quien, en unas declaraciones fechadas el 22 de diciembre, tras una de las llamadas telefónicas con Putin, había recordado que: “las relaciones entre Ucrania y Rusia se rigen por los Acuerdos de Minsk que no han sido respetados por ninguna de las partes. Así que la observancia de estos acuerdos podría ser el primer paso”.
En ese momento, neto de la desatención a la pandemia y preocupaciones quirinales, había parecido una forma diplomática de distanciarse del espinoso tema, como sabemos, los italianos no sobresalen en iniciativas musculares. En cambio, se había ofrecido el tema real de la discusión, si uno obviamente no quería enfrentarse a Moscú desplegando los ejércitos y pasar a la acción de facto. Desde entonces la solución ha comenzado a circular en las distintas cancillerías también bajo el nombre de "formato normandia” debido al hecho de que los 4 firmantes habían participado todos en las celebraciones del histórico desembarco en el mismo año en que la guerra de Donbass. Y hoy se habla de ello cada vez más abiertamente.
Pero, ¿qué prevé el Protocolo de Minsk?
Además del alto el fuego, la liberación y canje de presos, nuevas elecciones, indultos y amnistías para los que tomaron parte en la revuelta, previstos respectivamente en los puntos 1, 3, 4, 5 y 6, el Protocolo interviene de manera profunda para modificar el estado político de Ucrania. Por ejemplo con el punto 11, que prevé la modificación de la constitución del país para reconocer amplios márgenes de autonomía a las regiones separatistas.
Vale la pena leer: “Llevar a cabo la reforma constitucional en Ucrania a través de la entrada en vigor, a fines de 2015, de la nueva Constitución que contempla la descentralización como un elemento clave; y disponer una legislación permanente sobre el estatus especial de las áreas autónomas de las regiones de Donetsk y Lugansk que incluya, entre otras cosas, la no sanción y la no responsabilidad de los involucrados en los hechos ocurridos en las áreas antes mencionadas; el derecho a la autodeterminación lingüística; la participación de los órganos de los gobiernos autónomos locales en la designación de los jefes de los fiscales y de los presidentes de los tribunales de las referidas áreas autónomas”.
Es el punto más delicado del Protocolo, lo que probablemente impidió su puesta en práctica durante estos siete años. Debido a que esta construcción en realidad solo agrada a Moscú, ni los separatistas ni los ucranianos estaban entusiasmados con la conclusión.
Entremos en los méritos del Protocolo
A Putin el Protocolo está bien porque no sólo le salva la cara, permitiéndole retirar su ejército con dignidad, sino que le permite matar tres pájaros de un tiro: es reconocido como el protector de los "hermanos" rusos maltratados por los ucranianos; autonomía significa que su influencia sobre una parte de Ucrania se vuelve permanente; y finalmente, no tiene que gastar un centavo para que un territorio devastado por la guerra vuelva a la normalidad porque Ucrania tendrá que cuidarlo.
Ai separatistas no les gusta el Protocolo porque no quieren la autonomía, lucharon por la independencia. Volver a estar bajo Kiev, aunque de una manera diferente, está lejos de sus planes. Y hasta ahora han puesto el pie en el suelo de la forma más clásica: continuando disparando. Porque la guerra allí nunca terminó.
Y el Protocolo también resiste laUcrania y precisamente por las razones que a Moscú le gustan en cambio. Kiev entiende bien que sale penalizado del enfrentamiento al perder autoridad sobre un trozo de territorio. Y también teme que la influencia de Moscú, a partir de las dos regiones, pueda extenderse al resto del país. Todas razones sacrosantas. Pero como sale?
En las conversaciones con Kiev el vaso se muestra medio lleno: esta vez no iría como en Crimea ¿Por qué Rusia me aceptó? nuevos límites del país que surgió del colapso de la antigua URSS en 1991. Así lo prevé el punto 9 del Protocolo que ordena "el restablecimiento del control total por el lado ucraniano de la frontera estatal a lo largo de toda la zona de conflicto que debe tener lugar desde el primer día de la realización de las elecciones locales".
Y también es cierto que Rusia debe retirar a todos sus soldados, tal y como recoge el punto 10 del Protocolo, que ordena la “retirada de todas las formaciones armadas extranjeras, incluidos los mercenarios, y los vehículos militares. Desarme de todos los grupos ilegales”.
Pero Kiev todavía considera el Protocolo como una copa amarga. No así los europeos porque tienen que cuadrar el círculo: aunque con cautela, quieren entender el malestar de Moscú al ver países que ya no son amigos en sus fronteras (de los 8 miembros de laantiguo Pacto de Varsovia 7 son ahora parte de la OTAN); y sobre todo quieren seguir calentando e iluminando sus casas y para ello el gas ruso es indispensable. Al final la pregunta es: ¿morir por Donbass? Es probable que Kiev tampoco quiera esta solución.