Cuando en la última Milán-Sanremo, ganada por Julian Alaphilippe, Alberto Bettiol fue el primero en subir al Poggio desencadenando la pelea final, ni los comentaristas de televisión del calibre de Riccardo Magrini, una vida en bicicleta, tuvieron tiempo de reconocerlo. él antes de que fuera reabsorbido. Seguro que desde ayer será más fácil identificarlo y vigilarlo, porque este toscano de Poggibonsi, nacido en 1993, para ganar su primera carrera profesional eligió nada menos que un clásico-monumento como la Ronde, protagonizando una soberbia acción iniciada. A 17 km de meta en Oudenaarde, remontando a toda velocidad la mítica pared de Oude Kwaremont y resistiendo luego la persecución de un grupo de dieciséis corredores en el que estaban, además del campeón del mundo Valverde, casi todos los grandes favoritos de la jornada, desde Sagan hasta Van Avermaet, de Kristoff a Van der Poel.
Parecía el salto de la liebre de servicio destinada a ser alcanzada pronto por la manada de lobos en su cacería, lista para anular la brecha que fluctuó 18 segundos a la salida de Old Kwaremont. Quedaba el último muro por afrontar, el Pateberg pero Bettiol lo superó sin daños, de hecho aumentó la ventaja, un tramo de 10 km sin mirar atrás, pedaleando como un auténtico contrarreloj en las largas rectas llanas que llevan a la meta. “Fueron –como luego dirá en el podio– los kilómetros más largos de mi vida”. Cuando la gloria estaba a 2 metros, el vacío detrás de él se medía en 27”. Un disparo que hizo estallar el banco y todos los pronósticos de la víspera. La tímida liebre, ataviada con la chaqueta EF-Education First, se había convertido en una presa inalcanzable.
Detrás había ahora más resignación que colaboración en los intercambios. La falta de ira de Sagan fue decepcionante, casi como si el eslovaco estuviera más interesado en hacer perder la Ronde a sus grandes rivales que en intentar ganarla por segunda vez. Solo Van Avermaet todavía intentaba en vano establecer una conexión, pero estaba demasiado solo para concretarlo. La manada de lobos se había transformado ahora en la de los grandes perdedores que en la interminable avenida de llegada sólo veían a lo lejos el éxito fulminante del italiano que no esperas.
Bettiol tuvo tiempo de sobra para preparar la escenografía de su triunfo, levantando los brazos al cielo y luego imitando el gesto de los dos dedos que lleva ante los ojos, típico de Dybala cuando marca el gol. Detrás de él a los 14” venía Kasper Asgreen, tercero a los 17” Alexander Kristoff quien reguló la escuadra de los batidos quemando a Van der Poel, víctima de una mala caída golpeando un macizo de flores, que lo retrasó en la mitad de la carrera obligándolo a una carrera frenética para volver a entrar en el grupo de favoritos, del que había salido Niki Terpstra, ganador de la edición de 2018, por otra caída que le obligó a retirarse y perder la París-Roubaix del próximo domingo. Michael Matthews ha sido sexto seguido del intemporal Valverde, dispuesto a volver a la Ronde tras el debut de ayer con 39 años. Van Avermaet cerró el top ten. Undécimo puesto melancólico para Sagan, una fotocopia pálida y apática del campeón capaz de ganar tres veces el título mundial y seis veces el maillot verde de la clasificación por puntos del Tour.
Bettiol devuelve a Italia al podio más alto de la Ronde, un evento que no sucedía desde 2007, cuando ganó Alessandro Ballan. Es el undécimo éxito de uno de nuestros corredores sobre las míticas paredes flamencas, triunfos que comenzaron con el hat-trick consecutivo que le valió a Fiorenzo Magni el sobrenombre de "León de Flandes" en las temporadas 1949-50 y 51. Tuvieron que pasar 16 años, gracias al triunfo de Dino Zandegù en 1967, para encontrar a un italiano en lo más alto del orden de llegada de la Ronde. El ayuno antes del quinto éxito de Moreno Argentin en 1990 fue aún más largo. En 1994 fue el turno de Gianni Bugno, dos años después en 1996 ganó Michele Bartoli. En el nuevo milenio, antes que Ballan y Bettiol, Gianluca Bortolami ganó la Ronde. Completando el domingo triunfal del ciclismo italiano sobre las murallas flamencas, también estuvo la victoria de Marta Bastianelli, vigente campeona de Europa, que en la meta de Oudenaarde quemó a sus dos compañeras de fuga al imponerse en la Ronde femenina.