de saltos mortales yo Cinco estrellas han hecho mucho en esta legislatura, pero vaya para ayudar a la Mediaset de Silvio Berlusconi con la esperanza de que nadie recuerde cuándo tronaron contra el Caimán de Arcore, realmente parece un poco demasiado indiferente. ¿O no?
De hecho, no se equivoca el exdirector de Corriere della Sera Paolo Mieli y el subdirector de Huffington Italia, Alessandro De Angelis, quien ayer, en la transmisión de Lucia Annunziata "Mezz'ora in più" en Rai Tre, se preguntó qué sentido tenía el ritual del Congreso Cinco Estrellas cuando en realidad el hecho principal político de los últimos tiempos ya sucedió el pasado miércoles, con la autorización secreta de Berlusconi en el Senado y con el visto bueno de un estándar de "ahorro de Mediaset", que pretende arrinconar al grupo francés de Vincent Bollorè en el caso de hipotéticas OPA del grupo Segrate y que ya ha alarmado a Emmanuel Macron y a la Comisión Europea. Se produjo el despacho de aduana de Berlusconi – sería imperdonable no mencionarlo, aunque nadie hable de ello – por iniciativa de la PD, que fue el primero en presentar en la Comisión de Asuntos Constitucionales del Senado la enmienda “salvemos a Mediaset” con la firma de Valeria Valente –y el pleno apoyo del Cinco Estrellas así como, obviamente, el del Gobierno y todos los grupos de la mayoría. Aunque, más tarde, fue el ministro de Desarrollo Económico (Mise) de Grillo, Stefano Patuanelli, quien asumió la paternidad de la polémica ley pro-Mediaset.
Por supuesto, Silvio Berlusconi agradece y corresponde ofreciendo – como lo hizo en la entrevista de ayer con Corriere della Sera – la voluntad de Forza Italia de apoyar al Gobierno también ante la nueva maniobra presupuestaria. Ampliar la mayoría o apuntalarla tras las crecientes deserciones de los parlamentarios Grillini es más que comprensible y abrir un diálogo con Berlusconi tras el líder de Forza Italia ha desarrollado posiciones claramente diferentes a las soberanas de Matteo Salvini y Giorgia Meloni ciertamente puede ser útil y razonable para las fuerzas gubernamentales. Pero una cosa es hacerlo abiertamente sobre los temas centrales del país y otra hacerlo en terreno muy resbaladizo que inevitablemente inspira malos pensamientos y sospechas de intercambios inapropiados como el de Mediaset, que sin duda es un activo importante para Italia (y sobre todo para la familia Berlusconi) pero que es difícil definir como estratégico y necesitado de una protección especial frente a hipotéticos ataques extranjeros.
Digámoslo así: más que una legítima defensa del interés nacional, la regla salvadora de Mediaset tiene el sabor de una torpe rendición de la mayoría gubernamental a los intereses corporativos de Berlusconi en un movimiento tanto técnica como políticamente equivocado. Y no vengáis a decir que es una trampa a cambio de la ayuda parlamentaria de Forza Italia por si el Gobierno corre el riesgo de naufragar. Los compromisos son ciertamente la sal de la política, pero hay que saberlos hacer y cuando se enredan y se improvisan corren el riesgo de convertirse en un gol en propia puerta. Después de todo, no han pasado siglos desde los anatemas de Beppe Grillo y Luigi Di Maio pero también de Nicola Zingaretti y Pierluigi Bersani contra Matteo Renzi, cada vez que el líder de Italia Viva imaginaba abrir un diálogo con Berlusconi y con una parte de Forza Italia para enviar la casa de gobierno Lega-Cinque Stelle antes de tiempo. Mucha agua ha pasado bajo el puente desde entonces. Excepto que, a fuerza de volcar temerariamente su línea política, Pd y Cinque Stelle no deberían sorprenderse si su credibilidad a los ojos de los ciudadanos pierde cuota y si, al final, el único que gana es Silvio Berlusconi que, desde el día desde su entrada en el campo en 1994, siempre ha sido muy bueno mezclando intereses corporativos y objetivos políticos.