Con la firma del acuerdo entre los interlocutores sociales sobre productividad en el Palazzo Chigi, se completó lo que las autoridades europeas habían pedido, con carácter de emergencia, a principios de agosto del año pasado, a saber, una intervención significativa sobre las reglas del mercado laboral y sobre el aumento de la competitividad del sistema productivo.
Como es sabido, para cumplir con los pedidos de la famosa carta del BCE, el gobierno de Berlusconi, en el contexto de la llamada “maniobra de agosto”, con el art. 8 identificados en el negociación corporativa y territorial, aun en derogación de la negociación nacional y de una serie de preceptos legales (no sólo de flexibilidad de entrada y salida, sino también por ejemplo en materia de jornada laboral), la instrumentación adecuada para recuperar la productividad y la competitividad.
La hostilidad ahora rampante en el país hacia el gobierno de Berlusconi también fue refrendada instrumentalmente por la entonces presidenta de Confindustria, Emma Marcegaglia, quien, con una regurgitación ahistórica del método concertado, decidió anular políticamente la disposición del gobierno, acordando en septiembre siguiente con la CGIL de Susanna Camusso, y con Cisl y Uil a cuestas, que se encomendaron los asuntos de relaciones laborales y negociación colectiva a la determinación independiente de las partes y comprometiéndose a aplicar sólo lo acordado con la CGIL, CISL y UIL también en todos los niveles de las estructuras territoriales.
El Gobierno Monti, tras la reforma de las pensiones que quemó a todos en el último momento, al abordar la reforma del mercado de trabajo, a pesar de la situación de dramática urgencia reinante, buscó inicialmente, aunque con períodos más prolongados, el acuerdo más indoloro y políticamente más factible entre los interlocutores sociales
La agotadora negociación sobre flexibilización de entradas y salidas llevada a cabo por el ministro Fornero con los sindicatos, y con unas cuestionables declaraciones del nuevo presidente de Confindustria, también ha puesto de manifiesto, si todavía hace falta tener confirmación, todos la debilidad y el peligro del método concertado, ya que este método presupone el consentimiento de todos los sujetos interesados, y para tenerlo se debe estar de acuerdo en viajar con la velocidad del convoy más lento y más resistente al cambio, es decir, el CGIL, hasta reconocerlo, como ha sido el caso para mucho tiempo, el derecho de veto.
Tanto es así que el Gobierno, para salir del callejón sin salida en el que se arriesgaba a varar la reforma del mercado laboral, ha introducido en la relación con los agentes sociales el método de la "verbalización": dialogamos con todos, se registran las distintas posiciones y luego decide quien tiene el peso de la decisión, es decir, el Gobierno.
Si con la ley Fornero el Gobierno finalmente se encargó de intervenir de forma autónoma en un asunto que ha desatado las más amplias e injustificadas polémicas demagógicas por razones opuestas, tanto desde la izquierda con la supuesta introducción de la libertad de despido tras la modificación de la ' arte. 18 del Estatuto, ambos desde la derecha con el proclamado aumento del paro juvenil por las limitaciones impuestas a los contratos flexibles, en el tema de la recuperación de la competitividad y productividad del país, el propio Primer Ministro ha colocado, con fuerte presión, un responsabilidad de los interlocutores sociales la obligación de aportar, también ellos, una contribución a la superación de la grave crisis económica en curso.
Lacuerdo sobre la productividad alcanzado en el Palazzo Chigi entre todas las asociaciones empresariales y sindicatos, con la excepción de la CGIL (que confirma así su sustancial hostilidad hacia el actual gobierno), conduce al fortalecimiento de la negociación empresarial con una clara delegación no sólo sobre la regularización de las relaciones laborales y sobre las formas de realización del trabajo, sobre el trabajo y sobre la organización del trabajo, pero también sobre la posibilidad de interceptar una parte derivada de los aumentos de los contratos nacionales para destinarla al salario de la empresa ligada a aumentos de productividad y rentabilidad.
Por lo tanto, es deseable que la descentralización de la negociación colectiva a nivel de empresa, cuya fuente legal viene dada precisamente por la legislación derogatoria del art. 8 del decreto ley 138/2011, tratando de alinear nuestro sistema de relaciones laborales con el de los principales países europeos, empezando por Alemania, ahora permite a las empresas tener sus propios representantes sindicales de empresa, generalmente más pragmáticos y cercanos a las necesidades de los trabajadores que a los viejas posiciones de algunos sindicatos, identificar las soluciones contractuales más adecuadas para aumentar la productividad y la competitividad de las empresas mediante un mejor uso de los factores de producción y la organización del trabajo con el fin de salvaguardar el empleo, consolidar las actividades existentes y aumentar las inversiones para estar preparados para enganchar la recuperación a la final del "túnel".