La idea de cobrar el canon de la licencia RAI en la factura de la luz no es nueva y no ha sido implementada hasta el momento por serias dificultades técnicas y políticas. Pero incluso antes de abordar las cuestiones técnicas, debemos preguntarnos si el concepto de "servicio público" todavía tiene sentido y cuáles son o deberían ser sus características. Todo en el sector de la información es un servicio público, en el sentido de que en las modernas sociedades avanzadas y democráticas la libre circulación de la información es un elemento fundamental para asegurar el correcto funcionamiento del sistema que se basa en el voto de los ciudadanos adecuadamente informados sobre las actividades de los gobernantes y en general de todos aquellos que detentan el poder político, administrativo o económico.
En este sentido, sólo se justifica un servicio público en televisión si falta pluralismo en los demás medios de información, o si el medio televisivo se considera tan poderoso como para prohibir su gestión a particulares y por tanto se hace obligatorio crear un monopolio que necesariamente debe ser gestionado de manera super partes por el Parlamento y por tanto gozar de financiación comunitaria. En Italia hoy ninguna de estas condiciones sigue siendo válida.
La información, también gracias a la llegada de Internet, ahora está ampliamente disponible de forma gratuita para todos los ciudadanos que, a menudo, también se convierten en productores de noticias. Nadie pone límites ni son posibles influencias por parte de los poderes políticos o económicos. El monopolio de la RAI ha caído hace mucho tiempo y hay otros tres grandes operadores privados que producen noticias (además de muchos más pequeños) que compiten entre sí. Se dice que este proceso ha dado lugar a una televisión de gran calidad, pero esa es otra historia.
El llamado servicio público de la RAI toma hoy la forma de información parcelada entre los principales partidos presentes en el Parlamento, con un peso predominante de los de gobierno. Más allá de la buena fe de muchos periodistas y del esfuerzo de algunos por mantener un alto nivel profesional, lo cierto es que las estructuras editoriales y por tanto las líneas políticas de los principales canales de información están determinadas por las fuerzas políticas. Que en algunos casos el juego falle y algunas transmisiones se descontrolen, deriva de que los políticos muchas veces no entienden nada de publicar y se apoyan en personas poco capaces o que se presentan con túnica a las que luego renuncian o abandonan. para buscar nuevos lugares de aterrizaje.
Si este es el panorama, ¿por qué debemos continuar financiando RAI a través de la tarifa de licencia? Introducirlo en el proyecto de ley supone entonces conceder a la RAI un incremento de ingresos muy fuerte (de un mínimo de 500 millones a más de mil millones de euros) justo cuando siguen vivas las polémicas sobre la eficiencia en el uso del dinero por parte de esta empresa que tiene un número de periodistas y personal administrativo y de producción están en nómina.
En realidad, no es la RAI la que necesita más dinero, sino que todo el sector de la información sufre el desplome de la publicidad debido a la larga crisis económica y la caída de las ventas en parte ligada a la llegada de Internet. Y es un fenómeno mundial, no solo en Italia. La consecuencia es que el periodismo de investigación y el periodismo de calidad sufren porque las editoriales ya no pueden asumir los costos relacionados. Pero es precisamente este periodismo el que crea ciudadanos conscientes y sensatos que son la base del buen funcionamiento de las democracias.
Por lo tanto, si se cree que la buena información es de interés general, no se ve por qué la política debería limitarse a financiar la RAI y por qué debería utilizarse el viejo y trasnochado concepto de servicio público. Si los ciudadanos entienden que la buena información es primordialmente de su interés, entonces habría que añadir un pequeño recargo al Irpef y que servirá para financiar hasta cierto punto todo el sector sin conceder privilegios anacrónicos a la RAI. Por el contrario, la empresa de Viale Mazzini debería someterse a límites estrictos de gasto y otorgar mayor autonomía a sus gerentes en materia de promociones y contrataciones para evitar el clientelismo desenfrenado de las últimas décadas.
Será necesario entonces aclarar cómo financiar el resto de la información sin crear injusticias, o peor aún, una multitud de especuladores que solo buscan saquear el dinero público. No es fácil dado cómo se han gestionado hasta ahora las provisiones para la edición, pero no es imposible si tienes claros los objetivos que quieres perseguir. En cualquier caso, si no se llega a un acuerdo satisfactorio, habrá que dejar de jugar con el canon de la RAI, evitar ahogarlo en la factura de la luz y tender a su supresión quizás desmantelando progresivamente el gigante de la televisión pública, que pasa por la mayor empresa patrimonio cultural del país, pero que ha hecho muy poco de la cultura, sobre todo en las últimas décadas.