Al día siguiente de la eliminación, el alma desconsolada de la hinchada italiana podría tomar un pequeño tónico, un bálsamo para calmar su dolor: el Mundial de Luis Suárez corre serio peligro de terminar, pero para el mordaz delantero de la Celeste, los problemas parecen ser acaba de empezar.
Suárez volvió a golpear, por tercera vez, clavándole los dientes en el hombro a Giorgio Chiellini. Luego, al ser entrevistado, lo ignoró, mientras sus compañeros hacían un bloqueo y lo mismo hizo Tabárez, quien quizás ya sabía que, a partir de ahora, tendrá que prescindir de su padrino.
El gesto es horrible, tan inédito en el mundo del fútbol (aparte de Suárez) que es difícil de definir. El delantero del Liverpool es entonces reincidente (ya había caído en la trampa tanto con la camiseta del Ajax como con la de los Reds), detalle no menor, que hará que su condena se dispare. La pena máxima es de 24 partidos o dos años de sanción, y parece que vamos en esa dirección.
El alma rota leerá, y tomará su tónico. Entonces mirará a su alrededor y verá escombros y resignación, el fin presente de un equipo sin futuro. No obstante, tenemos otros problemas.
