Tres collados de más de 2 metros de leyenda, 5 metros de desnivel a superar: hace años que el Tour no sube el Vars, el Izoard y el Galibier en un mismo día y la espera se vio recompensada por el espectáculo que se transmitía, palpitante y contundente, en un escenario impresionante en el que Julian Alaphilippe ha vuelto a aguantar los embates de los rivales con el maillot amarillo y Nairo Quintana vuelve al Cóndor que hace mucho que no se ve, dominando el Galibier a lo grande, trampolín para su triunfo en la meta de Valloire con huecos de otros tiempos. Esperábamos otro espectáculo del súper popular Pinot, en cambio son ellos, sin olvidar Egan Bernal, que ha puesto las jerarquías en el Ineos alboroto – los grandes protagonistas de la etapa más hermosa de este Tour que ve a Alaphilippe todavía en amarillo por el día 14 pero que, dos días antes de la pasarela en los Campos Elíseos, todavía no tiene un maestro seguro con seis corredores en poco más de 2 minutos.
“Touché, pas coulé”, así comentó con vehemencia el maillot amarillo en su etapa. Golpeado pero no hundido: así es, Alaphilippe sufrió en las últimas curvas cerradas del Galibier cuando, después de que Egan Bernal se alejara del ya rozado grupo de los mejores, Geraint Thomas también despegaba, desatando el forcejeo y elevando el ritmo de la ascensión mantenida anodino por Eric Mas para no sacar a Alaphilippe de revoluciones. El francés sufrió enseguida el cambio de ritmo y se zafó acusando un retraso de unos veinte segundos en el paso a los 2.646 metros del Galibier pero en la bajada, trazando trayectorias perfectas en las curvas, se abalanzó sobre Thomas que entretanto también había se han sumado Pinot, Krujiswjick, Buchmann, Landa, Porte y Uran. No solo eso, al poner en práctica sus habilidades como esquiador alpino, incluso logró en una distancia corta distanciar a todos sus rivales. Los ocho llegaron juntos a meta con el mismo tiempo a 5'18” de Quintana. El único que ganó terreno, entre los grandes nombres que perseguían el maillot amarillo en la clasificación, fue Bernal, que finalizó octavo, 32 segundos por delante de los de Alaphilippe.
Una diferencia que le permite al colombiano adelantar a Thomas en la clasificación por 5” – ocupando el segundo puesto de la clasificación a 1'30” del maillot amarillo – pero que podría haber sido mayor si el galés no hubiera acelerado acelerando su ritmo. Al llegar Thomas negó que lo suyo fuera una acción para perseguir a su compañero más bien para avergonzar a Alaphiilippe. Pero el ambiente que arrasó al final del golpe en el Ineos no fue de lo más sereno por más que Bernal echó agua al fuego alegando que en la mesa estaba todo planeado. ¿Pero quién lo cree? Se sabe que en el Ineos –que tomó el relevo sin ser vista por Sky–, las capitales inglesas siguen imponiendo la ley hasta tal punto –se dice– que influyen en las elecciones competitivas. Ya hoy en una etapa que incluye la subida a los 2.770 metros del Iseran y el final en cuesta en Tignes, veremos qué libertad le concede Bernal que ayer lució toda su clase y brillantez en la meta del Galibier que hace Thomas no tiene actualmente.
Si Ineos tiene sus problemas con dos colíderes que parecen estar en desacuerdo como Salvini y Di Maio en el gobierno amarillo-verde, tambien el movistar, que tiene tres piezas valiosas que gestionar (Quintana, Landa y Valverde), terminó en la picadora de polémica poner en práctica a menudo tácticas incomprensibles como la de ayer, cuando en mitad del Izoard, incluso antes de adentrarse en el paisaje lunar de la Casse deserte, para subir el ritmo en el grupo de Alaphilippe se turnaron Valverde, Soler y Landa, con el resultado de reducir a la mitad la Ventaja de más de 9 minutos que acumulaba Quintana sobre el Vars, el primer cerro enfrentado con media récord.
Quintana había entrado en la fuga que se inició poco después de la salida de 34 corredores entre los que se encontraban Romain Bardet, Adam Yates y Damiano Caruso que pasarán primeros encima del Izoard. En Movistar justificaron esta jugada porque se planeó un atentado de Landa. Pero Landa, como Pinot, ayer no estaba de buen humor. Así que pronto abandonó la ofensiva, contento de no perder las ruedas de Thomas, pero el daño ya estaba hecho. Quintana, que después de tantas etapas decepcionantes había vuelto a poner las alas al Cóndor, alargada con el pedaleo de los mejores momentos cuando Galibier dejó de compartir camino con Lautaret presentaba los rasgos más severos: nadie podía resistirse a la vena redescubierta del colombiano que creaba un vacío a sus espaldas, aumentando incluso su ventaja sobre el grupo de la camiseta amarilla.
Una hazaña que recuerda a la de Andy Schleck en el Tour de 2011 que el luxemburgués, magia amarilla al final de la etapa de Galibier, perdió por el resultado de la contrarreloj del día siguiente que entregó el símbolo de la primacía a Cadel Evans, el primero Australiano para ganar el Tour En el Vars ayer Quintana, que estaba casi 10 minutos por detrás de Alaphilippe en la clasificación, estuvo prácticamente muy cerca del maillot amarillo. La táctica decidida por Movistar sobre el Izoard acabó siendo un semisuicidio al dañar a un Quintana de talla gigante. Pero finalmente en el podio de los ganadores, de vuelta al top ten en la séptima posición a 3'54” superando a Landa y Valverde, la cara de eterna esfinge de Quintana se abrió con una amplia y liberadora sonrisa.