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Responsabilidad Corporativa: ¿Beneficio o Sostenibilidad Social?

En su reciente libro "Obteniendo ganancias - Ética de la empresa", publicado por Marsilio, el exsenador de izquierda y exgerente Franco Debenedetti argumenta que la tarea de una empresa no es repartir dividendos sociales sino hacer correctamente el trabajo de lucro. generador

Responsabilidad Corporativa: ¿Beneficio o Sostenibilidad Social?

La crisis subprime de 2008 y más aún la explosión de la pandemia del Covid han provocado una sensación generalizada de desconfianza del mercado, del capitalismo, del funcionamiento de las grandes empresas. Se ha convertido casi en un lugar común criticar el mercado que responsable de excesos especulativos e incapaz de autorregularse, al contrario de lo que pretenden los liberales. Se multiplican los estudios que invocan un cambio radical del capitalismo, que según unos debe ser salvado de la codicia de los propios capitalistas y según otros potenciado por una presencia más penetrante del Estado también en la gestión directa de las empresas. En particular, lo que se denomina el "mito" basado en el famoso artículo de 1970 de Milton Friedman, según el cual el objeto exclusivo de la sociedad anónima debe ser la generación de utilidades para los socios.

En los últimos años ha habido tomas de posición y manifiestos firmados por muchos altos directivos (desde el Business Roundtable hasta el Foro de Davos en 2020) para afirmar que el propósito de la empresa no es solo producir beneficios para los accionistas sino es el más general de satisfacer los intereses de toda la comunidad en la que vive la empresa, desde sus empleados hasta los proveedores, pasando por el respeto al medio ambiente y la mitigación de las desigualdades. En definitiva, la idea de Friedman, es decir, la del valor para el accionista, debe ser descartada para pasar a un panorama más amplio de intereses representados por los stakeholders.

Un debate muy complejo, lleno de consecuencias sociales y políticas que ve a la gente alineada contra el valor del accionista los pesos pesados ​​de la cultura y la política mundial, desde Joe Biden hasta el Papa Francisco, para llegar a una multitud de profesores y periodistas influyentes. Para tratar de frenar la creciente ola de desconfianza hacia las empresas, muchos directivos han decidido montarse en ella, creyendo así renovar su reputación y por lo tanto conquistar cuotas de mercado (y seguir obteniendo beneficios). Esto no excluye la buena fe de quien, en la gestión de una empresa, se da cuenta de que es necesario no sólo respetar las normas escritas sino también las morales, buscando una mayor sintonía con la opinión pública, haciendo cosas apreciables como salvaguardar el medio ambiente, mejorar la la formación profesional y cultural de sus empleados o fomentando una asistencia sanitaria más eficiente.

Cualquiera que logre enfocarse con gran detalle en el complejo tema del funcionamiento de las sociedades anónimas y los mercados, subrayando los riesgos que uno corre al perseguir sugerencias irracionales, está franco debenedetti que acaba de publicar un estudio realmente completo sobre la función de las empresas, sobre los nuevos mitos que se están construyendo para apaciguar las inquietudes de la opinión pública y sobre las perversas consecuencias a las que podría acarrear su aplicación práctica. El volumen, publicado por Marsilio, se titula, con una clara intención polémica "Obtención de beneficios: ética empresarial.

El punto central del razonamiento de Debenedetti podría resumirse así, de acuerdo con lo argumentado por Luigi Zingales: las degeneraciones que ha habido en las elecciones gerenciales debe corregirse con herramientas adecuadas y no con imposiciones externas poco realistas o con un aumento de la intervención del Estado como gestor de empresas que al final, al desviar el papel de las empresas hacia la búsqueda de un dividendo político, provocaría una merma en el bienestar general de de los ciudadanos, es decir, precisamente de los actores que quisieran proteger. En breve, Los gobiernos no son la solución, pero parte del problema.

Hay dos acusaciones principales que se lanzan contra las empresas que solo tienen el objetivo de maximizar las ganancias para sus accionistas. La primera es que la atención se ha centrado cada vez más en lograr resultados a corto plazo apuntar no solo al balance anual, sino incluso al estado trimestral con perjuicio para el desarrollo a largo plazo de la empresa y de toda la economía; la segunda es tener creó enormes desigualdades e insostenible para la cohesión social. Por ello, según muchos estudiosos, las empresas deberían cambiar su objetivo centrándose en Responsabilidad corporativa social.

Debenedetti demuestra con amplios y convincentes análisis que ambas alegaciones no se corresponden con la realidad. La desigualdad no debe confundirse con la pobreza. Sobre todo, no parece que las desigualdades se deriven de bienes heredados, es decir, que exista una casta de ricos encerrada en sí misma que impida la movilidad social. De hecho, en Estados Unidos el porcentaje de riqueza heredada entre los multimillonarios ha ido cayendo desde el 50% en 1973 al 30% en 2014. El problema, por tanto, no es tanto de políticas redistributivas, sino de creación de puestos de trabajo que tengan habilidades profesionales prometedoras y la posibilidad de mantener siempre abiertos los corredores para los ascensos sociales. Por tanto, necesitamos políticas capaces de mantener una sociedad competitiva y de libre competencia.

Los dos últimos capítulos del libro están dedicados principalmente a la situación italiana, donde predomina una antigua cultura anti-mercado, anticompetencia y a favor de la intervención estatal que a menudo crea monopolios que son duraderos, a diferencia de los creados por el mercado (por ejemplo, tras la introducción de una tecnología innovadora) que son más bien transitorios. Ahora, por primera vez en muchos años, el nuevo primer ministro Mario Draghi, en el programa presentado al Parlamento, se ha referido explícitamente a la disciplina de la competencia y la necesidad de imponer límites al alcance de las intervenciones estatales. Ojala.

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