¿Quién no recuerda aquel caluroso 20 de julio de 2022 cuando se tramaron las tramas de Giuseppe Conte y mateo Salvini, con el patético añadido de Forza Italia, generó desconfianza en el Parlamento de Gobierno de Draghi y su caída, antesala de las elecciones generales anticipadas del 25 de septiembre y del giro a la derecha?
La altísima reputación internacional del Gobierno de Draghi, el nuevo milagro económico del ex banquero central prestado a la política -con un crecimiento del PIB de Italia superior al 10% en dos años y superior al de Francia y Alemania, una reducción impensable de la ratio deuda pública/PIB y un crecimiento del empleo no visto desde hace años-, la decisiva contribución a la derrota del Covid con el nombramiento del general Figliuolo como comisario extraordinario, y la clara posición internacional atlantista y proeuropea y naturalmente proucraniana no lo haremos. nunca lo olvides y los italianos de buena fe solo pueden estarle eternamente agradecidos.
No se puede decir que el crimen político contra Draghi haya traído suerte a sus autores: el Movimiento Cinco Estrellas ha reducido a la mitad sus votos y Giuseppe Conte ya no ve el Palacio Chigi ni con binoculares, Matteo Salvini, que en la época de Papeete tenía en el bolsillo el 40% del consentimiento de los votantes potenciales, perdió una avalancha de votos en beneficio de los astutos Giorgia Meloni, y Forza Italia, incluso antes de la desaparición de Silvio Berlusconi, – lucha por su supervivencia cada vez más improbable.
El 20 de julio de 2022 fue un día desafortunado para Italia, pero es reconfortante notar que al menos parte del legado de Draghi sigue en pie. Después de la propaganda populista que le hizo ganar las elecciones, una vez que Meloni llegó al Palacio Chigi, no pudo hacer otra cosa que seguir la estela de la política económica de Draghi: no más austeridad sino mucha atención a las finanzas públicas y plena conciencia de que la lucha contra la deuda pública se hace sobre todo acelerando el crecimiento económico que en Italia sigue siendo superior al de Italia. Francia e Alemania. Este es el mayor legado que Super Mario Draghi se ha marchado a Italia. El segundo legado es el claramente pro-Ucrania que incluso el gobierno de Meloni, proatlántico como el de Draghi, se vio inducido a adoptar, aunque con vaivenes a nivel europeo.
Último consuelo que por ahora es más una esperanza que una certeza: los populismos de derecha (Meloni primero y Salvini todavía hoy) y de izquierda (Cinque Stelle) parecen estar en declive y también por eso tendremos que decir algún día gracias a los picos de SuperMario.