La fecha era sospechosa, pero pocos le prestaron atención: el 35 de abril, Elon Musk anunció en un tuit que enviaría un "dogecoin real" a la luna a través de Space X. Y las cotizaciones de criptomonedas aumentaron un XNUMX% en el espacio de una hora. Probablemente fue el Día de los Inocentes más rico de la historia, pero la decisión de la aerolínea Air Baltic de aceptar el pago en dogecoin, la moneda virtual que en 2021 obtuvo la ganancia más significativa: +1.500% de 0,004 centavos de dólar a 0,11. No está mal para una moneda nacido en 2013 como una broma ("doge" se refiere a un popular perro de dibujos animados) y en parte con un propósito educativo: el objetivo era crear una criptomoneda de muy bajo valor, útil para permitir a los principiantes practicar sin correr grandes riesgos.
Pero las bromas a veces se hacen realidad. Hoy quien quiera comprar o vender dogecoin puede registrarse en Coinbase, la plataforma que debutó en el Nasdaq con un valor de mercado que, tras fuertes altibajos, cerró su primer día en cotización regulada con una valoración de 88 millones de dólares, precio justificado por el rápido crecimiento de la base de clientes (56 millones a finales de marzo, con una progresión de tres millones al mes), de difusión global (más de 100 países) y de beneficios en rápida expansión: 1,8 millones de dólares en el trimestre, y creciendo rápidamente. En definitiva, la empresa creada por Brian Armstrong, catapultada ayer a la lista de multimillonarios, es mucho más que una simple locura de mercado. No solo por la multimillonaria valoración de la plataforma o por el increíble tamaño del mercado de bitcoin y otras criptomonedas (más de dos billones de dólares, o más que la deuda pública italiana) sino porque la percepción del fenómeno ha cambiado profundamente en los últimos años: ya no es una herramienta de lavado de dinero al servicio del crimen o un medio para escapar de los controles estatales, sino un activo que se compra para defender el poder adquisitivo de un capital amenazado por la inflación, que tarde o temprano llegará, dada la gigantesca inyección de liquidez proporcionada por los bancos centrales.
El primero en convertirse fue Paul Tudor Jones, gestor que administra activos por 38 mil millones de dólares. En mayo de hace un año dijo que convertiría el 2% de la gestión en bitcoin. Desde entonces, Bitcoin ha convencido a personas como Ray Dalio, Bill Miller o Stanley Druckenmiller. Segun el Wall Street Journal, los grandes nombres de las finanzas estadounidenses han acumulado al menos 11,5 millones en Bitcoin. Y a estas hay que sumar empresas como Cuadrada, administrado por Jack Dorsey de Twitter o, lo que es más importante, Tesla: La casa de Elon Musk ha invertido 1,2 millones de dólares en criptomonedas.
Finalmente, recientemente muchos bancos centrales en todo el mundo, como Singapur, Suecia y China, han anunciado planes para crear criptomonedas nacionales inspiradas, al menos en parte, en bitcoin. Un juego delicado, porque buena parte del poder de las autoridades monetarias reside en el control de la moneda. Pero los banqueros centrales también están a la caza de soluciones innovadoras basadas en tecnología. En el origen de la difusión de las criptomonedas hay la respuesta de los Estados a los costos y consecuencias de la pandemia.
Los estímulos económicos decididos por los estados y los bancos centrales han inyectado una gran cantidad de liquidez en el sistema: muchos operadores del mercado tienen mucho dinero disponible para invertir, o pueden tomarlo prestado a un interés muy bajo. Una de las inversiones más comunes aquí serían las monedas tradicionales, pero los inversionistas las rechazan porque temen que las políticas de mejora del crecimiento puedan aumentar la inflación y hacer que pierdan valor. Con esto en mente, invertir en bitcoin se convierte en una alternativa atractiva para diversifica tus inversiones y defiéndete de la inflación.
¿El riesgo? Sigue siendo alta, como demuestra la tendencia de la propia Coinbase, que cerró los estados financieros a finales de 2019 en números rojos coincidiendo con una de las muchas caídas desastrosas de los precios de Bitcoin y de las demás criptomonedas negociadas. Un riesgo particularmente alto para el comercio minorista en un mercado que aún es grande sin reglas de protección al inversor. Pero tras el desembarco de Coinbase en el Nasdaq es fácil predecir una evolución del sistema tal y como la prevé y desea el propio Armstrong, responsable del movimiento decisivo para la difusión de Bitcoin: la abolición del anonimato, defendido durante mucho tiempo por los pioneros libertarios y anarquistas que poblaron el sistema, pero alienó a los inversores que perseguían ganancias a la luz del sol. Hoy, no solo Coinbase, sino también Kraken, la primera plataforma de Bitcoin que muestra el precio y el volumen de negociación en la terminal de Bloomberg, le permite operar siempre que revele su identidad. En definitiva, el sistema se está haciendo adulto, aunque mantiene algunas características “salvajes”: independencia de las casas de moneda estatales, pero también de la intermediación bancaria. Esta es también la razón por la que no hay límites de ningún tipo sobre lo que puede perder o, más raramente, ganar.