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Piombino, ¿la quinta vida de acero será india o bresciana?

Tras la decepcionante gestión del Estado, los Lucchini, los rusos y los argelinos, el futuro de la siderúrgica de Piombino vuelve a manos del atemporal comisario Nardi que tiene dos caminos por delante: centrarse en el indio Jindal con el costoso ciclo continuo de alto horno o sondear a los empresarios brescianos listos para guisar la planta y el ciclo del horno eléctrico

Piombino, ¿la quinta vida de acero será india o bresciana?

Tras dos años y sesenta millones de euros sacados de sus propios bolsillos, las argelinas Rebrab y Cevital se rinden. Así termina, por cuarta vez, la triste historia de Piombino y la siderúrgica que iba a "gobernar" en productos largos y rieles. Primero el Estado, luego los Lucchini, finalmente el coloso ruso de Severstal y hoy los argelinos. Ciertamente los años de crisis no ayudaron a la recuperación y tampoco la rigidez del gobierno de Argel que mantuvo cerrado el grifo de la capital de Rebrab.

Sin embargo, estos son obstáculos menos decisivos frente a las incertidumbres estratégicas, las vacilaciones de planta de los propietarios y las expectativas político-locales de un renacimiento del acero de altos hornos y ciclos integrales. Durante meses, el callejón sin salida que se ha apoderado de la última propiedad ha preocupado al Ministro ya toda la Toscana. La línea de crédito otorgada al entonces empresario argelino se había derrumbado por completo y la llamada del comisario Piero Nardi a la cabecera del enfermo en coma era la señal más evidente de ello.

Hoy el hombre que ha conocido todas las temporadas de la planta de Piombino como protagonista ha advertido al Gobierno de que los impagos por parte de Cevital son tales y tantos como para justificar la rescisión del contrato y buscar nuevos emprendedores y nuevas soluciones. Piero Nardi, recordemos, era un alto directivo de ILVA; luego protagonista con Giovanni Gambardella del traspaso de Piombino a los Lucchini; posterior administrador del grupo Brescia hasta la "limpieza" de su alta dirección por Enrico Bondi enviado a Brescia para salvar los créditos de los Bancos y, si es posible, también los bienes personales de los Lucchini.

Un breve paréntesis y Piero Nardi vuelve a la cubierta del barco de Piombino: un barco seco, lleno de parches, con motores averiados y tripulaciones desmotivadas, muchas veces inertes y amorfas por años y años de despidos y redes de seguridad social. . Hoy el destino de 2000 familias y el de una planta aún competitiva (alambrón y rieles) vuelven a estar en el centro de los acontecimientos siderúrgicos del país. Se habla de unos brescianos listos para el guiso de empresa y de encuentros confidenciales con Jindal, el indio aliado de Arvedi derrotado en el partido de Taranto por su compatriota Mittal.

Ponerse en contacto con Jindal significa querer volver a proponer el ciclo continuo del alto horno: una solución costosa y exigente que ha atado las expectativas políticas y sindicales durante décadas como un mantra. Hoy, una vez debilitada esa espera, podría abrirse la perspectiva de un ciclo de horno eléctrico, en sustitución de la gran planta que se suponía mantendría el perenne orgullo de los piombinos. La reducción ciertamente cuestionará los niveles de empleo, las hectáreas ocupadas casi en las fronteras de Follonica y las numerosas concesiones portuarias.

Pero, siendo realistas, se podrían abrir las puertas a la gente de Brescia y diversificar las oportunidades para la economía local. Veremos cómo le va a Piero Nardi en su "quinta" ronda en Piombino.

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