Plan "salvar a italia” del Gobierno de Monti ciertamente no es perfecto y puede ser criticado tanto en términos de equidad como, sobre todo, en términos de efectividad para lograr el objetivo número uno que el país necesita, a saber, el “crecimiento“. Sin embargo, ya no es tolerable que los profesionales del caos, del mucho peor, mejor, trabajen para contaminar las aguas esparciendo demagogia e ilusiones liberalmente, sin importar el daño que su acción (si tiene éxito) podría causar a todos los ciudadanos. sin distinción de clase o ubicación geográfica.
Así, el llamado a las armas de los liga, con Maroni que incluso invita a los indignados a salir a la calle contra el gobierno de los banqueros, y con varios matices, la oposición de la izquierda desde Ferrero a Camusso a medidas como la reforma de las pensiones, solo demuestran que hay grupos dirigentes de algunas formaciones políticas que solo piensan en perpetuar su poder aun a costa de provocar un desastre. Después de todo, muchas veces en la historia, las clases dominantes débiles han llevado a sus países a aventuras como experimentos sociales extremos o guerras, con la esperanza de consolidar su poder, pero hundiendo a todos en el abismo de la pobreza o la destrucción.
En realidad yo sacrificios que pide Monti, aunque severos, son muy inferiores a los que cabría esperar de todos los italianos en caso de quiebra de nuestro Estado con la consiguiente salida del euro. Y los sacrificios son tanto más pesados cuanto más se ha demorado en adoptar medidas de reforma serias debido a la incapacidad de los Aleación que también formó parte del gobierno anterior. y allí también a la izquierda tiene la responsabilidad de no haber querido nunca completar la reforma de las pensiones y de no haber dado nunca pasos serios en la reforma del mercado laboral, condenando a Italia a no crecer durante al menos 15 años. En breve, es bueno que los ciudadanos tengan claro que son precisamente los que más gritan hoy los verdaderos responsables de la pesadez de las medidas de rehabilitación que el actual gobierno, creado precisamente para hacer frente a una emergencia aterradora, se vio obligado a adoptar.
es medidas pesadas: dos tercios de impuestos más altos y un tercio de recortes de gastos, que no podrán evitar que Italia termine en recesión el próximo año, pero que marcan unos puntos fijos desde los que podemos volver a empezar. El significado general de este primer paquete se puede resumir de la siguiente manera: se dio prioridad a la necesidad de reducir los tipos de interés que habían superado el 7 % frente al 2 % en Alemania. Sin una vuelta a niveles más cercanos a los tipos alemanes, nuestros bancos tendrían enormes problemas para emitir sus propios bonos, las empresas ya no tendrían crédito y, por tanto, no sería posible tomar medidas para volver a tasas de crecimiento más altas. A juzgar por las primeras respuestas de los mercados, parece que se puede lograr este objetivo.
Como han indicado tanto Monti como la ministra Giarda, algunas medidas son también consecuencia de la necesidad de actuar con extrema urgencia y ciertamente faltan medidas muy importantes para el crecimiento, como la reforma del mercado laboral y del bienestar. Sin embargo, se puede decir que los recortes en el gasto público quizás podrían haber sido un poco más incisivos y, sobre todo, se podría poner en marcha un programa de desinversión de bienes públicos más robusto que el anunciado por el gobierno anterior de solo 5 mil millones, al menos como un anuncio por año. La urgencia impuso entonces medidas ciertamente odiosas como la suspensión del ajuste por coste de vida para las pensiones por encima de los 1000 euros aproximadamente, lo que hizo que la Fornero porque ciertamente es una medida extrema que supone además una violación del pacto que el Gobierno debe hacer con los ciudadanos tras la reforma estructural de las pensiones, pacto que se basa en la garantía de estabilidad que el nuevo sistema, ciertamente penaliza frente al actual, debe ofrecer a los que se jubilan.
También es seguro que agravando la ya alta carga fiscal (pero para las empresas hay reducciones en el Irap) no se incentiva el crecimiento. La esperanza es que la reducción de tipos por un lado y las medidas a tomar en una segunda faseuna mayor reducción del gasto público, puede conducir cuanto antes a una reducción efectiva de los impuestos a las rentas más bajas, dando así un pequeño respiro a la recuperación del consumo.
Por último, la costos de póliza. Monti prácticamente ha eliminado las Provincias, y eso no es poca cosa. Probablemente no podría haber hecho más también por consideraciones de realismo político dado que el decreto aprobado ayer aún debe pasar por el Parlamento. Pero como son precisamente los partidos los que necesitan recuperar credibilidad ante la opinión pública, durante la discusión en las Cámaras podrán proponer más recortes (por ejemplo en el reintegro electoral) para aliviar algunos de los impuestos que Monti estaba obligados a cargar sobre los hombros de los ciudadanos. Sería el inicio de una recuperación de la credibilidad de la llamada política, que ciertamente no puede venir de la agitación demagógica, sino también de hacer un aporte serio desde la “casta” a la recuperación y recuperación del país.