La reforma fiscal que en el plazo de dos años deberá surgir de la delegación que el Parlamento concedida al Gobierno en los últimos días es verdaderamente "la histórica reforma esperada desde hace cincuenta años y un punto de inflexión para nuestro sistema para nuestro sistema tributario" según ha reivindicado el viceministro mauricio leo, que es el padre de la reforma, o, como afirma el secretario del Partido Demócrata, elly schlein, "¿la delegación profundiza las ya insoportables inequidades del sistema tributario"? Ahora es difícil decir quién tiene razón porque la delegación establece un marco, cuyo verdadero contenido será determinado por los decretos legislativos esperados para julio de 2025. Sin embargo, el hecho de que el esquema de reforma siga en gran medida el camino de la delegación anterior concedió hacia Gobierno de Draghi y que el temido impuesto único sea sólo un lejano y evanescente objetivo de bandera, deja abierta la esperanza de un resultado aceptable, admitido y no concedido, sin embargo, que se encuentre el respaldo financiero necesario para la reforma.
Por otra parte, el feo lío consumido en el Parlamento sobre la insostenible patrimonial en el que el Gobierno simplemente aparecía como un aficionado suelto que una vez más dice mucho sobre la mediocridad de los compañeros de viaje del partido y el gobierno de la Primera Ministra Giorgia Melones Los hechos son bien conocidos: el pasado jueves la Sala aprobó un orden del día de Izquierda italiana que compromete al Gobierno a evaluar la introducción de un impuesto sobre el patrimonio para las rentas de las personas físicas superiores a 500 mil euros. Cuando se dio cuenta del lío en que se había metido, el Gobierno dio un indecoroso revés, asegurando que la "cuenta de la propiedad" no existiría. Pero asuntos tan delicados, que tienen repercusiones inmediatas en la credibilidad de Italia en los mercados, no pueden ser tratados con una frivolidad tan culpable. Melones bajando de la torre.