¿Cómo matas a un equipo de fútbol? El 0 a 1 sufrido por el Parma en la melancólica recuperación del campeonato ante el Chievo Verona, en un campo al límite de la practicabilidad, es solo uno de los tantos fuegos de un crepúsculo de 38 partidos. El guión era el de siempre: de una forma u otra, el Parma pierde. Ya van diecisiete derrotas este año (sobre veintiún partidos). Diecisiete, como los partidos consecutivos sin perder nunca en el último campeonato, todo un grupo, de Juventus a Juventus.
¿Qué cambia en un año? ¿Cuánto dura un año para un equipo de fútbol? Miras la clasificación y ves que, en general, nada ha cambiado. La Juve siempre está en una carrera de cabeza, perseguida por una Roma un tanto hecha polvo, mientras que el Napoli lucha entre grandes esplendores y pequeñas miserias en una liga propia, demasiado discontinua para los dos primeros y demasiado fuerte para todos los demás.
La Lazio, para bien o para mal, siempre se mantiene en el rango de la era Lotito (una mediocritas aurea deportiva), mientras que la Fiorentina todavía se niega a crecer, siempre víctima de su propio síndrome de Peter Pan. Mientras tanto, Génova vuelve a subir, confiada a capitanes mercenarios capaces de llevar cualquier barco en aguas tranquilas, y se descubre Palermo y el pequeño Sassuolo se ha convertido en un adolescente y pronto tendrá sus exámenes finales y así sucesivamente.
Todo cambia para permanecer esencialmente igual. Parma no, Parma se ahoga. Sin estímulos ni sueldos, en un largo descenso que, como tal, empieza justo en el momento más alto, en aquella clasificación para la Copa de la UEFA (disculpen si no la llamo Europa League) atrapada en el último minuto útil, en el penalti de Cerci que se entrega temblando a los brazos vacilantes de Rosati, oscura segunda portera de la provincia que se convirtió en héroe por una noche para otra persona (y no para sus hinchas, más bien indiferentes a la empresa), dando al Parma el sexto lugar en la clasificación .
Ahí comienza el descenso, en la imagen de Cassano rozando la línea de banda (aunque el partido que está jugando todavía está en curso), sin valor para mirar. En la vertiginosa carrera de todo un equipo con una camiseta de celebración que parece una broma cruel, visto hoy: "El sueño es realidad", y detrás "Estamos en Europa".
Y luego un largo y caluroso verano de sol y mar y papeles sellados. Y el gol del campo que se le escapa por una retención en el IRPF, una cantidad insignificante, dicen los del Parma, doscientos mil euros en el incentivo al éxodo de un puñado de los 250 jugadores que el Parma tiene que mandar por ahí en alguna menor liga y, tal vez, llenar el bolsillo de alguien.
Y el presidente Ghirardi, una máscara napolitana y muy italiana -los "chiagni e fotti" como medio de perpetuación de la clase dominante-, que presenta su dimisión en la rueda de prensa porque así van las cosas, y cuando te quitan un sueño , el primer instinto es dejar de esperar y alejarse. Y quizás este sea el punto, que Parma ha dejado de esperar un futuro mejor, y por eso se dio por vencido.
Pero el descenso probablemente había comenzado antes. Porque 96 millones de deuda neta no se acumulan en un día. Y la historia de este Parma se parece cada vez más a las de ciertas películas o ciertas vidas, en las que el protagonista miente a todo el mundo y dice ser un cirujano cardíaco mientras en cambio está desempleado, hasta que se ve abrumado por el peso de todas sus mentiras. , y su incapacidad para mantener las cuerdas por más tiempo, y explota.
Y luego a la estampida. Que se salven los que puedan, los que tengan posibilidades y al menos un mínimo del mercado. Via Cassano, Paletta, incluso Felipe. Todos, excepto Crisantemo (autor del presunto fenómeno de Bari Vecchia, aquel que nunca ha entendido la diferencia entre sinceridad y mezquindad) Donadoni, que se hunde con todo el barco.
Hacia otras orillas, mientras el Parma pasa de mano en mano solo para mover la temporada, dado que la clasificación siempre está paralizada, mientras la Lega Calcio mira, incapaz de la imaginación retórica por la que la salvación de todos se convierte en la de todos. La única preocupación es expulsar el cuerpo canceroso antes de que infecte el sistema.
El asesino nunca es el mayordomo. Más a menudo es el presidente o el director ejecutivo. Y un año, en el fútbol como en la vida, puede ser una era geológica. Una edad de hielo. El sueño del Parma nunca se hizo realidad, ni el año pasado ni hace quince años, cuando con Crespo, Buffon y Thuram soñaban en grande y, aun así, vivían por encima de sus posibilidades. Ahora ese sueño se parece cada vez más a una pesadilla.