"El peligro de guerra no es inminente, pero se deben tomar medidas para detener el crecimiento de ISIS". como se hace lo explica stefano silvestri, gran experto en asuntos internacionales y ex presidente del IAI (Istituto Affari Internazionali), que reconoce el papel clave de Italia en las relaciones con ambos lados del mundo islámico ("Tenemos buenas relaciones tanto con Egipto como con Turquía"), sin olvidar, sin embargo, que "La ONU y la Unión Europea nos deben solidaridad: cualquier tipo de intervención en Libia requeriría costes y un considerable despliegue de recursos y hombres".
Una verdadera intervención bélica, que requeriría una resolución de la ONU (ayer mismo Francia y Egipto solicitaron una reunión urgente de la Organización), según Silvestri es evitable, pese a la alarma lanzada por el primer ministro libio reconocida por la comunidad internacional, Abdullah al-Thani: "Intervenir de inmediato, de lo contrario la amenaza llegará a Italia", dijo ayer el líder del país norteafricano. “No debemos exagerar – explica el actual director de AffarInternazionali, ex consultor de los Ministerios de Asuntos Exteriores y de Defensa – al ver en cada evento o en cada declaración una amenaza efectiva, pero tampoco debemos subestimarlo claramente. Sin embargo, puedo decir que la situación ha sido exactamente la misma durante meses, no hay ningún motivo especial de alarma hoy”.
Como dijo el primer ministro Matteo Renzi, quien reiteró que "no es el momento de una intervención militar", incluso para Silvestri el abanico de opciones incluye otras hipótesis viables, aunque muy difíciles. Pero Italia puede jugar un papel decisivo, sobre todo en la primera estrategia posible: la diplomática. “Mediar entre las dos almas del mundo islámico, la de los Hermanos Musulmanes y la, por así decirlo, más laica del gobierno libio reconocida por la comunidad internacional, no es fácil. Estas son almas opuestas: la primera es apoyada por Turquía, la segunda por Egipto. Dos países con los que Italia tiene una buena relación”.
Actualmente Libia está partida exactamente por la mitad, con al-Thani al frente de la coalición de moderados (en el Parlamento de Tobruk) y los militantes de Ansar-al Sharia, que ocuparon Bengasi hace seis meses proclamando el emirato islámico en una parte de del país, que ahora encuentra su sede en el antiguo Parlamento de Trípoli. Ansar al Sharia está encabezada por Al-Qaida y ahora estaría en declive, mientras crece la amenaza de los terroristas cercanos al pseudocalifato Daesh, que no es otro que el acrónimo árabe de Isis (Estado Islámico de Irak y Siria). “Este último en particular parece estar creciendo, con la conquista al menos temporal de una terminal petrolera y el reconocimiento por parte del 'califa' de sus tres Wilayat libias: Al-Barqah, en el este, Al-Tarabulus, en el oeste y Al-Fizan al Sur”.
“Las facciones hacen la guerra entre sí, pero ambas son necesarias para construir una acción diplomática efectiva. Será necesario evitar –advierte Silvestri– alianzas demasiado ideológicamente motivadas, que fácilmente podrían conducir a una partición de facto de Libia en dos o tres territorios, cada uno presa de su propia forma local de guerra de guerrillas. Como sucedió en Somalia”. En esencia: colaborar con los islamistas moderados, que encabeza Egipto, para aislar a los terroristas y estabilizar la situación en Libia, pero sin descuidar las relaciones con la zona de La Hermandad Musulmana, que hacen referencia a Turquía, que, como recuerda Silvestri, “ha contribuido a armar y apoyar políticamente a los Hermanos Musulmanes de Misrata y Trípoli, llegando incluso a poner de manifiesto la bochornosa proximidad con los terroristas de Ansar Al-Sharia”.
La segunda hipótesis es la de una acción militar, pero estrictamente defensiva. “En ese caso, la ONU no es necesaria: implicaría bombardeos selectivos, aterrizajes ad hoc contra objetivos precisos del crimen organizado. Aquí Italia podría actuar de forma autónoma, incluso si la comunidad internacional, especialmente la'Europa, debe haber solidaridad”. Finalmente, nuevamente desde un punto de vista defensivo y conservador, también cabría la hipótesis de un control estricto de la frontera libia, especialmente la del sur donde abunda el tráfico de armas y el flujo de militantes. “También podría ser adecuado -argumenta Silvestri-, en colaboración con los países vecinos de Libia, intervenir masiva y/o selectivamente contra grupos de contrabandistas de armas y hombres y en general para bloquear cualquier flujo transfronterizo descontrolado”.
Solución plausible, aunque “inevitablemente también haría más difícil distinguir entre amigos y enemigos, con consecuencias negativas para todos. Veremos si vamos por un lado o por el otro, o probamos algún otro. Pero una cosa parece segura, no será posible olvidar a nuestro viejo de nuevo. cuarta orilla."