Ilva y más allá. Taranto cierra 2019 como la ciudad italiana símbolo de elecciones industriales controvertidas y crescendos ambientales preocupantes. El tramo de mar que domina el ahora ultra conocido distrito de Tamburi es uno de los más contaminados del Mediterráneo. Una emergencia contigua a la laboral, que pone sobre los hombros de administradores y gestores colosales responsabilidades por el ecosistema y la salud. Durante años ese mar ha tragado residuos de todo tipo.
Metales pesados, aceites, desechos que han arrasado literalmente con la flora y la fauna. Hasta ahora poco se ha dicho al respecto debido a la emergencia primaria ligada a la supervivencia de la siderúrgica. ¿Cuánto tiempo ha estado esperando la ciudad una institución, una institución, una autoridad, alguien en fin, que en tiempos de furia ambiental, se haga cargo de esta otra amenaza a la ciudad ya la economía? 2020 finalmente debería proporcionar la solución. Incluso si el decreto que reconoció a Tarento como un sitio de mar contaminado data de 2001.
El Mar Piccolo de la ciudad de Apulia está clasificado como altamente contaminado. Lugar propicio para experimentar con tecnologías para la remediación de aguas y sedimentos. Científicamente entró en un entorno de prueba interesante en el programa de financiación europeo LIFE. CNR, el Municipio de Taranto, Enea y empresas calificadas, en el proyecto específico Life4MarPiccolo, estudiarán las aguas verificando la presencia de todos los microorganismos peligrosos. Trabajarán para transformar los contaminantes en compuestos inofensivos.
Una palingenesia potencial para los sedimentos industriales vertidos burlándose de los controles industriales y los principios éticos. El área insalubre es muy extensa aunque de extraordinario interés económico y turístico. En el centro del Mar Piccolo, un sistema fotovoltaico móvil medirá un área de 3.000 mXNUMX. La planta recogerá los sedimentos para su posterior microfiltración. La perspectiva es tener un ambiente libre de sustancias peligrosas y purificadas. Todo como resultado de las actividades (ni que decir) de la ex Ilva, del polo petroquímico, de Cementir.
Un intenso proceso de industrialización –está escrito en el proyecto Life4MarPiccolo– que ha conducido a la producción masiva de residuos y residuos que, a través de una mala gestión pasada, han provocado una profunda contaminación de los fondos marinos y aguas del Mar Piccolo. Aquellos que podrían haber evitado la degeneración y contaminación del cuerpo de agua no lo hicieron.
Europa en su estrategia de protección del agua y del hábitat reconoció la necesidad de actuar. Ciertamente lo hizo para no mortificar la economía de las ciudades que miran al mar, sin imaginar que en Taranto estallaría la gravísima crisis de su establecimiento más célebre. Pero la sensibilidad ambiental debe acompañar esos procesos de reorganización industrial que han engrandecido la economía italiana. Las consignas no son suficientes, vengan de donde vengan, para volver a encarrilar sistemas económicos efectivamente integrados que producen riqueza y paz social.
Ha terminado un ciclo. En Italia, explica la Cnr, el problema de los sedimentos contaminados ha adquirido una importancia creciente, especialmente después de la clasificación en 1998 de sitios de interés nacional a restaurar. Junto a Taranto están Nápoles, Porto Marghera, Piombino, Massa Carrara y muchos otros. Realidades que han producido puestos de trabajo, ingresos, fama industrial en un desinterés general que sólo el despertar de la economía circular pide hoy restaurar.