Los números grandes están todos allí, la práctica para centrarlos está solo en los documentos oficiales por ahora. El paquete “Fit for 55” aprobado por la Comisión Europea para 2030 requiere más de 3.500 millones de euros de inversiones e intervenciones transversales en todos los sectores de la economía. Se mantienen los dos objetivos estratégicos de 2030 y 2050 para lograr cero emisiones. La Comisión reanuda un trabajo complejo tras los desastres de la pandemia. Pero, ¿están los gobiernos y sobre todo la industria dispuestos a dejar de utilizar las viejas fuentes, a cambiar los procesos de producción de arriba abajo, a gestionar el empleo tras transformaciones tan radicales? La pregunta da vueltas, así lo cree Ursula von der Leyen y al ilustrar las medidas enfatizó la colaboración de los gobiernos. En el plato los puntos críticos habituales: energía, clima, inestabilidad hidrogeológica, fiscalidad. reducir las emisiones para la agricultura, el transporte y los edificios tendrá que aumentar hasta el 40 % desde el 29 % actual. Es el primer desafío sustancial para los próximos 9 años. El desastre de inundación en Alemania y Holanda vuelve a plantear su urgencia
Los países tendrán que contribuir a la emisión menos carbono en la atmósfera con un corte estimado en 310 millones de toneladas. Aguas abajo de estos números hay reorganizaciones de gran alcance que de alguna manera sofocan su eficacia. El sistema actual, dice von der Leyen, de intercambios libres de contaminantes a favor de barcos y aviones tendrá que ser abolido para tener una perspectiva verde más seria. EL topes a los derechos de emisión por lo tanto, obligarán a las empresas a adoptar nuevos sistemas de suministro de energía. Así llegamos también al impuesto al carbono sobre las importaciones de electricidad, hierro, acero, aluminio y fertilizantes.Este capítulo de la tributación es muy discutido y que aún ve a la industria, los ambientalistas y las fuerzas políticas en diferentes frentes. Sin embargo, el “Fit for 55” prevé la nueva regla de tributación de las fuentes de energía sobre el contenido energético, en definitiva, debe ser sostenible y no contaminante. En gasolina, por ejemplo, pasaría de 0,359 a 0,385 céntimos el litro y en gasóleo de 0,330 a 0,419.
Hay quienes hablan de tarifas climáticas respecto de escenarios que están todos por verificar en un lapso de tiempo de algunos años. La industria podría salir reducida aunque no en su dimensión continental. Además, EEUU y China serían los favoritos indirectos para exportar en su dimensión global. Finalmente, otras dos barreras previstas por el proyecto afectan a la producción de automóviles y edificios públicos. En el primer caso frenar la venta de coches de gasolina y diésel a partir de 2035. Para la construcción pública, en cambio, los activos deberán renovarse un 3% cada año, haciéndolos más eficientes y con menor impacto en el medio ambiente. Pero estamos solo al comienzo de un plan político-estratégico que quiere hacer de Europa el continente líder en la lucha contra el cambio climático. Al final, la verdadera prueba de fuego de un camino ambicioso serán los miles de millones de euros en juego en manos de las clases dominantes de los países.