Mario Monti, como es su costumbre, fue cauto y matizado. Pero leyendo con atención entre líneas, al final de la reunión del Ecofin, dio importantes indicaciones tanto sobre la maniobra que lanzará el Consejo de Ministros el próximo 5 de diciembre, como sobre la crisis que ha afectado a toda la eurozona y que está ir más allá de lo que Italia puede y debe hacer.
En cuanto a nuestro país, Monti destacó que las medidas que se adoptarán pondrán especial atención en el crecimiento. “No es que el rigor –dijo Monti- y el respeto al compromiso de lograr un presupuesto equilibrado en 2013 no sea importante, pero en este punto el gobierno anterior ya sentó las bases para un efectivo equilibrio en el gasto público.
Ahora, por lo tanto, la intención es, por un lado, implementar rápidamente las medidas ya adoptadas y, por otro, lanzar reformas estructurales, incluso si son capaces de tener efectos de reducción de gastos ya a corto plazo”. En cuanto a las orientaciones que los distintos partidos y en especial los sindicatos están dando al Gobierno sobre las medidas a adoptar, y en particular sobre la oposición sindical a cualquier intervención sobre las pensiones, Monti subrayó que, junto a la re-propuesta de los distintos fuerzas políticas y sociales de sus respectivas posiciones históricas, hay algunos signos de apertura, en el sentido de que todos afirman que incluso las medidas no deseadas pueden ser tomadas en consideración, si el paquete incluye otras medidas capaces de reequilibrar los sacrificios requeridos en términos de equidad .
Finalmente Monti se comprometió a explicar bien a los italianos, no sólo a los representantes políticos y sindicales, en qué situación extraordinariamente delicada nos encontramos y las graves consecuencias que tendremos que soportar nosotros y el resto de Europa, si por accidente Italia fuera perder este paso fundamental.
Pero Italia es sólo una parte del problema europeo más complejo. Está claro que la desconfianza galopa por toda Europa. La crisis de liquidez que se deriva del hecho de que los inversores no confían en el euro y que los bancos ya no se prestan dinero entre sí puede superarse tanto con medidas a largo plazo capaces de mejorar la gobernanza europea, modificando los tratados como imponiendo sanciones automáticas a los países que no respetan sus compromisos de finanzas públicas, ya sea implementando completamente las muchas medidas ya adoptadas, como el fondo de rescate o el control presupuestario.
Es decir, Monti ha tratado de dejar claro que los cambios en los tratados deseados por Merkel también son aceptables para Italia (si adopta las medidas que ha prometido tomar), pero que ante la urgencia de intervenir inmediatamente para tranquilizar a los mercados , junto con el diseño de una perspectiva de futuro ciertamente tranquilizadora, también son necesarias intervenciones inmediatas que puedan ayudar a superar la crisis de liquidez y evitar que se convierta en una crisis financiera con efectos desastrosos en la economía real.
La cumbre europea de los días 8 y 9 de diciembre es, por tanto, fundamental para tomar decisiones que sirvan para tranquilizar a los mercados y a las que Italia debe presentarse con los papeles en regla, es decir, tras haber aprobado un sólido paquete de medidas que dan garantías no sólo sobre lado de la consolidación de las finanzas públicas, pero sobre todo de la creación de aquellas condiciones que puedan reiniciar el crecimiento de toda la economía.
Monti no entró en detalles. Al contrario, aseguró a los políticos italianos que se quejan de que no saben nada de lo que hace el Gobierno, que no han facilitado a sus socios europeos más información de la que habían comunicado al Parlamento en su discurso de apertura. Sin embargo, el énfasis puesto en reformas estructurales capaces de reactivar el crecimiento demuestra que las medidas que se adoptarán no se centrarán únicamente en aumentos de impuestos, como dicen los diarios y la televisión.
Por el contrario, habrá que actuar con contundencia por el lado del gasto recortando no sólo los costes de la política, sino todos aquellos gastos públicos que sean ineficaces (como, por ejemplo, demasiados incentivos a las empresas) o que escondan un verdadero despilfarro y robo, como por ejemplo, la compra de bienes o servicios a particulares, o la financiación de demasiados organismos estatales y locales inútiles. Los nuevos impuestos (impuestos sobre bienes inmuebles o incrementos del IVA) deberían destinarse íntegramente a financiar importantes desgravaciones fiscales sobre los rendimientos del trabajo y de las empresas con el fin de contribuir considerablemente a la recuperación de la competitividad.
Los ahorros de la reforma de las pensiones y los aumentos de competitividad derivados de una reforma seria del mercado laboral también deberían estar dirigidos a este fin. Un impulso decisivo al desarrollo debería venir entonces de las medidas, preparadas desde hace algún tiempo, para estimular la financiación de obras públicas por parte de particulares, así como de una decisiva simplificación de los procedimientos actualmente en vigor para las autorizaciones.
Este sería un paquete comprensible para la opinión pública y capaz de recuperar cierta confianza en los mercados internacionales. Por supuesto, eso no significa que todos nuestros problemas terminarían. Llevará tiempo hacer otras reformas, como las de la Administración Pública, la justicia civil y, sobre todo, la educación y la investigación, que son importantes para poner verdaderamente a Italia en condiciones de competir con éxito en los mercados internacionales. Sin embargo, dar bien el primer paso nos permitirá salir de la emergencia no con los habituales parches que tienen un precario agarre a las tormentas financieras globales, sino con un verdadero fortalecimiento de la estructura de nuestro sistema económico y social.