Quizás nunca, desde el final de la guerra fría entre Occidente y la entonces Unión Soviética, la tensión en Europa había alcanzado el nivel de los últimos días, en el punto álgido de más de un año de "escalada" (término ya obsoleto, pero ahora dramáticamente en las noticias) político y militar que corre el riesgo de extenderse como un reguero de pólvora desde las fronteras entre Rusia y Ucrania a todo el continente europeo.
Un cuadro de crisis, que se ha ido configurando desde la anexión de Crimea por Rusia y el acercamiento entre Ucrania y la Unión Europea, que llevó a la canciller alemana, Angela Merkel, a reconocer, en la conferencia sobre seguridad en Europa que se desarrolla en Múnich, que las conversaciones (viernes en Moscú y ayer por videoconferencia) con el líder del Kremlin Vladimir Putin "fracasaron" y en consecuencia "las posibilidades de resolver el conflicto". Y ha llevado al presidente francés Hollande a afirmar -quizás de forma imprevista- que, si no se llega a un acuerdo duradero, el único escenario que se abre "sólo puede ser la guerra".
Confirmando la gravedad de la situación, los líderes de la OTAN "no descartan" una intervención militar, aunque sea en forma de suministro de armas a Ucrania para ayudarla a defenderse de los prorrusos que se han apoderado de las provincias del este del país. Y el vicepresidente estadounidense, Joe Biden, también en Múnich para la conferencia sobre seguridad en Europa, continúa presionando para que Estados Unidos y la Unión Europea "se unan contra Rusia". Sin aclarar, al menos hasta ahora, si esta propuesta para fortalecer el entendimiento entre ambos lados del Atlántico incluye también una intervención militar.
Una opción, esta última, que muchas cancillerías europeas no parecen dispuestas a compartir. Y que Federica Mogherini, en su calidad de alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, también presente en la conferencia de hoy en Múnich, está claramente en contra. Durante el cual afirmó que “la UE está abierta al diálogo con Moscú”. Y, tras reiterar que “nuestra visión de las relaciones con Rusia se ha basado en una asociación para la prosperidad y la seguridad”, ha declarado: “La Unión Europea nunca puede verse como un proyecto contra alguien. Las puertas de la UE siguen abiertas al diálogo, pero no podemos cuestionar nuestros principios internacionales y nuestros valores. ¡Nunca!".
Federica Mogherini evita oportunamente mencionarlo en esta fase de acentuación de la crisis, pero no puede dejar de tener en cuenta que fueron precisamente los principios internacionales y los valores fundacionales europeos los que inspiraron el desconocimiento por parte de la UE del referéndum pro-ruso en Crimea y las elecciones definieron elecciones "presidenciales y parlamentarias" en las provincias de Donetsk y Lugansk, en el este de Ucrania, que se autoconstituyeron en la "República Popular" el 2 de noviembre pasado. Referéndum y elecciones, que la UE ha definido como "ilegales e ilegítimos"; pero que Moscú considera plenamente legítimo.
Rusia siempre se ha opuesto firmemente al Acuerdo de Asociación firmado el año pasado por Ucrania y la Unión Europea. Un acuerdo que, aunque todavía no se ha implementado en su totalidad, ha abierto la puerta a un importante y continuo apoyo financiero europeo a Kiev, cuyo suministro de gas desde Moscú, parcialmente interrumpido, sigue pendiendo de un hilo en medio del duro invierno ucraniano.
Además, la esperanza europea de una atenuación de la crisis con Rusia y de la implementación concreta de los acuerdos de paz firmados el pasado mes de septiembre en Minsk, Bielorrusia, por todas las partes involucradas (incluida la OSCE, Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa) pero nunca respetado. Hilo al que se aferra la canciller alemana cuando dice que, pese al estancamiento actual, "hay que volver a intentarlo siempre" para poner sobre el terreno nuevas propuestas de paz.
También del lado ucraniano no se abandona la esperanza de una solución a la crisis. Así lo afirmó el presidente Petro Poroshenko, quien al mismo tiempo insta a la OTAN (organización de la que Ucrania es miembro) a que suministre armas a su país sitiado. Y así lo confirma el canciller Pavel Klimkin quien rechaza la hipótesis de una ruptura de relaciones diplomáticas con Moscú. “Rusia -aclara- debe ser parte inalienable de la solución al problema. Precisamente por eso forma parte, junto con Ucrania y la OSCE, del grupo de contacto entre los países signatarios de los acuerdos de Minsk”. Mientras que su homólogo ruso, Sergei Lavrov, muestra sus músculos declarando que cualquier suministro de armas de la OTAN a Kiev “agravaría la tragedia en Ucrania”. Pero luego suaviza el tono diciendo que es "optimista y está convencido de que las conversaciones entre las partes continuarán".
Esta línea es evidentemente trazada por Putin. Quien desde Sochi, donde asiste al congreso de sindicatos rusos, envía un mensaje que podría aliviar la tensión. “Rusia no quiere pelear con nadie y pretende cooperar con todos”, dice textualmente. Pero Merkel desconfía del zar del Kremlin y pide cautela al interpretar las palabras de Putin. “Ante el incumplimiento de los acuerdos de Minsk –advierte– creo que debemos ser muy cautelosos con las garantías que ofrece Moscú. Incluso si el conflicto en Ucrania no puede resolverse por medios militares, y su solución solo puede alcanzarse con Rusia y no contra Rusia".
Y sin embargo -mientras hoy se reúne en Bruselas el Consejo de Asuntos Exteriores de la UE con el objetivo de reforzar aún más las sanciones europeas contra Moscú ("que no son eficaces, aunque nos perjudiquen", apunta Putin)-, ese hilo delgado de esperanza de paz parece haberse fortalecido tras el anuncio de hoy de que el miércoles 11 de febrero Putin, Merkel, Hollande y Poroshenko se reunirán en Minsk, ciudad donde se firmaron los acuerdos de septiembre, que nunca se aplicaron. ¿Es el momento adecuado para iniciar un proceso de paz concreto? La esperanza sigue siendo débil. Putin anticipó que participará en la reunión "solo si es posible acordar ciertas posiciones para el miércoles". Pero, como argumenta Angela Merkel, es importante intentarlo.