La reforma del mercado laboral corre el riesgo de empantanarse entre los vetos ideológicos de los sindicatos, las incertidumbres de Confindustria y la necesidad del Partido Demócrata de no abrir en este momento otras fracturas con los movimientos de su izquierda.El ministro Fornero fue el último invitado de Gruber. noche en La7, trató de explicar las razones generales a partir de las cuales la reforma del mercado laboral representa una pieza fundamental del mosaico de medidas que el Gobierno Monti está adoptando para devolver la competitividad al sistema italiano, sabiendo muy bien que sin ser competitivos no habrá medidas particulares, ni incentivos fiscales para jóvenes o mujeres que puedan aliviar la pesada carga del gran número de parados.
Es una tarea difícil porque la cultura media del país dista mucho de los conceptos, incluso los más normales, de la economía de mercado y, como hemos visto por las preguntas de Gruber, todo el interés se concentra en temas particulares, como el trabajo de la mujer. (aunque muy importante) y el famoso artículo 18. En realidad, las cuestiones del mercado laboral son muy complejas y no es raro que medidas aparentemente garantizadas (como el artículo 18) acaben con el tiempo creando desigualdades insostenibles y sobre todo impidiendo una expansión efectiva de oportunidades de trabajo para todos. Se trata pues de falsas protecciones que han contribuido (junto a otras causas como el desquiciado gasto público) a marginar a Italia del contexto internacional, relegándola a los últimos lugares en cuanto a capacidad de atracción de inversiones internacionales.
Sin embargo, incluso la ministra Fornero, cuando se puso manos a la obra, parecía estar en una fuerte retirada de sus principales cargos. Dijo que estaba convencida de la necesidad de reducir drásticamente la precariedad y en eso todos están de acuerdo, solo que para hacerlo de verdad se debe dar a las empresas alguna compensación, tanto en términos de flexibilidad como en términos de dejar el trabajo. Pero Fornero no habló de eso, sino que dijo que la flexibilidad puede mantenerse a condición de que las empresas paguen más por ella. Y no parece prudente en esta coyuntura limitarse a proponer nuevas cargas a empresas que están al borde de la crisis.
Para el artículo 18 entonces el ministro fue muy lejos en la búsqueda de un compromiso con las organizaciones sindicales terminando indicando cuál es ya la posición de partida de los sindicatos más "responsables" como Cisl y Uil, y es que se podría aclarar mejor el concepto de justa causa y sobre todo reducir los tiempos de los procesos de trabajo para dar cierta certidumbre a las empresas sin tocar sin embargo el punto central que es el de la obligación de reintegrarse.
La actitud cautelosa del Gobierno, que además se ha dado un plazo demasiado largo de dos meses para poder desarrollar cómodamente el diálogo con los sindicatos, se ve respaldada por una actitud vacilante similar de Confindustria que, según la línea Marcegaglia - Squinzi, no no quiere enfrentamientos con la CGIL y no cree que sea necesaria también en este momento una revisión profunda del artículo 18. De hecho, mañana se realizará una reunión entre Confindustria y los sindicatos, fuertemente propuesta por los propios sindicatos, para llegar a la Mesa de Gobierno el jueves con un común de tal manera que arrincona al ejecutivo de espaldas a la pared y lo obliga a realizar solo esos pequeños cambios propuestos por los sindicatos que, además, en lugar de flexibilizar el mercado, tienden a imponer nuevas restricciones tanto a la contratación como a la negociación. Confindustria corre por tanto el riesgo de ser enjaulada por los sindicatos en una falsa reforma, que empeoraría las condiciones de las empresas y anularía la oportunidad de modernizar el monstruoso mercado laboral según las indicaciones claramente expresadas tanto por el BCE como por la Comunidad Europea.
Al fin y al cabo, la cultura sindical quedó bien expresada ayer en la carta de Camusso a la República a la que Eugenio Scalfari responde hoy con una dureza insólita en el fundador del diario. De hecho, Camusso se equivoca -dice Scalfari- cuando confunde las causas de la crisis con sus efectos, cuando pide una intervención masiva del Estado en la economía que no es posible (si es deseable) por falta de dinero, cuando invoca una igualdad abstracta, en lugar de centrarse en la igualación de las condiciones de partida y en la valorización del mérito individual. Scalfari viene a criticar la línea de Fiom, hasta ahora apoyada por su diario, invitando a Camusso a no cometer los mismos errores que Landini.
En definitiva, es necesario que Confindustria no ponga fin a la partida de la reforma del mercado laboral mañana mismo y que el Gobierno no sea tan complaciente como aparecía ayer por la noche Fornero. Pensiones, mercado laboral y reforma fiscal son los tres pilares sobre los que se puede asentar un verdadero cambio de rumbo para nuestro país. En materia de pensiones se ha actuado de la mejor manera posible. Ahora no podemos desaprovechar la oportunidad de cambiar el mercado laboral para lograr una mayor productividad. La lucha contra la evasión fiscal y los recortes del gasto público, que el Gobierno está realizando con determinación, pronto podrán abrir el espacio para una reducción real y sustancial de la carga fiscal, a partir precisamente de las rentas del trabajo. Pero esto sólo será posible si una mayor productividad del país permite crecer más, y por tanto evitar que cualquier recurso fiscal adicional sea tragado por el abismo presupuestario del Estado.